Hasta hace unos 45 años la mujer era un ser sometido con arreglo a una educación severa patriarcal, cuyo objetivo primordial era incapacitarla para llevar una vida independiente.
A partir de entonces, momento en el que se instaura el control de la natalidad gracias al advenimiento de la píldora contraceptiva, la mujer experimenta una transformación en el sentido de la emancipación, al incorporarse masivamente al trabajo extra doméstico y a los estudios universitarios. Se produce entonces una serie de cambios en cascada: la revolución sexual, la crisis de pareja y de familia y la disposición de un gran sector de la población masculina a recibir a la nueva mujer como una camarada. El sector masculino recalcitrante en el machismo toma las armas para oponerse a la liberación de su pareja al considerarla como una propiedad suya.
Así acontece la pandemia de violencia machista emergente en los años
70´ del último siglo: una violencia perpetrada por el hombre contra su pareja o expareja femenina. Se hace popular esta violencia con la designación de violencia de género, un título que es una provocación al sentido común porque no recoge con suficiente nitidez ninguna de las 3 características sustantivas de la violencia machista emergente: maltratador masculino, víctima femenina y relación de pareja o expareja entre ambos.
“Se puede tener la seguridad de que con la prestación de cuidados asistenciales al maltratador, con un mandamiento judicial en caso necesario, hubiéramos podido evitar la muerte de muchas mujeres”
La designación de síndrome de Otelo, en alusión al personaje Otelo de la tragedia de Shakespeare, que me honro aquí en proponer, tiene la virtud semántica de englobar las 3 características mencionadas.
La precisión semántica o nominal del término “síndrome de Otelo” se acompaña de un concepto claro del fenómeno, lo que permite realizar con rigor encuestas o investigaciones epidemiológicas, tarea que hasta aquí no alcanzaba una fiabilidad suficiente al manejar algunas veces el término violencia de género como sinónimo de violencia doméstica o violencia conyugal.
El enfoque de la violencia machista emergente contemporánea como el síndrome de Otelo da un vuelco al modo de enfocar el problema, convirtiendo la salud mental del maltratador en el tema central y su recuperación como el objetivo práctico primordial.
El término “síndrome de Otelo” pone además de relieve la intervención de la pasión de celos eróticos como mecanismo mental que dispara la violencia masculina contra la mujer. La pasión de celos cubre un amplio espectro de fenómenos extendidos desde la sospecha de infidelidad fundada en acontecimientos de la vida hasta el delirio de infidelidad como una creencia incontrovertible que no se deja influir por el razonamiento ni por la refutación lógica. La mayor parte de los celos patológicos son una sustitución de la realidad, lo que significa que pocas veces coincide con ella.
Los celos operan como un detonante de violencia al presentir el maltratador que un objeto de su propiedad trata de escabullirse.
“Se puede tener la seguridad de que con la prestación de cuidados asistenciales al maltratador, con un mandamiento judicial en caso necesario, hubiéramos podido evitar la muerte de muchas mujeres”
La designación de síndrome de Otelo, en alusión al personaje Otelo de la tragedia de Shakespeare, que me honro aquí en proponer, tiene la virtud semántica de englobar las 3 características mencionadas.
La precisión semántica o nominal del término “síndrome de Otelo” se acompaña de un concepto claro del fenómeno, lo que permite realizar con rigor encuestas o investigaciones epidemiológicas, tarea que hasta aquí no alcanzaba una fiabilidad suficiente al manejar algunas veces el término violencia de género como sinónimo de violencia doméstica o violencia conyugal.
El enfoque de la violencia machista emergente contemporánea como el síndrome de Otelo da un vuelco al modo de enfocar el problema, convirtiendo la salud mental del maltratador en el tema central y su recuperación como el objetivo práctico primordial.
El término “síndrome de Otelo” pone además de relieve la intervención de la pasión de celos eróticos como mecanismo mental que dispara la violencia masculina contra la mujer. La pasión de celos cubre un amplio espectro de fenómenos extendidos desde la sospecha de infidelidad fundada en acontecimientos de la vida hasta el delirio de infidelidad como una creencia incontrovertible que no se deja influir por el razonamiento ni por la refutación lógica. La mayor parte de los celos patológicos son una sustitución de la realidad, lo que significa que pocas veces coincide con ella.
Los celos operan como un detonante de violencia al presentir el maltratador que un objeto de su propiedad trata de escabullirse.
En función de la personalidad se potencia la violencia como violencia defensiva, utilizada por el hombre inseguro para protegerse contra la soledad o el abandono o como violencia expresiva, manejada por el odio hacia la mujer por parte de los hombres machistas arrogantes o despóticos.
La pasión de los celos eróticos suele desarrollarse a la sombra de ciertos factores que llamamos factores de riesgo, tales como el antecedente de maltrato infantojuvenil, el consumo de drogas o de alcohol o el trastorno mental patológico.
Es evidente pues, que el maltratador, adolece de graves problemas de salud mental y, sin embargo, se le viene considerando como un delincuente puro cuando requiere para su recuperación la aplicación de alguna de las medidas siguientes: un procedimiento judicial alternativo como la prestación de servicios a la comunidad o un cuidado asistencial en forma de programa individual o colectivo de remodelación de la personalidad o de rehabilitación psicosocial, o una terapia psiquiátrica ambulatoria o un régimen de hospitalización.
Muy pocas de estas actividades se viene haciendo entre nosotros. Es menester intervenir en todo caso de síndrome de Otelo con urgencia, en una doble dirección: asistencia y protección a la mujer maltratada, actividad que se viene realizando, y atención al Otelo de turno con alguna de las intervenciones aquí referidas; tarea hoy casi completamente omitida.
Se puede tener la seguridad de que con la prestación de cuidados asistenciales al maltratador, con un mandamiento judicial en caso necesario, hubiéramos podido evitar la muerte de muchas mujeres. Pero nunca es tarde para comenzar.
La pasión de los celos eróticos suele desarrollarse a la sombra de ciertos factores que llamamos factores de riesgo, tales como el antecedente de maltrato infantojuvenil, el consumo de drogas o de alcohol o el trastorno mental patológico.
Es evidente pues, que el maltratador, adolece de graves problemas de salud mental y, sin embargo, se le viene considerando como un delincuente puro cuando requiere para su recuperación la aplicación de alguna de las medidas siguientes: un procedimiento judicial alternativo como la prestación de servicios a la comunidad o un cuidado asistencial en forma de programa individual o colectivo de remodelación de la personalidad o de rehabilitación psicosocial, o una terapia psiquiátrica ambulatoria o un régimen de hospitalización.
Muy pocas de estas actividades se viene haciendo entre nosotros. Es menester intervenir en todo caso de síndrome de Otelo con urgencia, en una doble dirección: asistencia y protección a la mujer maltratada, actividad que se viene realizando, y atención al Otelo de turno con alguna de las intervenciones aquí referidas; tarea hoy casi completamente omitida.
Se puede tener la seguridad de que con la prestación de cuidados asistenciales al maltratador, con un mandamiento judicial en caso necesario, hubiéramos podido evitar la muerte de muchas mujeres. Pero nunca es tarde para comenzar.