sábado, 1 de noviembre de 2025

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Japón introducirá el sistema de custodia compartida de los hijos en abril de 2026
nippon news,Tokio, 31 de octubre 2025(Jiji Press)—
El Gobierno de Japón aprobó el viernes una ordenanza para poner en vigor la revisión del Código Civil, que incluye la introducción de un nuevo sistema de custodia compartida para padres divorciados, a partir del 1 de abril del próximo año.
Ese mismo día también se implementará un sistema legal de pensión alimenticia que establece pagos fijos obligatorios en los casos en que no exista un acuerdo de manutención en el momento del divorcio.

Los nuevos sistemas tienen como objetivo garantizar una mayor estabilidad en la vida de los hijos tras el divorcio de sus padres.
Los progenitores podrán elegir entre custodia compartida o exclusiva. Si no logran llegar a un acuerdo, la decisión quedará en manos de un tribunal de familia, que concederá la custodia exclusiva en los casos en que exista sospecha de violencia en el hogar o abuso.

El sistema de custodia compartida exigirá el consentimiento de ambos padres para decisiones importantes relacionadas con los hijos, como la matriculación escolar o un cambio de residencia.

miércoles, 29 de octubre de 2025

El divorcio y los hijos menores....

Otras Informaciones: 
Una abogada de Familia propone la herramienta (común en países anglosajones) que evita serios problemas en caso de divorcio.
«En un divorcio, muchos niños piensan erróneamente que, si hubieran 'sido mejores', papá y mamá no pelearían»
Los datos oficiales señalan que el divorcio sigue siendo un fenómeno significativo.

CARLOTA FOMINAYA, ABC, Madrid, 29/10/2025
En España en 2024 se registraron 82.991 divorcios, lo que supone un incremento del 8,2 % respecto al año anterior. De todas las disoluciones matrimoniales (86 595 entre divorcios y separaciones), los divorcios representaron el 95,8 %. 
En casi la mitad de los casos donde había hijos menores (49,7 %), los jueces o las partes acordaron una custodia compartida, porcentaje que continúa su tendencia ascendente. Asimismo, la edad media de los cónyuges que se divorciaron fue de 49,0 años en los hombres y de 46,6 años en las mujeres, concentrándose el mayor número en la franja de entre los 40 a 49 años.

Estos datos oficiales confirman que el divorcio en España sigue siendo un fenómeno significativo, mientras que la evolución hacia la custodia compartida muestra un esfuerzo creciente por reducir el impacto de la ruptura sobre los menores. 
En este contexto, es importantísimo recalcar la importancia que un hecho así pueda tener en el bienestar sobre los niños.

Un divorcio responsable en España, advierte Ana Rodríguez, letrada de Family Abogados, «no se mide por la rapidez del trámite, sino por la capacidad de los progenitores para mantener un entorno seguro, coherente y equilibrado para sus hijos. El respeto mutuo, la mediación y la claridad jurídica son los pilares que permiten una ruptura ordenada y humana». Pero, aún con todo... ¿Es posible evitar que un hecho de estas características no deje huella en un hijo? Hablamos con Sonia Martínez, psicóloga y directora de Centros Crece Bien, sobre cuál es, a su juicio, la mejor manera de gestionar un divorcio cuando hay menores de por medio.


Si nos atenemos a lo que veis en vuestra consulta, ¿cuál es el impacto más frecuente que observáis en los niños cuando los padres atraviesan un divorcio conflictivo?
Sin duda, la inseguridad emocional es uno de los impactos más frecuentes. El niño siente que su mundo tiembla: pierde la sensación de estabilidad y protección que tenía. Pueden aparecer también sentimientos de culpa – muchos niños piensan erróneamente que, si hubieran «sido mejores», papá y mamá no pelearían – y tristeza o enfado que no saben cómo expresar.

¿Cómo influye el modo en que los padres gestionan el conflicto en la forma en que sus hijos aprenderán a relacionarse en el futuro?
Los hijos aprenden sobre las relaciones observando a sus padres. Si crecen viendo discusiones constantes, gritos o faltas de respeto, es fácil que interioricen esas dinámicas como 'normales'. Esto puede distorsionar sus modelos afectivos: por ejemplo, pueden llegar a creer que el amor siempre duele, que las peleas son parte inevitable de una relación, o que para imponerse hay que alzar la voz. Algunos niños replicarán esos patrones en la adolescencia o adultez, convirtiéndose en parejas conflictivas; otros, por el contrario, desarrollarán miedo al conflicto y evitarán confrontaciones incluso necesarias, por temor a revivir lo que vivieron. 
Por supuesto, no está determinado al 100 por cien – cada niño es un mundo – pero sí sabemos que un divorcio altamente conflictivo aumenta el riesgo de futuros problemas emocionales e incluso dificultades en sus relaciones.


