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Los días vencidos: Después del amor
Jueves, 15 de julio del 2010.Joan Barril
El nuevo Código Civil de Catalunya insiste en la idea de la custodia compartida.
Cuando se habla de custodiar no se trata de la protección de bienes muebles ni de la defensa de casitas de campo.
La custodia se refiere exclusivamente a los hijos habidos de un matrimonio que, por las causas que sean, ha fracasado como tal.
Es curioso que en las manifestaciones clamando por la custodia compartida siempre se vean hombres detrás de las pancartas.
Yo también soy hombre y padre y, afortunadamente, no he tenido que ir al juzgado para que un tercero dirima quién se va a a encargar de la educación de los hijos.
Pero cuando veo esas manifestaciones pienso que tantos hombres no pueden equivocarse tanto.
Porque la masculinidad es una condición que nadie ha explorado.
Ni siquiera los hombres, convencidos en su facundia, de que realmente eran los reyes de la creación. El hombre está desvalido por su culpa.
Y se encuentra con una opinión pública y jurídica que no atiende a sus precarias razones.
No solo eso: la alarmante tasa de asesinatos de mujeres a manos de sus parejas masculinas ha dejado la masculinidad relegada a una condición sospechosa, como si el mero hecho de ser hombre ya obligara a pedir perdón al conjunto de mujeres que en el mundo son y han sido.
De vez en cuando me miro al espejo interior y llego a conclusiones alarmantes.
Tal vez no he sido el mejor padre de mis hijos.
Es probable incluso que no haya sido el mejor de los esposos.
Intuyo a menudo que mi labor ya se ha cumplido y que no hago ninguna falta ni a la familia ni a la sociedad.
Pero me resisto a aceptar que, por el mero hecho de ser hombre, un juez o una jueza va a considerarme de entrada como un incapaz, un manipulador, un ser violento o incluso un potencial pederasta.
Una estremecedora pintura de Goya muestra a Saturno devorando a sus hijos.
Tal vez sea así como la justicia nos ve a los hombres.
Tal vez esa es la causa última que justifica que los hijos, en caso de duda ¿y de dudas hay pocas¿ sean adjudicados a las madres, mientras que los padres se ven constreñidos a horarios caprichosos y a visitas humillantes.
Me gustaría imaginar un mundo en el que la justicia no entrara en este tipo de dilemas personales.
Pero tampoco soy tan idiota como para intuir que sin códigos civiles lo más probable es que la tendencia a la supremacía social del hombre dejara a las mujeres en la máxima indefensión.
También me gustaría creer en una justicia que no considerara que las madres son los seres idóneos para la educación de los hijos de ambos.
Porque una educación basada en el rencor y la maledicencia de la expareja no es lo que los hijos necesitan.
Y porque los valores que una madre despechada transmite a sus hijos escapan a la mirada supuestamente garantista del juez y lleva a los padres a un combate automático que no ayuda a los hijos a una comprensión tranquila del mundo.
La custodia compartida tal vez sea solo un brindis al sol.
Pero es un buen comienzo para acercar posiciones y evitar que la bondad o la maldad sean patrimonio del sexo femenino o del masculino.
Hay padres modélicos y madres perversas.
Y también hay abuelos que se pasan el resto de sus vidas poniendo en la balanza los años que les quedan por vivir y los años que van acumulando sus nietos ausentes.
El fin del amor tal vez es inevitable.
No lo es el fin de la paternidad o de la maternidad.
Buscar ámbitos de pacto debería ser una norma que los jueces de familia deberían aplicar.
Si lo importante son los hijos, urge evitar su secuestro legal.
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