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La manipulación de los hijos tras la separación genera en los menores odio y dificultades para relacionarse.
Los hijos, víctimas inocentes del odio de los padres.
Algunos niños toman partido por uno de sus progenitores tras la ruptura y al otro le odian hasta el extremo.
MADRID.7 Mayo 10.Rocío Ruiz
Después de la ruptura conflictiva de una pareja, comienza la guerra emocional.
Se forman bandos. Los amigos, los hermanos, la familia... se decantan por uno u otro y, los hijos, en medio del «campo de batalla», también sienten la necesidad de elegir; les resulta difícil ser neutrales.
«Los padres pierden la perspectiva de lo que supone dejar a los hijos fuera de sus problemas y acaban manipulando a los pequeños de una manera o de otra», explica el psicólogo, mediador y terapeuta familiar Ignacio Bolaños.
El conflicto se complica cuando el problema se resuelve en el juzgado y hay que dirimir sobre la custodia de sus pequeños.
«Acarrea mayor enfrentamiento y la necesidad de convencer a los demás. También supone la implicación de los menores, que tienen que dar su opinión, y lo que exponen ante el juez muchas veces se convierte en sentencia», añade.
Así que la declaración del niño es vivida por uno de los padres como una señal de fidelidad; por el otro, como una traición.
El niño acaba tomando partido hasta rechazar de forma irracional y hasta el extremo a un padre o una madre al que siempre han querido. Crecen odiando a uno y, a veces, de por vida.
Es una «orfandad por decisión propia y este rechazo no es sólo fruto de la manipulación, sino de una situación de tensión. De ahí que cuando cortan la relación con uno de ellos aparentan estar mejor, porque se diluye esa tensión», dice Bolaños.Con el tiempo, las secuelas aparecen.
«Crecen abominando a uno de sus padres y eso no es un buen aprendizaje», explica Bolaños. Cuando son adultos «tienen dificultades en sus relaciones de pareja y para asumir su papel de padres».
Por no hablar de las secuelas que deja en un niño cuando en esa ruptura hay malos tratos y abusos sexuales.
«Se sienten víctimas, inseguros, con baja autoestima, dificultades de relación y comportamiento en la adolescencia y en la vida adulta».
Bolaños cree que, en algunos casos, la relación con el padre o la madre a la que han odiado se puede recomponer en el futuro, cuando entran en la vida adulta y pueden pensar por sí mismos.
Muchos, cuando necesitan ayuda, toman la iniciativa, se acercan a los padres “desterrados”».
Los expertos aconsejan pedir ayuda y ponerse en contacto con un servicio de orientación, un terapeuta familiar o un mediador.
En la Asociación de Abuelos Separados de sus Nietos también creen que ayudaría que se pusieran en marcha campañas de concienciación «para evitar manipular a los hijos» en las separaciones.
La Fundación ANAR da fe de que estas situaciones se producen y señala que, cuando un joven les llama por este motivo (900202010), «les preocupa si han hecho algo mal, cómo va a quedar la familia y cómo va a ser relación con sus padres en el futuro», explica Luis Estebaranz, psicólogo y portavoz de la fundación.
Los niños expresan «ansiedad, temor, miedo a perder el contacto con uno de ellos, a que les dejen de querer».
Asegura que «atendemos llamadas en las que apreciamos manipulación de los padres hacia los hijos, a los que se utiliza para atacar sin escrúpulos a su contrario. También detectamos denuncias falsas de padres en la línea del adulto y la familia de la fundación (600505152).
«Hay madres que acusan a sus ex maridos de abusar de sus hijos para lograr la custodia y padres que acusan a sus ex mujeres de tenerlos abandonados o de que la nueva pareja de la mujer los maltrata».
Una visión opuesta es la que ofrece la asociación de mujeres Crecer sin Violencia.
Su portavoz, Rosa Méndez, cree que «detrás de muchas acusaciones de manipulación de los hijos lo que hay es violencia».
Muchos maltratadores condenados obtienen la custodia de sus hijos alegando el «inexistente» síndrome de alienación parental (SAP).
«No se escucha a los niños porque se les presupone manipulados». Después, «los niños se quedan atrapados en el sistema judicial durante años».
«No puedo tener una relación normal»
Los padres de Almudena (32 años) se separaron cuando ella tenía 11 años.
«Mi madre tenía una relación paralela mientras estuvo casada y me utilizó como tapadera para ocultarla frente a mi padre. Me coaccionaba y me amenazaba con quemar la casa con mi padre dentro si le contaba lo de su relación con otro hombre. Al final se separaron y fui a juicio con un guión escrito por ella. Cuando mi padre se acercó a mí, me dio un ataque de nervios, no sabía qué reacción tener con él después de las amenazas de mi madre. Declaré en ese estado de histeria sin un psicólogo que me entendiese. Estoy en tratamiento psicológico y no puedo tener una relación afectiva de pareja normal. He perdonado a mi madre y sigo necesitando a los dos. Con mi padre la relación es más fría, pero sueño con que sea mejor».
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