¿Qué consejo darías a los padres que sienten rabia o frustración hacia su expareja pero quieren proteger a sus hijos?
1º, validar que es comprensible sentir rabia, dolor o frustración tras una separación complicada. No se trata de negar esas emociones (que son humanas), sino de gestionarlas de forma que no perjudiquen a los niños. Mi consejo principal es separar el rol de expareja del rol de padre/madre: tu conflicto como pareja no debe invadir la esfera de la crianza. 
En la práctica, esto significa: no descalificar al otro progenitor delante de los hijos, por mucho enfado que tengas acumulado. Para un niño, escuchar a su padre/madre hablar mal del otro es profundamente dañino – siente que lo ponen en medio y que incluso debe escoger bandos. También aconsejo buscar vías de desahogo adulto para esa rabia: hablar con amigos de confianza, acudir a un terapeuta, escribir en un diario… cualquier estrategia es válida antes que usar al hijo como confidente, mensajero o «arma» en la guerra con la expareja. Piensa que proteger a tus hijos significa poner su bienestar emocional por encima de tu ira.

¿Qué señales de alerta indican que un niño está sufriendo emocionalmente por el conflicto entre sus padres?
Hay señales muy claras a las que conviene atender. Cada niño puede expresarlo de forma distinta, pero en nuestra experiencia clínica hay algunos indicadores de malestar claros. Uno sería los cambios en su comportamiento habitual: puede que un niño antes tranquilo comience con rabietas, comportamientos agresivos o desafíe las normas más que antes. O al revés, que un niño extrovertido se vuelva apático, callado, «invisible» en clase o en casa. 
Otro, las regresiones o problemas físicos: algunos pequeños vuelven a mojar la cama, chuparse el dedo u otras conductas de etapas anteriores. También pueden aparecer quejas somáticas frecuentes (dolores de barriga, de cabeza) sin causa médica clara, que muchas veces reflejan la ansiedad interna que están viviendo. También, claro está, las alteraciones en sueño o apetito: dificultades para dormir solos, pesadillas recurrentes, o cambios en los patrones de comida (falta de apetito, comer compulsivamente) pueden ser señales de estrés emocional
Es común ver, asimismo, caídas en las notas, despistes, olvidos frecuentes o falta de motivación en tareas que antes llevaban bien. Este bajón en el rendimiento escolar es debido a que la concentración de los niños sufre cuando están preocupados. Es importante destacar que cada niño es diferente. Algunos se callan y parecen sobre-adaptados, pero eso no significa que no les afecte.

¿Cómo se manifiesta la inseguridad emocional en el día a día? ¿Qué pueden hacer los padres para reforzar el sentido de seguridad de sus hijos?
La inseguridad emocional puede colarse en la rutina de muchas maneras sutiles. Por ejemplo, es posible que el niño esté más pegado de lo normal a uno de los padres, que demande constante atención o busque controlar situaciones: «¿Vas a venir a recogerme, verdad? ¿Y mañana también?». Hemos visto casos de niños que no quieren separarse del padre/madre custodio ni un minuto, literalmente siguen al adulto por la casa, porque temen perderle también. Detrás de esas conductas demandantes casi siempre está el miedo a otro abandono.

Otros niños pueden mostrar su inseguridad con cambios de humor impredecibles o con mucha sensibilidad a cualquier discusión (por pequeña que sea) entre familiares: saltan alarmados, preguntan «¿estáis enfadados?» aunque solo sea un desacuerdo cotidiano. En general, un niño con inseguridad emocional vive en alerta, con dificultad para relajarse y confiar en que todo va a ir bien.

¿Qué tipo de mensajes o gestos ayudan a que los niños entiendan que el amor de sus padres no cambia aunque la familia se reorganice?
Lo fundamental es transmitirles, por activa y por pasiva, que papá y mamá van a seguir siendo papá y mamá. Que la forma de la familia cambie (ahora en 2 casas, por ejemplo) no significa que el amor desaparezca. Algunos mensajes poderosos pueden ser, por ejemplo: «Somos tus padres para toda la vida, eso no va a cambiar nunca», «Aunque ya no vivamos juntos, los dos te queremos igual de fuerte», «No es culpa tuya que nos separemos, son cosas de mayores, pero tú siempre vas a tener a tu papá y a tu mamá». Es importante repetir estas ideas con claridad. 
Los niños pequeños necesitan oír muchas veces la misma frase para integrarla; en momentos de incertidumbre, una y otra vez asegurémosles «el amor de papá y mamá sigue aquí». Además de las palabras, los gestos refuerzan el mensaje. Por ejemplo, mantener celebraciones importantes en la vida del niño: que ambos padres acudan (si es posible) a su festival de la escuela, o se coordinen para felicitarlo en su cumpleaños.

