Un buen número de amigos y familiares le arroparán en los 17 kilómetros que separan Pollença del monasterio de Lluc.
Se trata de una oportunidad para hacer visible su situación e intentar, cuentan en un comunicado, “movilizar conciencias y voluntades, en particular de las inactivas autoridades españolas”.
Alberto Encinas, es un padre divorciado que no puede ver a su hija, esta situación arranca el 31 de diciembre de 2011, cuando se da cuenta que su exesposa, tras disfrutar de unas vacaciones en Polonia con su hija Olivia (en custodia compartida), no piensa volver tal y como estaba pactado y firmado. No solo eso, además la madre decide cortar toda comunicación entre padre e hija.
Tras este 1º y traumático episodio de separación forzada, Alberto ha vivido un auténtico calvario de trámites, viajes y juicios tanto en España como en Polonia, ganados uno tras otro. Pese a todas las sentencias firmes a su favor y a que han transcurrido más de 1000 días desde este suceso, la justicia española, en particular el juzgado nº 2 de Inca, no parece dispuesto a hacer nada para que se ponga en marcha el proceso de recuperación de la niña pese a que el padre tiene la patria potestad.
Alberto indica que todo apunta a que el hecho de que Alberto sea hombre, y no una mujer, implica una menor sensibilidad al secuestro parental por parte de las autoridades judiciales, diplomáticas y policiales españolas, aun cuando el sufrimiento sea el mismo.
La lucha de Alberto Encinas por su hija no se ha limitado a los tribunales internacionales, que le han dado reiteradamente la razón, sino que ha ido mucho más allá, con infinidad de trámites diplomáticos y viajes de búsqueda e investigación en ciudades como Blachownia, Czestochowa, Przeciszów y Katowiche, así como en Rusia y Alemania.
En esta larga agonía, este padre también ha abierto el frente de la difusión mediática de su situación, incluidas apariciones en programas televisivos de ámbito nacional e incluso participando en el durísimo recorrido de la carrera Ultratrail entre Andratx y Pollença para difundir su lucha.
El único momento de luz en todo esta historia fue un fugaz encuentro de Alberto con su hija en Polonia, dificultado en todo momento por la familia polaca, en la que pudo abrazar a su hija y comprobar que el amor y el recuerdo de Olivia no había, pese a todo, languidecido.
Alberto explica a todo aquel que quiera escucharle, que en el caso de recuperar a su hija a él no se le ocurriría, ni por asomo, impedir a su madre ver y contactar con Olivia.