Afrontar un divorcio casi nunca es agradable, sobre todo si el mismo se torna conflictivo y hay hijos menores de por medio; no obstante, según la persona y el contexto en el que se produzca podemos hacer de ello algo transitorio o, por el contrario, convertirlo en el centro gravitacional de nuestro día a día.
PILAR MORENO, 11/03/19
Todos los divorcios pasan por fases diferentes que podemos clasificar en el antes, durante y después.
EL ANTES
Una ruptura matrimonial no aparece de la noche a la mañana (salvo excepciones) sino que suele ser algo que se viene fraguando poco a poco, a fuego lento. Normalmente uno de los cónyuges lleva semanas sino meses, pensando en separarse y los motivos pueden ser de todo tipo.
No obstante tarde o temprano habrá que dar el paso, tener una conversación y soltar la bomba, que, a veces por presumible no deja de ser un simple petardo. Sea como fuere, ese momento es clave en la relación, pues depende muy mucho de cómo se lo tome la otra parte. Puede significar un auténtico polvorín en unos casos, en otro, un alivio para ambas partes.
Puede ser una sorpresa total y, en ese caso, aceptar una realidad no esperada puede suponer grandes vaivenes en el estado emocional del receptor de la noticia hasta tal punto de que los ansiolíticos y anti-depresivos pueden entrar en acción a la par que el alcohol.
Puede ser algo esperado, o, sin serlo, ambos cónyuges cuenten con una capacidad de diálogo poco usual que les haga llegar a acuerdos en las materias más importantes de la ruptura: uso y disfrute de la vivienda conyugal, pago de la hipoteca, custodia de los menores, régimen de visita de los mismos, pensión de alimentos y liquidación de bienes.
En estos casos, la pareja de manera colateral se apropia de múltiples beneficios como pueden ser el ahorro de costes al ir con un mismo abogado y procurador, ahorro de tiempo al ser el divorcio de mutuo acuerdo un proceso mucho más rápido que el divorcio contencioso (y ya no digamos si el divorcio es notarial, donde en cuestión de 48 horas pueden salir con la escritura de divorcio en la mano), y sobre todo ahorro de disgustos y discusiones que no llevan a nada.
No obstante, el divorcio también puede ser traumático, sobre todo en los casos donde es consecuencia de episodios de violencia de género. Una discusión violenta con parte de lesiones de por medio hace que intervengan los cuerpos y fuerzas de seguridad, el juez de violencia que, recordemos es un juez penal, será el que conozca además de los hechos que pudieran ser constitutivos de delito el posible divorcio.
EL DURANTE
En el transcurso del proceso de divorcio pueden darse diferentes situaciones, veamos algunas.
Desahogo. Tanto uno como otro buscan comentar con alguien de confianza su vivencia. Raro es el divorcio donde uno de los cónyuges llevan por dentro los sin sabores de tan complicado trago. Suelen ser amigos o familiares quienes escuchan con más o menos intererés a una de las partes, pero no solo escuchan, sino que también participan, haciendo las veces de abogados de familia o incluso de jueces, pues en muchos casos ya aventuran el devenir del pleito, calculando pensiones, visitas y custodias sin más criterio que los comentarios de 3ºs.
Asesoramiento. Fase crucial y que muchos cónyuges no le dan la importancia que merece, pues como hemos dicho, ya han tenido su ración de procesal civil con un amigo que se divorció hace un tiempo. En esta fase, la mayoría prioriza el coste del profesional por encima de todo, incluso de un posible acuerdo que pueda ser fatal para sus intereses (....).
Acción-reacción. Muchas parejas necesitan un impulso para actuar, en este caso, esperan y esperan a que la otra parte de el 1º paso, que bien puede ser recibir la demanda de divorcio, o bien una propuesta de convenio regulador. Es, en ese momento, cuando reaccionan y buscan en google rápidamente un abogado especialista en divorcios.
Pasividad. En muchos casos, también surge la separación de facto sin consecuencias legales, es decir, cada uno tira por su sitio, como si la institución del matrimonio no fuera con ellos, llegando a pasar años hasta que 1 de los 2, solicita el divorcio, normalmente porque ya tiene otra pareja estable con la que quiere casarse, pero, obviamente, aún no puede. El ofrecimiento al todavía marido/mujer suele solucionarse con un “no tengo problema en darte el divorcio, pero lo pagas tu, que es el que se va a casar”.
Proceso. Llegados a la puerta del juzgado, un mundo de posibilidades se abre para la otrora pareja, pues, si entran a cara de perro, o lo que es lo mismo, con un divorcio contencioso, sólo el juez decidirá sobre el futuro de los litigantes, de sus hijos y de su patrimonio. Ya se sabe el dicho “mas vale un mal acuerdo que un buen pleito”. Llegados a este punto, tal y como hemos dicho antes, será crucial disponer de un abogado matrimonialista de confianza, ya sea un abogado en Madrid, un abogado en Alcalá de Henares, o un abogado en Barcelona, lo importante será su experiencia en este tipo de asuntos.
EL DESPUÉS
Tras la sentencia de divorcio también pueden darse muchas situaciones en las partes, a saber.
Asimilación. Poco a poco, cada uno va asimilando lo que ha pasado. Las tensiones vividas durante el proceso llegan a su punto final, o, al menos, así debería ser.
Adaptación. Las nuevas rutinas van tomando forma en la vida diaria de la ex pareja, nuevas amistades, nuevos horarios para ver a sus hijos, nuevo techo en el que dormir (sobre todo para el progenitor no custodio), nueva adaptación a la economía individual (antes eran 2 nóminas, ahora solo 1).
Inconformista/rebelde. En muchas ocasiones, la sentencia dictada por el juez no es del gusto de todos. El “perjudicado” por la decisión judicial no entiende el porqué de la decisión y se rebela. Puede hacerlo de muchas formas, recurriendo en apelación a la Audiencia Provincial, no pagando la pensión de alimentos, no entregando a los niños a su hora, no pagando los gastos extra escolares, poniendo a sus hijos en contra de su otro progenitor (síndrome de alienación parental), entablando litigios durante años con su ex…
Anquilosamiento en el pasado. Muchas personas divorciadas utilizan su proceso de divorcio para no tener otra vida. Cada día es un recordar aquello que pasó, el agravio sufrido, la infidelidad perdonada y que no sirvió para nada, los años perdidos por alguien que ahora es nuestro peor enemigo. Se niegan a avanzar, a superarlo a rehacer su vida. Utilizan su divorcio para justificarlo todo sin saber hacer auto crítica constructiva y poder salir el hoyo en el que ellos mismos se han metido sin querer abandonarlo. Pasan de necesitar un abogado matrimonialista especialista en divorcios a un abogado para juicio rapido en alcoholemia.
Lo importante es pasar página, dejar atrás el conflicto y seguir hacia adelante, pues de otro modo, será muy complicado avanzar en la vida, ya de por sí complicada.