¿Cómo evitar que los niños sientan que deben elegir bando o proteger a uno de sus progenitores?
Este es un tema delicado: el conflicto de lealtades. Ocurre cuando el niño percibe que querer a uno de sus padres decepciona al otro. Para evitarlo, los padres deben ser muy conscientes de sus actos y palabras. Algunas pautas clave: no hablar mal el uno del otro frente al niño (ni siquiera con indirectas o sarcasmos), no discutir asuntos legales o económicos en su presencia, no usar al niño como mensajero, espía ni mediador, y no hacerle elegir¿quieres venir conmigo o te quedas con tu madre/padre?» usado de forma manipuladora). También es importante no competir por el afecto: a veces, sin querer, un padre puede insinuar «yo te cuido mejor» o criticar el estilo del otro. Eso siembra en el niño la idea de que debe alinearse con el «bando bueno» y rechazar al «malo». Grave error. Como bien decimos en orientación familiar, los niños no se divorcian de ninguno de sus padres. Ellos necesitan a ambos para crecer sanos, es un derecho fundamental del menor.

¿Cómo trabajar la culpa que sienten algunos niños («si me porto bien, quizá vuelvan»)?
La culpa y la fantasía de reunificación son reacciones comunes, especialmente en niños pequeños. Ellos suelen pensar de forma mágica: «si hago todo perfecto, mamá y papá volverán a quererse». Lo 1º es hacer explícito que la separación no es culpa del niño. Repetírselo claramente: «No te estás separando tú, somos nosotros como adultos. Tú no has hecho nada malo». Muchos padres ya lo dicen, pero el niño necesita escucharlo muchas veces y de muchas formas. Además, conviene dejar clara la permanencia de la separación (con tacto y según la edad). 
A veces por no herirles, los padres caen en frases ambiguas como «ya veremos en el futuro» o «es cosa de ahora». Sin querer, eso alimenta la esperanza del niño de que si se esfuerza lo suficiente, todo será como antes. Esa esperanza prolongada puede hacerle daño, porque lo deja atrapado sin aceptar la nueva realidad. Mejor explicar con cariño algo como: «La decisión de separarnos es definitiva, no vamos a volver como pareja porque así estamos mejor. Pero como padres, vamos a seguir trabajando juntos por ti». Esto le ayuda, poco a poco, a elaborar la idea de que por más que se porte bien (o por más travesuras que deje de hacer), no está en sus manos «arreglar» la relación de los padres.

Recomendaciones que funcionan en el trabajo con familias
¿Por qué es tan importante cuidar el lenguaje en estos momentos?
Porque las palabras de los padres se quedan grabadas en la mente y el corazón de los hijos, especialmente en situaciones de alta tensión emocional. Un divorcio conflictivo a veces viene acompañado de discusiones acaloradas, insultos, reproches… y aunque creamos que «son cosas de adultos», los niños oyen y absorben todo.

Hablar con respeto no significa que tengamos que estar de acuerdo con la expareja, sino que filtramos nuestros mensajes pensando en el bien del niño. Por ejemplo, no es lo mismo decir «tu papá nos ha dejado» con tono amargo, que explicar «papá ahora va a vivir en otra casa, pero te quiere muchísimo y va a venir a verte siempre». En ambos casos hay una separación, pero la carga emocional que transferimos es muy distinta. El 2º mensaje transmite seguridad y amor; el 1º, abandono y culpa.

También hay que cuidar el tono y el lenguaje no verbal. Los niños captan las incoherencias: de poco sirve decir «no pasa nada» con palabras si nos ven con gesto de enfado o llorando todo el día. Si les decimos «puedes estar tranquilo» pero nos tiembla la voz, ellos perciben la angustia. Esto no significa fingir que estamos felices, sino buscar momentos adecuados para hablar. Si estamos muy alterados, mejor posponer la conversación importante a estar más calmados, para poder comunicar con serenidad. El lenguaje en estos momentos delicados debe ser claro, coherente y amoroso. Si usamos un lenguaje de guerra, el niño vivirá en guerra; si usamos un lenguaje de respeto, le ayudaremos a adaptarse con menos miedo.

Si pudiera usted dejar un mensaje breve a todos los padres que están atravesando en estos momentos una separación, ¿cuál sería?
Este: 'Recordad que os separáis como pareja, pero no os separáis de vuestros hijos. Ellos os necesitan a los 2, equilibrados y presentes. Cuidad vuestros modales, vuestro lenguaje, y buscad ayuda profesional si la necesitáis para manejar la situación. Al final, el mejor regalo que podéis darles es una separación respetuosa. Eso les demostrará que el amor hacia ellos sigue intacto y que pueden sentirse seguros aunque papá y mamá tomen rumbos distintos.