Una ley discriminatoria y silenciada.
Maltrato de género
hacia los hombres, una historia que sale a la luz. A un hombre jubilado, perceptor de una pensión de 720 euros, se le exige
una pensión compensatoria de 1.200 euros.
RAD/blastingnews.com/Móstoles/17.12.2014
Años 90. Mujer de "treintaitantos", 2 hijas de 6 y 8 años,
separada de un matrimonio anterior. No recibe ayuda de
su ex y está en la más absoluta ruina. Su objetivo: Un hombre maduro,
trabajador autónomo y con un alto poder adquisitivo en ese momento. Deciden
vivir juntos sin llegar a casarse. Al poco tiempo, ella, cómo no, queda
embarazada.
Hasta ahí todo perfecto. La educación de las hijas de ella, fruto del
matrimonio anterior y las deudas pasadas de la mujer, corrieron a cargo del
hombre maduro. Mientras tanto, la hija en común crecía. Pasaron varios años de
bonanza hasta que, un infortunado accidente de coche, impide que la gallinita
de los huevos de oro, es decir, el madurito, pueda seguir desempeñando el
trabajo que tanto bien económico les reportaba. A partir de ahí, y hasta ahora,
lo único que percibe este señor es una pequeña pensión de invalidez, ahora de
jubilación (720 euros) tras más de 40 años de trabajo.
Las cosas entonces cambiaron como por arte de magia. Han pasado más de 8 años desde que esta pareja se separó. La hija en
común, veinteañera universitaria, de la que desconoce si percibe algún salario
por trabajos esporádicos, y su mamá, han llevado a la
ruina al madurito al que se le viene exigiendo una compensación mensual de 1.200
euros, que debe sacar de los 720 de su pensión de jubilación.
¿Verdad que no cuadran las matemáticas, señores letrados? Por esta razón, el hombre malvendió su casa y pagó la friolera de 90.000
euros a madre e hija. De cualquier modo, se le
sigue exigiendo la pensión compensatoria mensual, que cada año aumenta en 100 euros,
mientras que su pensión de jubilado lo hace en no más de 15 euros anuales.
En todas las vistas que se han llevado a cabo sobre este caso, la mujer
declara encontrarse en paro, cuando se la ha visto
trabajando en la cocina de un bar. Y el expediente sigue creciendo, y los jueces no quieren ver.
Esta es una historia que estoy viviendo muy de cerca y de la que puedo
hablar con todo lujo de detalles. El hombre afectado,
con el que comparto sangre, pensó en el suicidio en más de una ocasión.
Pero, como he podido comprobar, son muchos los hombres los que pasan por este
trance de maltrato de género, sin que nadie les dé voz.
Rafael Rodrigo, miembro de la Asociación de afectados por
la ley de violencia de género, nos habla del suicidio anual de 2.000
hombres por esta causa. Hecho que queda oculto a la sociedad.
Más matemáticas. Año 2006, de 3.260 casos de suicidios, 800 eran mujeres.
¿Qué está ocurriendo en este país, donde las denuncias falsas por
parte de mujeres, en cuanto a maltrato de género son silenciadas? Tengo en mis
manos una estadística que afirma que, entre 2005 y
2008, se interpusieron 600.000 denuncias de las que, según el Consejo General
del Poder Judicial, 343.527, más de la mitad, fueron archivadas por no
encontrar en ellas veracidad alguna. Nos quedan 115.768 sobreseídas y
las que acabaron absueltas, 45.421. Aquí sí cuadran las matemáticas. De todas las denuncias, tan sólo el 16% "concluyen en
una sentencia condenatoria". Y bien, a la vista de la ceguera
de la ley, aún nos queda el recurso del pataleo.
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