viernes, 25 de enero de 2008

¿ Quien potencia la Violencia Domestica ?

Degeneradas.

Diarios de Arcadi Espada

http://www.arcadiespada.es/

Orozco se niega a criminalizar los inmigrantes porque lo sean los asesinos de las seis mujeres que en este enero han muerto, víctimas de sus parejas. Muy bien hecho. Aunque fueran inmigrantes todos los que matan a sus parejas la criminalización del inmigrante sería un crimen, porque la inmensa, abrumadora mayoría de los inmigrantes no mata a sus parejas.

Es algo que, toute proportion gardée, los inmigrantes comparten con los hombres. La inmensa mayoría de los hombres no mata a sus mujeres.
No las matan y, sin embargo, Orozco no tiene empacho en criminalizarlos utilizando expresiones como violencia de género.

O lo diré algo más claro: insistiendo, ella y todas las de su nivel, en que esos asesinatos deben etiquetarse de violencia contra las mujeres.
Un tag infamante para el hombre, porque conlleva declararle culpable como especie y ante el que ya va siendo hora que los alfabetizados de cualquier género se rebelen. Esta broma de colegialas pedantes está durando ya demasiado.

La violencia contra las mujeres, como la violencia terrorista, prescinde de la identidad real de la víctima y sólo se muestra atenta a su función simbólica. ETA asesina guardias civiles por serlo, con independencia de su nombre y circunstancia.
Análogamente hay hombres que matan mujeres, sin importarles cuáles. Suponen un mínimo porcentaje de los usos criminales, aunque la literatura y el curanderismo edípico (que es lo mismo) le hayan dado una cierta notoriedad.

Por el contrario, la inmensa mayoría de las veces que un hombre mata a una mujer mata a su mujer y no aceptaría que se la cambiaran por otra: hay algo que lo vincula estrechamente con el cadáver y no con la función social del cadáver. Ningún psicópata verdadero podría decir de una mujer cualquiera que no le ha hecho nada. (¡Todas putas!)
Y qué decir de los etarras y los españoles, y de los nazis y los judíos.

Esta cuestión elemental, escamoteada por la propaganda y el ansia de subvención (¡hazte con un punto de vista y te pagarán un Observatorio!), contribuye a explicar realidades aparentemente contradictorias.
Por un lado que el número de crímenes de parejas no se reduzca en países muy igualitarios o que la proporción de esos crímenes sea mayor entre inmigrantes que entre autóctonos en la mayoría de países de la Unión Europea.

Las causas por las que algunos hombres matan a algunas mujeres podrán ser lentamente combatidas con inteligencia, pedagogía y castigo.
Pero cualquier acción correctora no deberá obviar la causa suprema, con la que tan hermosa y profundamente supo explicar Montaigne su amistad por La Boétie: "Porque él era él y yo era yo". Una frase para el amor y para su doble siniestro.

La criminal estupidez de que los hombres odian a todas las mujeres sólo se explica por la patética presunción simétrica de que las amen a todas. Por el eterno femenino, lagartas.

(Coda: "Cualquier mujer, española o extranjera, es una víctima potencial de ese «patrón de dominio y sumisión» anclado en «pautas culturales» ancestrales." Encarnación Orozco, El Mundo, 24 de enero)

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