Julia Sevilla,18.04.2016 |
La custodia compartida ha entrado de forma controvertida en la agenda
política, de nuevo y casi por sorpresa, enmascarada en la recuperación
de los derechos forales.
Ocurría este miércoles. El Pleno de les
Corts aprobaba con los votos del PP, Compromís y PSPV la retirada de los
recursos de inconstitucionalidad planteados por el gobierno Zapatero
contra leyes de desarrollo del derecho civil foral valenciano
¿En
qué espacio estamos? ¿En el de un viaje a través del tiempo para
enraizar algo inexistente? o ¿en nuestro siglo XXI en el que la custodia
de los y las hijas convive con la violencia de género y sirve de
chantaje emocional para alcanzar unos objetivos que nada o poco tienen
que ver con el bienestar que se dice pretender? Un poco de lio y
un poco alejados nuestros representantes de las reflexiones de las
expertas y de lo que se vive en el día a día de las mujeres que se
encuentran inmersas en un proceso en el que, con frecuencia descubren a
un señor al que se le despierta un deseo ardiente de convivencia con su
descendencia no manifestado hasta ese momento, en la mayoría de los
casos, y en el que suele aparecer poco lo que debería ser lo más
importante: el interés de las hijas e hijos.
Se puede averiguar
si se dan las circunstancias favorables para que se lleve a cabo el
régimen de custodia compartida que se descubren no solo por el reparto
del tiempo y de los gastos sino por compartir, entre otros, una
jerarquía de valores éticos, modelo educativo, reglas de convivencia que
solo son posibles si lo comparten ambos progenitores.
La
aplicación de la custodia compartida en el día a día no es tan sencilla.
Quienes defienden su aplicación, dicen pretender la liberación de las
mujeres, y que genera más igualdad, que ayuda a la
corresponsabilidad. ¿Eso no se puede conseguir antes? ¿Es necesario vivir
una ruptura que a simple vista no parece la situación más propicia para
conseguir esos objetivos?
La realidad parece contrariar esta
afirmación. De entrada porque la liberación de las mujeres debe ser
previa y se debe hacer desde la política y con su colaboración. Porque
las mujeres fuimos excluidas de la ciudadanía y de los derechos civiles
cuando los hombres empezaron a ser ciudadanos y, pese al tiempo
transcurrido, a las declaraciones de derechos, las reformas
constitucionales, las leyes de igualdad.Todavía queda mucho camino por
andar. Un camino en el que hay que escuchar a las mujeres que llevan
años conviviendo con ellas en los procesos de separación, de
postergación en el trabajo, de discriminación en los ámbitos de poder y
en los de convivencia con el maltrato.
Los asesinatos de mujeres
en los que media un proceso de separación que, en ocasiones, tienen
lugar precisamente en los intercambios, a los que desgraciadamente hay
que añadir el de hijos o hijas son, por desgracia, demasiado recientes y
reticentes para que minimicemos el riesgo que comportan estos procesos y
consideremos la custodia compartida como la solución.
Y todo este
debate se ha dado, o asi parece, para que el Tribunal Constitucional no
se pronuncie sobre si tenemos o no competencia porque la ley valenciana
se esta aplicando, incluso se están revisando casos que ya se habían
resuelto. Y además ninguna ley prohíbe que se acuerde la tutela
compartida, lo que defendemos es que se permita al juez o jueza que
hagan su trabajo, que se permita al ministerio fiscal hacer el suyo en
defensa del o la menor. Y estamos de acuerdo en que, como se dijo en el
debate «l´interes superior del menor es tindre una familia que l´estima o
un pare i una mare que l´estime... i quan es trenca la relació que eixa
estima seguix existint». Seguro que esos progenitores se entienden
En
fin, la custodia compartida maquilla, de nuevo, un problema y lo
traslada a un plano estrictamente judicial y legal, cuando es una
cuestión de género y desigualdad. Este es el verdadero debate
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