Profesionales y expertos aseguran que es un asunto complejo pero prevenible, cuya solución se basa en la comunicación, la empatía y destinar más recursos a su investigación y tratamiento.
La pandemia, el aislamiento y la crisis económica y social, influyen en el aumento de las conductas suicidas.
Verónica Sánchez, Cádiz, 13/11/2022
Las cifras no dejan lugar a dudas, en los últimos años el nº de personas que deciden acabar con su vida va en aumento. En Cádiz «existe una visión contrastada entre los profesionales del entorno sanitario y educativo de un incremento de la petición de ayuda por conducta suicida. En la provincia, la tasa de suicidio por 100.000 habitantes entre 2016-2020 fue de 7,64, casi 2 puntos por debajo de la media de Andalucía, convirtiéndose en la provincia con menor tasa de nuestra región.
Según datos de la Consejería de Salud y Consumo, hubo un incremento del 21% de intentos de suicidio atendidos en los Servicios de Urgencias Hospitalarias, siendo Cádiz la provincia donde se registra una menor subida. 3 de cada 4 fueron mujeres, al contrario que en el número de muertes, donde ocurre a la inversa», explica a este periódico Daniel Jesús López Vega, responsable del Grupo de Conducta Suicida y miembro del Grupo de Intervención Psicológica en Emergencias y Desastres (GIPED) de la delegación de Cádiz del Colegio de Psicología de Andalucía Occidental.
Lo mismo ocurre con las peticiones de asistencia relacionadas con amenazas suicidas recibidas por el Centro de Emergencias Sanitarias 061, que han sido 3.190 en los últimos 3 años. Ascendiendo desde las 976 de 2019, 1.075 en 2020 y 1.139 en 2021.
«Hemos notado un incremento muy notable, de más del 30%, de estas llamadas con respecto al periodo prepandémico», asegura Antonio Ramírez, director del Centro de Emergencias Sanitarias 061 de Cádiz.
Incremento desde la pandemia
«Después de la pandemia por Covid-19 y otras circunstancias sociales concomitantes, se han confirmado las voces que presumían un aumento en las conductas suicidas», detalla Daniel, que además es presidente de la Asociación de Profesionales en Prevención y Postvención del Suicidio, Papageno. Los profesionales apuntan a varios motivos: la situación de aislamiento y distanciamiento social durante la pandemia, el fallecimiento de seres queridos, la posterior crisis laboral, económica y social, la invasión de Ucrania por parte de Rusia y el miedo a sus consecuencias, el cambio climático... Todo ello es «la tormenta perfecta», en palabras de Daniel, para que aparezcan problemas de salud mental y crisis suicidas.
Y es que a los números oficiales probablemente haya que añadirle más, ya que muchos suicidios son registrados como accidentes. Asimismo, un porcentaje de personas con ideas suicidas no piden ayuda a profesionales e incluso lo ocultan en su entorno, por lo que no hay constancia de ellas. Tanto es así que la Organización Mundial de la Salud (OMS), estima que por cada muerte por suicidio en el mundo, habría 20 intentos.
Así las cosas, subraya el presidente de Papageno, que «es importante dar visibilidad al problema, para evitar el alarmismo apocalíptico que en muchas ocasiones se transmite equivocadamente a la población».
Porque, si bien el suicido es un problema complejo, también es «prevenible, y estamos obligados a transmitir ese mensaje alto y claro para que todos aprendamos a 'ocuparnos' de él y no solo a preocuparnos de forma excesiva».
Profesionales preparados
Los profesionales se han puesto manos a la obra y se han creado diferentes iniciativas, como el grupo de trabajo 'Psicología y Conducta Suicida' del Colegio de Psicología o el desarrollo del protocolo específico para la actuación ante las conductas suicidas que ha comenzado el grupo de trabajo de Salud Mental del 061. «Estamos abordando esta materia desde varias grandes áreas», cuenta Antonio Ramírez.
«Por un lado, Centros Coordinadores de Urgencias y Emergencias (grupo que yo lidero), para actualizar los protocolos de triaje telefónico empleado con estos pacientes, establecer formación específica para los teleoperadores, médicos o enfermeros coordinadores y diseñar un catálogo de recursos a los que recurrir de manera ágil durante nuestra intervención en urgencias originada por la conducta suicida».
Y, por otro lado, el grupo de Salud Responde, liderado por el doctor Javier Gómez, médico del Servicio Provincial de Huelva, que «además de recibir llamadas de consulta sobre esta patología tienen un papel fundamental en el seguimiento de pacientes de riesgo».
Para los sanitarios la formación para atender a este tipo de pacientes que necesitan una aproximación comprensiva y empática es primordial. «Debemos estar preparados para interpretar las señales que nos lanzan para abordar el problema de forma precoz», subraya Antonio.
