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REPORTAJE
"¡Tengo derecho a ver a mi nieto!"
Centenares de abuelos recurren a los tribunales para reclamar las visitas - Los problemas legales están llevando a los mayores a asociarse
PERE RÍOS
Barcelona - 08/08/2008
Blanca González Cordón, una cordobesa de 65 años, dejó de ver a dos de sus nietos en 2005. Y no porque lo quisiera, sino porque se lo impide la madre de las criaturas, separada de su hijo en 2005.
Casos como éste los hay a miles en España por una cuestión muy simple.
En el 97% de las rupturas matrimoniales, según el Instituto Nacional de Estadística, los jueces conceden la custodia de los hijos a las madres separadas, el padre debe atenerse al régimen de visitas que se determine y, si la madre lo incumple, los abuelos paternos quedan desamparados. Hasta ahora, la mayoría se resignaba. Pero ya muchos han dicho basta, y están organizándose y exigiendo su derecho en los juzgados.
Los abogados recomiendan huir de la judicialización del problema.
"Reclamo los derechos de un padre separado", dice una abuela.
La reforma del artículo 160 del Código Civil que se aprobó en 2005 reconoce expresamente que "no podrán impedirse sin causa justa las relaciones personales del hijo con sus abuelos y otros parientes y allegados". "En caso de oposición", continúa el texto, "el juez, a petición del menor, abuelos, parientes o allegados, resolverá atendidas las circunstancias".
Pero una cosa es la ley y otra su cumplimiento.
Y no sólo por la endémica lentitud de la justicia, sino porque en España no existe una jurisdicción especializada de familia, como sucede, por ejemplo, con los juzgados mercantiles o los de menores.
Sólo en las grandes ciudades funcionan juzgados especializados en esos temas, capaces de dar una respuesta rápida a esas situaciones personales y con equipos psicosociales.
En el resto del territorio hay que esperar meses y meses, y lo que sucede en la práctica es que la inmensa mayoría de las denuncias que presentan las mujeres contra sus ex maridos por malos tratos provocan la suspensión del régimen de visitas del padre a los niños. Y por extensión, de los abuelos.
La abogada gaditana Soledad Benítez-Playa, como la mayoría de sus colegas, aconseja "huir de la judicialización del problema", pero en ocasiones la demanda judicial es el único recurso.
Es lo que le ocurre a A., una mujer de la Comunidad Valenciana que quiere ocultar su identidad porque está pendiente de sentencia.
Su hija falleció en 2006, y desde entonces está batallando por ver a su única nieta, de 3 años. "Reclamo los mismos derechos que se le suele reconocer a un padre separado: un mes de vacaciones, fines de semana alternos y la mitad de la Semana Santa y las navidades", explica la mujer. "A esa niña la crié yo. No se le tiene por qué privar de su familia materna".
Centenares de casos como el de esta abuela han llegado a los tribunales, y las respuestas han sido variadas: desde el reconocimiento para que los abuelos vean a los nietos 2 o 3 horas semanales o quinquenales a un fin de semana mensual o unos días de vacaciones.
Incluso el Tribunal Supremo se ha pronunciado ya en 2 ocasiones para sentenciar que las visitas de los abuelos con los nietos han de mantenerse, aunque aquéllos hablen mal del otro progenitor.
Otra cosa es que, una vez haya sentencia, se ejecute.
Y es que el sistema judicial español se ocupa muy poco de ello. La mayoría de los jueces están desbordados, los secretarios judiciales siguen sin tener atribuida por ley la ejecución de las sentencias, y el ministerio fiscal, que debería velar por los más desfavorecidos -en este caso, niños y ancianos- está desaparecido en la jurisdicción de familia.
"Claro que tengo derecho a pedir que me dejen ver a los nietos, pero ¿qué saco con ganar el pleito si la madre se niega a cumplir la sentencia y han de ir los mossos a buscarles para que los pueda ver?", se pregunta María de los Ángeles González, abuela de 72 años vecina de Barcelona.
