Radiografía de los divorcios en España: Cada vez se producen más separaciones entre personas mayores de 50 años
Alberto García Cebrián, 05 de mayo de 2021
Para el abogado de familia Alberto García Cebrián existe una doble tendencia de divorcios en España, los de matrimonios fugaces de jóvenes que duran muy poco tiempo juntos y los tardíos de matrimonios maduros que quieren y necesitan divorciarse, pero tardan mucho en dar el paso. De estos segundos hablamos hoy en elcierredigital.com.
Aunque no se debe generalizar sí cabe destacar una evolución que llama la atención en los procesos de divorcio en España y que parece dirigirse a 2 extremos:
Por un lado, parejas jóvenes que contraen matrimonios idealizados, con ciertas expectativas y exigencias que impiden que se mantengan en el tiempo de manera estable y acaban con divorcios abruptos.
Por otro lado, matrimonios de personas maduras que, a pesar de no querer seguir compartiendo sus vidas aguantan mucho tiempo, en ocasiones, con estoica resignación, como si su matrimonio fuera lo que les ha tocado en la vida.
Hoy hablaremos de los 2ºs.
¿Por qué nos cuesta tanto divorciarnos y en ocasiones aguantamos y mantenemos matrimonios infelices? ¿Por qué retrasamos la decisión a pesar de que en muchos casos sabemos que debe ocurrir?
Lo más negativo del divorcio es cómo se produce y gestionar la ruptura y el tiempo que pasa hasta que ambos cónyuges dejan de vivir aquello que no quieren. Pero lo peor es no divorciarse cuando uno o ambos esposos necesitan hacerlo.
Muchas veces nos ponemos una venda en los ojos para no tomar una decisión coherente con nuestros intereses a pesar de tener premisas que nos afirman que la relación no es viable y saberlo en nuestro fuero interno desde hace mucho tiempo. Se repite mucho la frase, al pedir el divorcio, de se me cayó la venda de los ojos como si fuera algo que ha pasado solo, de repente y por sorpresa. Normalmente la “venda” no era lo que nos impedía mirar hacia la relación que teníamos, sino que éramos nosotros mismos los que no queríamos ver ni afrontar la situación.
Todas las parejas discuten y tienen problemas, pero no debemos mantener un matrimonio triste e insatisfactorio soportándolo por entender que es lo normal, la única opción, o engañarnos a nosotros mismos diciéndonos que nuestra situación no es diferente a la de otras personas que están a nuestro alrededor en similares circunstancias y que aguantan en su matrimonio contencioso.
Los divorcios a la edad madura son comunes.
Cada etapa de la vida es diferente pero ahora mismo hay una generación de la población, de entre 50-65 años, que está desgastada y está marcando un cambio social al pedir el divorcio, aumentando considerable-mente el número de estos en este intervalo de edad y que a algunos les parece que hacen tambalear la seguridad de las relaciones de su entorno. Algunos matrimonios ven en sus amistades divorciadas cosas que también quieren y echan en falta, pero no saben si deben dar el paso de la separación y tienen dudas y miedo, optando ante la duda por quedarse como están.
Lo mejor es tener un feliz matrimonio, aunque realmente lo importante no es el matrimonio sino la felicidad. Existen muchas formas de vivir y compartir nuestras vidas y lo más importante es que se haga de corazón y no por costumbre o imitación social. No nos debemos acostumbrar a vivir con alguien sin amor, nuestro marido o mujer no puede ser un apéndice de nosotros mismos. Casados o solteros somos personas independientes que voluntariamente nos vamos uniendo o separando en nuestra relación con otras personas. Tenemos derecho a desarrollar nuestra vida con libertad y buscar aquello que deseemos para nuestra felicidad.
Muchas veces el problema es no saber cuál es el momento adecuado.
Se va dejando y parece que nunca llega la ocasión y esto se debe al hecho de que entendemos la separación como algo extraordinario que va a generar una revolución en la vida poniendo patas arriba nuestra estabilidad. Sin embargo, debería ser algo ordinario. Una opción más.
Una de las posibilidades que deberíamos tener en cuenta desde el principio de una relación matrimonial o no matrimonial, la ruptura.
Al comenzar una relación deberíamos ser conscientes de que puede acabar por nuestra decisión o la de nuestra pareja. Es la única manera de que sea justo, ¿no?
Siendo conscientes de esto, tal vez se podría cuidar más la relación y no nos acomodaríamos a una relación insatisfactoria con tanta facilidad.
Al comenzar una relación deberíamos ser conscientes de que puede acabar por nuestra decisión o la de nuestra pareja. Es la única manera de que sea justo, ¿no?
Siendo conscientes de esto, tal vez se podría cuidar más la relación y no nos acomodaríamos a una relación insatisfactoria con tanta facilidad.
En la mayoría de los casos el cónyuge al que le piden el divorcio ya sabe que su matrimonio no funciona pero no hace nada para evitarlo y es ahí donde hay que adelantarse activamente para cuidar la relación y solucionar los problemas de pareja que pueden devenir en divorcio.
Una vez que una de las partes pide el divorcio a la otra, comienza un proceso de enrarecimiento de la relación, difícil de gestionar correctamente y que puede acabar como el rosario de la Aurora. Alargar un matrimonio agónico con un divorcio tardío en el que los cónyuges pasan un periodo de tiempo juntos cuando lo que necesitan es el divorcio, puede provocar una importante degradación de la relación de pareja al someterla a una presión mayor de la que se debería soportar y el divorcio será innecesariamente más traumático y desagradable, tanto para los cónyuges como para el resto de familiares y entorno, por no haber sabido separarse a tiempo arriesgándose a que se produzcan situaciones límite sin necesidad.
Una vez que una de las partes pide el divorcio a la otra, comienza un proceso de enrarecimiento de la relación, difícil de gestionar correctamente y que puede acabar como el rosario de la Aurora. Alargar un matrimonio agónico con un divorcio tardío en el que los cónyuges pasan un periodo de tiempo juntos cuando lo que necesitan es el divorcio, puede provocar una importante degradación de la relación de pareja al someterla a una presión mayor de la que se debería soportar y el divorcio será innecesariamente más traumático y desagradable, tanto para los cónyuges como para el resto de familiares y entorno, por no haber sabido separarse a tiempo arriesgándose a que se produzcan situaciones límite sin necesidad.
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