Lo mismo ocurre con los profesionales de la psicología, que, destaca Daniel, pueden «ayudar a la persona con conducta suicida acompañándola en la búsqueda de soluciones alternativas al suicidio, creando planes personales de protección y trabajando los factores de riesgo y protección. Se trata de empoderar en cada momento a la persona que sufre única protagonista del proceso».
Preocupación por los menores
El grupo de edad en el que más suicidios se están produciendo es el comprendido entre los 40 y los 59 años. «A nivel nacional casi llegamos a 4.000, máximo histórico desde que se registran estos datos», destaca Antonio. «Las tasas de suicidio guardan una relación directa con la edad», afirma Daniel.
No obstante, en los últimos tiempos preocupa especialmente el problema de los suicidios en la infancia y adolescencia. «En España en 2020 murieron por suicidio 14 menores de 15 años duplicando los casos de 2019», cuenta el presidente de Papageno. «Esta cifra aumenta a 300 en la etapa de 15 a 29 años. Pero esta preocupación no es nueva. El suicido en la infancia y la adolescencia ha sido un tema constante en la historia, una especie de termómetro de nuestro mundo y su evolución. Cada suicidio es un fracaso de nuestra sociedad, más cuando es de una persona que ve truncada su vida de forma brusca en las 1ª etapas de la vida, siendo este tipo de muertes evitables».
En el caso de los jóvenes gaditanos, «parece que existe un aumento de conductas disruptivas que se relacionan con los trastornos alimentarios, las conductas adictivas, las autolesiones no suicidas y las conductas suicidas en general. En estas edades podría estar jugando un papel importante la falta de opciones de futuro para los más jóvenes y que puede provocar desesperanza en las personas más vulnerables. No menos importante está la baja tolerancia a la frustración que aparece a estas edades. También aparecen dificultades en las habilidades sociales, que se ven reforzadas por los valores predominantes en nuestra sociedad actual. Promover una mayor colaboración y sentido comunitario de la vida frente a la competitividad reinante podría ayudar a mejorar considerablemente la situación».
Detección de señales de riesgo
Pero, ¿qué hacer si detectamos conductas suicidas en alguien de nuestro entorno o un ser querido nos confiesa encontrarse en esta situación?
«La vacuna contra el suicidio ya está inventada: la comunicación. La escucha empática, la preocupación por el otro, el interés por mantener relaciones de ayuda y una visión más comunitaria de nuestro entorno social son las claves de un afrontamiento adecuado de la conducta suicida», afirma el psicólogo.
«Si preguntamos a los demás por cómo se sienten y aprendemos a validar sus emociones sin juzgarlas y sin conductas paternalistas, estamos ayudando a mantener la salud mental. Hablar con calma de las ideas suicidas y perder el miedo a preguntar ayudará a los demás a pedir ayuda cuando lo necesitan». Es importante detectar señales de riesgo.
Las personas con ideas suicidas pueden abandonar su aspecto físico, o asumir conductas de riesgo, preocuparse excesivamente por la muerte, el testamento o la herencia o por el suicido de alguien o aislarse. Además, expresiones como «soy un estorbo para los demás», «no sirvo para nada», «nadie me quiere» o «no hay solución», pueden ponernos en alerta.
A nivel institucional, los profesionales advierten de la necesidad de aumentar los recursos dedicados a la prevención del suicidio y que el acceso a la terapia psicológica no sea un lujo.
Además, la sociedad debe vencer el estigma de acudir a un profesional de la Psicología, normalizándolo y superando los prejuicios.
El aumento de suicidios y de las conductas relacionadas «hace que el problema adquiera tintes de epidemia. Tenemos que hacer algo», advierte Antonio. De momento, el tabú social se está comenzando a superar.
«En los últimos años hemos vivido una ruptura brusca en cuanto al volumen de comunicación relativo al tema del suicidio. Ahora tenemos que aprender a hablarlo responsablemente», dice Daniel.
«En este sentido los medios de comunicación tienen mucho qué decir: su trabajo puede salvar vidas. Históricamente los medios de comunicación han guardado silencio alrededor del tema del suicido reforzando el tabú y limitando las noticias que se publicaban al suicidio fortuito de algún personaje público que paradójicamente favorecía el efecto de imitación en las personas más vulnerables. El mundo de la comunicación, no obstante, ha cambiado con la aparición de internet y las redes sociales y ahora el eco de cualquier persona puede elevarse sin límites a través de estos medios. En relación a esto, un grupo de profesionales de la psicología, periodistas, sobrevivientes y supervivientes han creado una guía que incluyera la comunicación del suicidio como un todo, porque todos somos ahora responsables de combatir los mitos, luchar contra el estigma y, en resumen, aumentar la alfabetización en suicido».
La guía es gratuita y se puede acceder desde este enlace.