Antes
o después, llega un día en el que, casi por sorpresa, los hijos se
marchan de casa, las cargas familiares disminuyen, y llega la
jubilación. Y de pronto la pareja, que lleva años poniéndose en un
2º plano, simplemente intentando salir adelante con las
obligaciones y los quehaceres diarios, se vuelve encontrar cada a cara.
Es el momento en el que, después de haber encarado juntos múltiples
avatares, puede surgir una tremenda insatisfacción mutua que puede
llegar a acabar en divorcio.
A la consulta de Blanca Armijo, psicóloga y
psicoterapeuta especilizada en familia de llegan muchas parejas en este punto de la vida. «No es tanto que llegue
esa edad y se lo planteen de pronto. La situación se ha fraguado
lentamente durante todos los años que ha durado el matrimonio.
Seguramente han vivido momentos buenos y malos, pero en estos últimos no
han podido o sabido darse apoyo entre ellos».
Algunas posibles causas.
Los motivos pueden ser múltiples y diversos, pero si hay uno que se de muy frecuente en esta situación es que coincide con el llamado «síndrome del nido vacío».
«El periodo de emancipación de los hijos se ha dilatado mucho, en
ocasiones, hasta los 30 - 35 años, lo que suele
coincidir con estas crisis de los padres. Estos ven como surge su
reencuentro como pareja a la vez que se termina la función parental que
ha dado sentido a sus vidas hasta ese momento. De pronto se miran a los
ojos y se empiezan a preguntar si tienen algo en común y a plantear si
merece la pena seguir juntos», explica Armijo.
A veces las causas hay que buscarlas en las rutinas que no son sustituidas por nuevos estilos de apego
Otras
veces, los desencadenantes para las separaciones a partir de la mediana
edad tienen su raíz, para el psicopedagogo y consultor de familia Pedro
Santamaría, en la «pobre conciliación de los sentimientos afectivos en
las personas, en las rutinas de las relaciones de pareja que no son
sustituidas por nuevos estilos de apego, de pasión, de cariño, y de
detalles, en las metiras que se introducen en la intimidad por falta de
comunicación, de dialogo y confianza...».
O también puede ocurrir,
apunta la psicóloga Marina Martín Artajo, que a estas edades los mayores experimenten las mismas pasiones que a cualquier otra edad.
«Lo cierto es que al final el divorcio es menos frecuente y común por
muchas razones... como pueda ser el miedo a la soledad, el miedo a
sentir que uno no tiene mucho tiempo por delante para rehacer su vida.
La decisión se piensa mucho más, las vidas están más hechas, y es más
difícil asimilar cambios bruscos o no buscados... sobre todo si uno no
ha elegido divorciarse».
No todo está perdido
Lo
ideal sería actuar durante toda la vida nivel preventivo, indica Marta
Torres, consultora independiente especializada en Servicios Sociales y
colaboradora habitual de la Comunidad de Madrid. Es decir, haber
trabajado la relación de pareja en etapas anteriores.
En este sentido,
Torres sugiere «priorizar al otro, independientemente de las exigencias
externas, dedicarse tiempo, mantener un buen nivel de comunicación, etc.
Yo llamo buenas parejas a aquellas que, además de haber creado una
convivencia agradable y establecido vínculos profundos, han sido
realistas con sus expectativas».
En la misma línea se expresa Martín
Artajo, quien concluye que «si bien evitar el desamor como tal es tarea imposible,
si uno cuida del otro y se siente amado por él o ella, las
probabilidades de que una crisis se lleve a la pareja por delante y de
que la situación sea irrecuperable son menores».
No hay comentarios:
Publicar un comentario