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28 diciembre, 2009: ¿Qué igualdad?
Pienso en la idea de igualdad que se nos está vendiendo y se me viene a la cabeza aquella campaña que decía: Te lo diré 1000 veces… ¡Somos iguales!
Y me pregunto:
¿Por qué habría de ser necesario repetirlo mil veces?
¿Será que lo que se proclama con las palabras no se corresponde con los hechos y se trata más de vencer que de convencer?
¿Por qué esa necesidad del feminismo de género de esconderse detrás de una campaña publicitaria tras otra?
¿Por qué esa necesidad de esconderse siempre detrás de algo y no dar nunca la cara?
Cuando el feminismo dice IGUALDAD, ¿qué quiere decir?
¿Quiere decir, que la guerra es cosa de hombres y que por eso sólo a ellos compete?
¿Quiere decir, no a la custodia compartida?
¿Quiere decir, que la ley debe ser y aplicarse diferente según el sexo?
¿Quiere decir, que los recursos públicos deben aplicarse preferentemente a favor de las mujeres?
¿Quiere decir, que el feminismo institucional tiene derecho a una parte de la Administración en exclusiva porque ellas lo valen?
¿Quiere decir, que existe un género bueno y un género malo, un género víctima y un género verdugo?
Si realmente quiere decir todas esas cosas, ¿cómo es posible que sigan hablando de igualdad?
Eso no es igualdad.
Esas son las derivaciones de una ideología para la cual hay un sexo con derechos y otro sin ellos; una ideología que practica un vulgar racismo de género;
una ideología a la que sólo preocupa el poder y sus manifestaciones y que para alcanzar sus fines no duda en todo tipo de tretas y artimañas que eviten que alguna vez tenga que explicar, argumentar y rendir cuentas y hacerlo en primera persona y a la luz pública.
Una ideología que ha convertido su mensaje y sus prácticas en un Credo que, como toda verdad revelada, no puede ser discutido, sólo acatado, y en su expresión más genuina pretende que la situación de la mujer en el patriarcado es equiparable a la de los judíos bajo el nazismo y por tanto lícito que se aplique a quien discrepe los mismos criterios que si del Holocausto o el terrorismo se tratase.
Un Credo en el que no puede faltar un pecado original, claro que, en este caso, referido exclusivamente al varón tocado de una mancha que exigiría “cambiar al hombre”, olvidando lo que ya hace tanto tiempo dijo Spinoza:
“Se imaginan, sin duda, que cumplen una misión divina y que alcanzan la máxima sabiduría haciendo múltiples elogios de una naturaleza humana inventada para acusar de este modo más despiadadamente la que existe de hecho. No conciben a los hombres tal cual son, sino como ellos quisiesen que fuesen. Con frecuencia, en lugar de una ética, escriben una sátira.” B. Spinoza, El filósofo y la política .
Una ideología que practica el viejo principio del privilegiado de negar al otro lo que exige para sí. Las mujeres según esto tendrían derecho al trabajo –determinado tipo de trabajos, con 21 fórmulas especiales de contratación y derecho a la conciliación familiar-;
a la participación en la política y en la economía con iguales oportunidades de acceso que los hombres –paridad-;
y a todo tipo de discriminaciones positivas: en los medios de comunicación, en el acceso a todo tipo de puestos, en la producción cinematográfica…
Los hombres jamás serían acreedores a ningún estímulo o ayuda, ni tan siquiera cuando la realidad muestra su inferioridad objetiva.
Los hijos, no cabe discusión, son suyos, lo mismo que el domicilio conyugal, y por supuesto todas la virtudes asociadas no sólo al hecho de parir también todas las relacionadas con el cuidado y la crianza.
Virtudes que por supuesto no sólo corresponderían a aquellas mujeres que efectivamente son o han sido madres, sino a todas las mujeres y a las que de ningún modo son acreedores los hombres incluidos los que han sido padres y tal vez, grandes y buenos padres.
Poco importa que la mujer madre y trabajadora sea sólo una parte del género femenino, o que el hombre con poder sea una minoría, lo real no puede desmentir a lo simbólico.
