MAR ABAD, 21 OCT 2019
... La carta de la señora C.V. de P. y este artículo de Durante muestran que el asunto del divorcio ha caído como agua fría en sartén hirviendo. Decenas de opiniones, a favor y en contra, saltan como chispas a raíz de la noticia. Colombine ve la necesidad de plantear un debate y, todavía con la quemazón del infierno que fue su matrimonio, decide organizar una encuesta para dar a conocer las ideas de los lectores y de algunos hombres ilustres.
A partir de este 2 de enero de 1904 irá publicando "las opiniones de los lectores y lectoras en pro y en contra de la idea".
(…) El 20 de enero, el Diario Universal presenta una columna, El pleito del divorcio, donde irán publicando las respuestas de los ilustres a este asunto. ¡Uf! ¡Se arma un revuelo enorme! Después de mostrar una docena, un día, Colombine anuncia que los apremios de la actualidad y la falta de espacio no permiten dar cuenta de todas las opiniones del plebiscito y por eso las llevará a un libro que titula: "El divorcio en España".
"El divorcio es una de las muchas cuestiones sociales que necesitan ser discutidas sin miedo al anathema sit", explica en el prólogo. "Quise conocer la opinión de hombres eminentes; y los escritores, los adalides del progreso, acudieron a mi llamamiento de un modo que les debo verdadera gratitud. Menos afortunada fui al tratar de conocer la opinión de los políticos. Sus ideas suelen variar a menudo, y la cuestión del divorcio amenaza con pasar de las columnas del periódico al Parlamento. Sin duda temieron comprometerse, y muy pocos han manifestado su pensamiento".
Pío Baroja se pronuncia a favor del divorcio: “Cuando la moral es absurda, el escándalo puede ser una forma de la buena moral”.
Colombine cree que este libro es necesario para perpetuar los 1ºs pasos hacia esta mejora social; para que estas ideas no se las lleve la rapidez vertiginosa de la hoja periodística (...) Participan las voces literarias de la Generación del 98 y autores prestigiosos de este principio del siglo XX: Blasco Ibáñez, José Canalejas, Francisco Silvela, Raimundo Fernández Villaverde…
Pío Baroja vuelve a ser tan rotundo como en 1901, cuando presentó un manifiesto, junto a Azorín y Ramiro de Maeztu, para que España siguiera los pasos de Europa y dejara atrás su moral de sotana.
Ahora, tajante, contesta en el plebiscito:
"Soy partidario acérrimo de que se implante esa reforma social. (…) Los hombres aseguran que no se puede hablar con las mujeres porque su conversación es conversación de tienda de telas únicamente; pero he oído a algunas señoritas decir que no se puede hablar con los hombres por lo estúpidos que son.
No sé quién estará en lo cierto; el hecho es que esta carencia de relaciones entre los de uno y otro sexo, unida a la falta de apasionamiento, hace que haya pocos fogosos entusiasmos entre hombres y mujeres, sean casados o solteros. (…)
Soy partidario de él porque todo lo que sirva para resquebrajar esta costra de leyes, de preceptos, de costumbres, de dogmas intangibles e inmutables que no nos dejan vivir me parece bueno.
Soy partidario de él porque creo que hay que afirmar que todo es revocable, que nada es definitivo, que todo puede transformarse y mejorar. Contra esa idea evolutiva está el sentimiento católico de lo inmutable, de lo doctrinario y dogmático que entre los españoles se da lo mismo en los que se llaman avanzados que en los que se consideran reaccionarios, lo mismo en Salmerón que en Nucedal, en Unamuno como en el padre Coloma.Estamos sujetos a tanta ley, a tanto precepto, a tanta orden; estamos ya tan anquilosados por las férulas del Código, de la moral, de la sociedad, del bien parecer, que aunque no sea más que un respiro, una ligadura de menos, ya es algo. […] Escandalizar es algo. Cuando la moral es absurda, el escándalo puede ser una forma de la buena moral".
A Unamuno le ocurre con el divorcio lo mismo que con las novelas de adulterio: muy rara vez logran interesarle. Pero da sus opiniones, "de las más atrasadas, de las más aburguesadas y de las menos innovadoras", reconoce.
Emilia Pardo Bazán, que abandonó a su marido y vive un encendido romance con Benito Pérez Galdós: “No contesté porque no tengo opinión alguna sobre el divorcio. Necesitaría dedicarme a estudiar esa cuestión, y no dispongo de tiempo”.
"Nunca he podido ver la familia como una mera unión de marido y mujer, sino que aparte, y aun además de los hijos, creo que lleva relación con la sociedad en general, que es una institución social y no un mero contrato entre los cónyuges.
Y pudiera ser que el divorcio trajese mayores males a la vida social que no esa sujeción de los que se casan a algo superior a ellos y a la familia que forman. Creo, además, que el divorcio es un arma contra la mujer".
En la lista aparecen solo 2 mujeres, Colombine y Emilia Pardo Bazán, pero la condesa, que abandonó a su marido y vive un encendido romance con Benito Pérez Galdós, esquiva la pregunta:
"No contesté a usted porque no tengo opinión alguna sobre el divorcio, y por lo tanto no me es posible emitirla. Necesitaría dedicarme a estudiar esa cuestión, y no dispongo de tiempo".
El divorcio se impone en el plebiscito. De los votos recogidos entre los ilustres y los lectores hay 1.462 a favor y solo 320 en contra. Colombine se asoma al mundo, y en las páginas finales de "El divorcio en España", cuenta que en los países de religión ortodoxa admiten el divorcio: en Rusia, Serbia, Rumanía, Bulgaria. En Estados Unidos lo conceden con tal facilidad que se acerca al amor libre y en América Latina existe en casi todas las repúblicas con más o menos amplitud. En Europa ya es una costumbre. Solo Italia, Portugal y España no lo consienten. Y solo el hecho de hablar del divorcio "como una idea nueva" demuestra un lamentable atraso. Pero acaba el libro con optimismo: "Es indudable que se establecerá entre nosotros esta conquista de la civilización".
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