"El abogado me ha aconsejado que no pleitee", explica. En el último año y medio apenas ha visto a su nieta unas horas. Y fue en el punto de encuentro, un lugar donde los progenitores, casi siempre padres, acuden a ver sus hijos y no pernoctan con ellos por el deterioro de las relaciones entre los cónyuges.
Todos, y algunos entre sollozos, evocan la emoción que sintieron cuando esos menores les llamaron abuela o abuelo por primera vez, o cómo les abrazan cuando están con ellos, siquiera unas horas.
"La última vez me dijo mi nieto mayor que no me había acordado de él por su cumpleaños y le tuve que explicar que le llamé, pero que su madre me colgó el teléfono", recuerda la abuela.
La psicóloga Amaya Beranoaguirre ha tratado a centenares de parejas antes, durante y después de la separación en los 18 años que lleva trabajando en el Servicio de Igualdad del Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz.
"Los niños se utilizan en muchas ocasiones como moneda de cambio y arma arrojadiza. No sólo para lograr bienes materiales tras el divorcio, sino para fastidiar al otro. Y en esa tesitura los más perjudicados acaban siendo los abuelos".
En su opinión, la ruptura matrimonial es la evidencia de un fracaso, "y falta estabilidad psíquica para pensar en los abuelos y los niños, porque bastante tiene la pareja con pasar el duelo".
Beranoaguirre invoca la condición egoísta del ser humano para explicar lo que ocurre con los abuelos. "Los hijos esperan recibir de ellos, pero no piensan en ellos".
Es el caso de Martín Juvilla, un jubilado barcelonés de 60 años.
Tiene dos nietos de 9 y 3 años de su único hijo, separado en 2 ocasiones. Al mayor, del primer matrimonio, le ve siempre que quiere, porque fue un divorcio de mutuo acuerdo y las relaciones son cordiales, pero con la pequeña no es lo mismo.
El padre tiene una orden de alejamiento de la madre por unos presuntos malos tratos psíquicos pendientes de juicio, pero puede seguir viendo a la niña.
Y en esa tesitura es el abuelo quien la va a buscar a casa de la ex nuera, porque así se lo pidió su hijo. "La niña se hace mayor y no creo que valga la pena pleitear por un derecho que a lo mejor te reconoce la justicia cuando ya es muy tarde y puede decidir por sí sola".
Un paso por detrás de la sociedad.
La queja sobre el sistema judicial es común en todos los abuelos. "Los jueces van muy por detrás de la sociedad, siguen pensando que un hombre separado es incapaz de cuidar de sus hijos y les niegan la custodia compartida", se lamenta José Esteban García de los Ríos, profesor de microbiología en la Universidad San Pablo de Madrid.
Tiene 60 años y una única nieta de 20 meses a la que estuvo tres meses sin ver tras la separación de su hijo.
El 31 de julio se acabaron los únicos 15 días que van a estar con ella en todo el verano.
"La madre no autorizó la pernocta y cada día hemos ido con el hijo a buscarla a las 11 de la mañana y entregarla a las ocho de la tarde", explica.
"A estos jueces hay que espabilarlos", añade su esposa Esmeralda Ortiz, de 55 años, documentalista de profesión.
"Ya no estamos en el siglo XIX y deberían pensar en los ciudadanos del futuro que estamos criando si permiten apartar a los niños de sus padres y sus abuelos".
La pareja está acudiendo a los servicios psicosociales para ser examinada por los especialistas en apoyo de la custodia compartida que reclama su hijo.
Estos servicios dependen del Ministerio de Justicia o de las comunidades con las competencias transferidas y su funcionamiento lento también contribuye a explicar la demora en las resoluciones.
Ana Fernández, de 61 años y vecina de Barcelona, se siente "desamparada".
Hace 2 años constituyó la Asociación de Abuelos por la Custodia Compartida, una de las entidades en las que los mayores ya se empiezan a organizar para exigir el derecho de ver a los nietos. Acaba de pasar un mes de vacaciones con su nieto de 6 años. "Estuve 7 meses sin verlo, hasta que en una sentencia me reconocieron el derecho a visitarlo", recuerda.
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