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CONDENADOS A VIVIR JUNTOS PARA PAGAR LA HIPOTECA.
Nuevas reglas de pareja: tú en tu cama y yo en la mía.
"Los derechos adquiridos en la relación de pareja ya no tienen cabida". (Corbis)
Paula Delgado Labrandero 09/03/2012
'Juntos hasta que la hipoteca nos separe'.
Este podría ser uno de los tantos lemas que sugiere la crisis. La escalada de los precios de la vivienda en su día ató a muchas parejas a pagar una letra mensual a 20, 30, 40 o incluso 50 años. Y ahora, aunque quieran separarse, no pueden. El banco no perdona.
Esta situación se traduce en que cada vez son más las parejas, casadas o no, que deciden aguantarse bajo el mismo techo a la espera de que el mercado inmobiliario se reactive.
La salida ante una ruptura es casi siempre la misma:
a.- vender la vivienda conyugal y repartir los beneficios, o bien que
b.- uno de los cónyuges compre la mitad y de esta forma el otro pueda adquirir o alquilar una nueva vivienda.
Pero si no se puede, toca aguantarse. La hipoteca es el único pegamento que les mantiene unidos.
Posiblemente el deber con el banco ha sido parte del freno a la escalada de rupturas en nuestro país.
En 2010 hubo un 5,6% menos de separaciones que el año anterior, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).
Alberto Rubio, abogado de separacionline.com asegura que desde que empezó la crisis hace varios años les llegan varios casos de este tipo.
"Muchas parejas nos manifiestan que tienen acuerdo de vivir juntos a pesar de querer separarse porque no pueden hacer frente a pagar un alquiler, además de cumplir con la hipoteca. Por tanto, deciden convivir juntos hasta que encuentren un comprador". Ardua tarea teniendo en cuenta que los bancos están reticentes a conceder créditos.
Vender para liquidar la hipoteca es casi imposible
María Jesús Torres, abogada responsable del bufete de abogados de familia Zarraluqui recuerda que el código civil, en sus artículos 90 y 91, impone a ambos cónyuges, en caso de cese de la convivencia por separación o divorcio, la obligación de contribuir a las cargas del matrimonio.
Vender para liquidar la hipoteca es lo más razonable, pero la situación económica ha hecho que el plazo medio de venta de una vivienda se haya incrementado considerablemente.
"Y, en ocasiones, las viviendas no se pueden vender, salvo que la bajada del precio sea más que considerable y ello a veces hace que el precio de venta no sea suficiente para cubrir la totalidad de la carga", añade.
Torres reconoce que la crisis ha dificultado que muchas parejas se divorcien porque siguen obligadas al abono del préstamo hipotecario que grava sus viviendas.
"A ello se añade el problema del uso de la misma, ya que tras la separación o divorcio, el uso se atribuye al progenitor custodio de los hijos y el que no es adjudicatario de tal uso tiene que seguir abonando su cuota de carga hipotecaria", advierte.
No poder empezar una nueva vida por separado puede ocasionar roces
Otra opción podría ser la concesión de la vivienda por temporadas.
Pero Rubio no cree que funcione precisamente porque el pago de un alquiler se hace en ocasiones inviable y no todos disponen de la posibilidad de volver a casa de sus padres.
La abogada Torres coincide en este aspecto con Rubio y asegura que su experiencia le dice que acordar un uso de la vivienda por turnos no es la solución más adecuada.
Sea bajo el mismo techo o no, el caso es que estas alternativas permiten a ambas partes seguir manteniendo el mismo poder adquisitivo.
Si se liquidara la relación y la hipoteca, muchos de ellos ni siquiera llegarían a fin de mes.
Motivo por el que Rubio opina que estas parejas rotas suelen llevarse bien.
"Al menos pueden convivir", dice.
Aunque la imposibilidad de empezar una vida nueva por separado suele ocasionar roces.
Hay que evitar actitudes de pareja
El psicólogo mediador-familiar Miguel Hierro asegura que las personas necesitamos sentir que tenemos cierto grado de capacidad para decidir nuestro destino, nuestra forma de vida.
"Cuando nos sentimos impotentes para tomar decisiones que creemos que deberían estar a nuestro alcance pueden surgir dificultades como el conflicto, la agresividad, la depresión o los consumos. Esto no sucede sólo por sentir que no puedo separarme aunque quiera, pero este factor puede influir, en ocasiones, mucho".
Su colega de profesión, el psicólogo experto en predicción del comportamiento Rodrigo Martínez de Ubago explica que esta situación genera mucho estrés en general y que es imprescindible establecer reglas.
"Los conflictos suelen venir por derechos adquiridos en el matrimonio o en la pareja de hecho que ya no tienen vigencia en la nueva situación, pero aparecen de forma natural como el control, los celos, pensar que puedo opinar sobre lo que el otro hace…".
El experto asegura que para llevar este tipo de relación "muy difícil" es imprescindible que ambos afronten la nueva relación con serenidad.
"No acaban de encontrarse cómodos, es una situación que debe resolverse lo antes posible aunque sea volviendo 1 de los 2 a casa de sus padres o con soluciones similares".
Aunque Hierro incide en dejar claro que no todas las parejas reaccionan igual ante la misma situación – "es casi al revés, ante la misma situación cada pareja reacciona de una manera distinta", asegura–, propone a estas parejas dejar de asumir funciones, roles o conductas precisamente de pareja.
"Cuando 2 personas comparten piso, normalmente acuerdan qué temas son comunes – como la compra o las facturas– y cuáles no – como la colada o el teléfono–.
Cuando 2 personas deciden convivir, habitualmente el reparto de tareas se hace de manera conjunta".
Establecer reglas, vital para sobrellevar la nueva convivencia
Es conveniente que ambos aclaren y actúen en consecuencia.
"Si ya no hay relación de pareja, ¿a qué aspectos de la gestión doméstica afectará?
Una regla no escrita pero, a priori evidente, es que si no estamos juntos puedo decidir tener otra relación.
Esta regla es, a veces, muy complicada de asumir y aceptar para algunas personas y parejas", advierte Hierro.
Ubago también considera vital establecer nuevas normas de convivencia.
"La situación debe ser explicitada en todas sus formas. Si la relación ha cambiado, las reglas deben cambiar", asevera.
Reglas básicas de convivencia – como en un piso compartido: espacios, gastos... – y además normas que regulen la relación emocional.
"Si en presencia del otro se habla por teléfono con determinadas personas, si se pueden llevar amigos o parejas nuevas a casa aunque el otro no esté, de qué temas no se puede hablar ni preguntar, cómo será la expresión emocional: saludos, besos, sexo…".
Son parejas – recuerda Ubago – que han tenido una relación muy íntima, "pero las reglas han cambiado y tienen que estar claras para no generar conflictos o fantasías de reconciliación por parte de uno de los miembros".
Si hay hijos de por medio aconseja pactar de antemano lo que se les va a decir y explicarles cómo será la convivencia a partir de ahora.
"Parejas en las que aumenta mucho el conflicto o el sufrimiento de alguno de ellos, ya que no hay nada que salvar y no quieren estar juntas (al menos uno de los dos), y parejas que se dan una oportunidad ya que no encuentran la manera de separarse.
En condiciones normales habrían aguantado menos y se habrían separado pero 'ya que están' intentan recuperar la relación y a veces lo consiguen".
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