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Faustino F. ÁlvarezOpinión
La moda de las ex.27.11.2009
HAY PERSONAS QUE CONVIERTEN en espectáculo una ruptura, una separación, un divorcio o una nulidad matrimonial.
Y hay un mundillo (un inframundo para los moralistas) en que si una biografía no incluye alguna relación rota se pierde glamour.
A todo esto ha contribuido de manera notable la telebasura, donde los ex y las ex van de plató en plató echando pestes o contando intimidades.
Ahí tenemos un indicador de lo que ha cambiado España desde los tiempos en que un fracaso conyugal era un estigma, y el drama se vivía en una soledad enlutada y angustiosa.
Todo lo que sea conquistar espacios de libertad sea bienvenido, pero hay un límite de racionalidad que debería impedir convertir la propia vida en el show de las noches del sábado.
Nada mejor para que te inviten a un fiestorro que lucir un divorcio reciente sin complejos, casi como una condecoración o como una prueba de que esta España no es la que era.
El amor, como el desamor, no entiende de plebeyos o de nobles, de pobres o de ricos, de tropa o de estado mayor.
Pero hay, evidentemente, personas con más capacidad para interesar a la aburrida afición que busca en la prensa rosa o en ciertos programas de televisión ese mundo que solo conocen como espectadores.
Sorprende la familiaridad con que desde el tendido se siguen las peripecias de los famosos, como si formasen parte de un cálido entorno cercano.
Hay quien llora por los cuernos ajenos, como si fuesen propios, y quien se alegra de una ruptura como si le fuese algo en el asunto.
La condición de ex aporta un plus de interés en la sociedad alegre y desconfiada.
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