Para lograr ese ambicioso objetivo lo jurídico y lo político se han revelado las grandes armas de este feminismo.
En lo jurídico blindando la situación de la mujer a lo largo de toda su vida, al tiempo que se castiga durísimamente al hombre, a quien no se le reconocen en ningún momento derechos en igualdad y ante quien quedan olvidadas todas las grandes conquistas de la modernidad y la democracia, particularmente la presunción de inocencia.
En lo político el feminismo ha conseguido, sin ocupar los puestos más destacados, que tanto los sindicatos como los partidos políticos lleven a cabo sus políticas como si de una encomienda ineludible se tratase.
Una ideología que bajo el pretexto de que casi todo cuando han dicho y escrito los hombres es machista y misógino, pretenden un mundo plano, sin dimensiones, olvidando tanto el tiempo y con ello la historia -también la del pensamiento-, como el espacio de tal modo que nada importarían ni civilizaciones, ni culturas, ni matices, la cosa sería tan simple como que, aquí lo que hay son hombres y mujeres y lo que se debe hacer es lo que ellas digan, pues su condición de víctimas las hace acreedoras a todos los derechos como la condición de verdugo del hombre sólo le reportaría débitos.
No tenemos nada que demostrar y porque nosotras lo valemos serían sus credenciales.
Una ideología que no se caracteriza ni por el cuidado de las formas, ni por su honestidad, ni por su altura.
Una ideología a la que le cuesta el debate, la autocrítica, una ideología que no disimula su deseo de establecer el blindaje de sus verdades mediante la prohibición y la censura, una ideología que cada día niega con más fuerza e insistencia el derecho de expresión, que ha reducido la figura de los jueces en los asuntos de género a mera caricatura sólo capacitados para aplicar una norma definida hasta en sus más mínimos detalles de tal modo que sólo quepa la interpretación que el género desea y que ha establecido rigurosos protocolos sobre como han de contar estas noticias los medios de comunicación.
Una ideología que ha situado el debate en el nivel en el que se lo encontró Sócrates allá por el siglo V antes de Cristo cuando se hizo necesario diferenciar la razón de la mitología, pues está instalada en un lenguaje declarativo propio de la religión y del mito, como si no fuera necesario demostrar lo que se dice y bastase con un porque lo digo yo o porque yo lo valgo.
Una ideología para la que la verdad es un término en desuso y su búsqueda una quimera imposible.
Una ideología que se parapeta tras las víctimas de la violencia doméstica en un ejercicio de apropiación inadmisible y a las que sin ningún rubor usa como coartada para todos sus fines.
Una ideología que recurre demasiadas veces al anatema para rechazar cualquier crítica, no ya a sus planteamientos, sino también a la legislación de género aprobada bajo su inspiración como la Ley de divorcio: sea por su negativa de la custodia compartida, sea por el uso fraudulento que de la misma se está haciendo, sea porque las sentencias terminan concediendo la vivienda familiar y la custodia de los hijos a las madres, sea incluso por denunciar la manipulación de los hijos por parte de algún progenitor…
La posición de este feminismo, equiparando la custodia compartida y el SAP al maltrato, revela mejor que ninguna otra cosa la perversión de una ideología que ha hecho de la amenaza y el anatema sus únicas formas de diálogo y respuesta.
2 comentarios:
Cuando el feminismo reclama igualdad quieren decir IGUALDAD SUBVENCIONADA.
El feminismo que reclama igualdad es el mismo que está satisfecho con la paridad por imperativo legal y no por méritos propios.
El feminismo que reclama igualdad, lo que pretente es favoritismo.
Si a medida que se escuchan reivindicaciones desde ese grupo se anotara en una lista lo que solicitan veríamos la cantidad de absurdos que proponen día tras día.
Pedro Cruz Montesdeoca - Gran Canaria - 31 de diciembre de 2009
Estoy completamente de acuerdo con usted, la Justicia no es real si la ley defiende, aunque sea como dicen por discriminación positiva, a una parte mas que a la otra.
Yo he sufrido una falsa denuncia e increiblemente consiguí demostrar que era mentira todo lo que decía ella, pero su palabra valía como prueba y yo tuve que presentar pruebas y testigos para desmentirla.
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