Un juez de Londres zanja una separación de una pareja eslava con una división salomónica.
EL PAÍS, Londres / Madrid 12 MAY 2017
Londres se ha convertido en la capital de las demandas de divorcio contra cónyuges supermillonarios. Sobre todo si estos son rusos.
El juez Charles Anthony Haddon-Cave ha decidido dividir casi por la mitad la fortuna de un empresario infiel del Cáucaso, cuya pareja recibirá 536 millones de euros, lo que equivale el 41,5% de los bienes del matrimonio como compensación a su contribución al bienestar familiar. "Me parece que esta cifra está justificada", ha dicho el juez, que no ha dado la identidad de los afectados. El caudal a repartir superaba los 1.292 millones de euros.
Él tiene 61 años y amasó su fortuna con el gas y el petróleo. Ella tiene 44 años y es originaria de un país de Europa oriental. Se conocieron en Moscú en 1989, cuando él estaba de salida de un 1º matrimonio y ella aún estudiaba. Desde 1993 viven en Londres. Tienen 2 hijos, mansiones por medio mundo, empresas en el otro medio, yate, avión, helicóptero...
A pesar de las infidelidades (sobre todo de él), vivían juntos. Eran "un matrimonio subsistente", según el juez, a pesar de que él había tenido una larga relación con otra mujer de la que nació un hijo en 2013. Y esta fue la gota que colmó el vaso de la separación.
La esposa del millonario presentó una demanda de divorcio en la que reclamaba, entre otras cuestiones, 46 millones de euros para comprar una casa en Londres donde mudarse tras la separación, otros 33 millones para adquirir otra en otro lugar del mundo, así como 6,3 millones de euros anuales para gastos. Y el marido no quiso.
Fue entonces cuando ambas partes expusieron en el tribunal sus argumentos y sus millones. El juez Haddon-Cave se enteró entonces de que habían comprado obras de arte por 132 millones; que habían adquirido un yate por 260 millones, al que le hicieron una reforma que costó otros 42; que familia y amigos celebraron el 50 cumpleaños de él en Maldivas; que tenían un Aston Martin de 413.000 euros, o que en 2013 él se había gastado 400.000 euros en joyas... De hecho, ahora estaban remodelando "la casa de vacaciones en Francia" y planificando "la casa de sus sueños en el Cáucaso".
Por lo tanto, eran "un matrimonio subsistente" que, según el juez, "dormía en la misma cama cuando estaban juntos, tenían relaciones sexuales, salían de vacaciones regularmente junto con los niños y compartían una cuenta bancaria conjunta".
La mujer había reclamado originalmente 413 millones de euros. Él dijo no. Ella pidió otros 110 millones. Así que sir Justice Haddon-Cave sentenció: "El valor de su reclamación es de 453.576.152 libras [536.822.568,81 euros al cambio oficial de hoy]. Esto representa el 41,5% del total de los activos matrimoniales. Me parece que esta cifra esta justificada en todas las circunstancias". Este reparto tiene un motivo: "La riqueza se acumuló durante la vida del matrimonio gracias a las contribuciones iguales al bienestar de la familia y por tanto debería estar sujeta al principio de compartir".
Pues compartida: 536 millones para ella, 756 para él. Ninguno pobre.
Él tiene 61 años y amasó su fortuna con el gas y el petróleo. Ella tiene 44 años y es originaria de un país de Europa oriental. Se conocieron en Moscú en 1989, cuando él estaba de salida de un 1º matrimonio y ella aún estudiaba. Desde 1993 viven en Londres. Tienen 2 hijos, mansiones por medio mundo, empresas en el otro medio, yate, avión, helicóptero...
A pesar de las infidelidades (sobre todo de él), vivían juntos. Eran "un matrimonio subsistente", según el juez, a pesar de que él había tenido una larga relación con otra mujer de la que nació un hijo en 2013. Y esta fue la gota que colmó el vaso de la separación.
La esposa del millonario presentó una demanda de divorcio en la que reclamaba, entre otras cuestiones, 46 millones de euros para comprar una casa en Londres donde mudarse tras la separación, otros 33 millones para adquirir otra en otro lugar del mundo, así como 6,3 millones de euros anuales para gastos. Y el marido no quiso.
Fue entonces cuando ambas partes expusieron en el tribunal sus argumentos y sus millones. El juez Haddon-Cave se enteró entonces de que habían comprado obras de arte por 132 millones; que habían adquirido un yate por 260 millones, al que le hicieron una reforma que costó otros 42; que familia y amigos celebraron el 50 cumpleaños de él en Maldivas; que tenían un Aston Martin de 413.000 euros, o que en 2013 él se había gastado 400.000 euros en joyas... De hecho, ahora estaban remodelando "la casa de vacaciones en Francia" y planificando "la casa de sus sueños en el Cáucaso".
Por lo tanto, eran "un matrimonio subsistente" que, según el juez, "dormía en la misma cama cuando estaban juntos, tenían relaciones sexuales, salían de vacaciones regularmente junto con los niños y compartían una cuenta bancaria conjunta".
La mujer había reclamado originalmente 413 millones de euros. Él dijo no. Ella pidió otros 110 millones. Así que sir Justice Haddon-Cave sentenció: "El valor de su reclamación es de 453.576.152 libras [536.822.568,81 euros al cambio oficial de hoy]. Esto representa el 41,5% del total de los activos matrimoniales. Me parece que esta cifra esta justificada en todas las circunstancias". Este reparto tiene un motivo: "La riqueza se acumuló durante la vida del matrimonio gracias a las contribuciones iguales al bienestar de la familia y por tanto debería estar sujeta al principio de compartir".
Pues compartida: 536 millones para ella, 756 para él. Ninguno pobre.