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La espiral de la violencia y el silencio
La creencia generalizada es que las mujeres no denuncian por miedo y por vergüenza y que la dependencia emocional les conduce a perdonar a sus agresores cuando el problema de fondo estriba en que no se produce una adecuada identificación de la situación y de la capacidad para afrontarla.
NUEVATRIBUNA.ES 24.11.2010.Pilar Rego
Según datos del IIIº Informe del Observatorio Estatal de Violencia sobre la Mujer en 2009:
a.- se presentaron menos denuncias que en 2008 y
b.- se redujo el número de llamadas al 061.
Las estimaciones apuntan a que sólo se denuncia entre un 10 y un 30% de los casos de maltrato doméstico y las evidencias demuestran que de las 59 víctimas mortales del 2010 sólo 14, un 23,7%, habían denunciado a su agresor.
La creencia generalizada es que las mujeres no denuncian por miedo y por vergüenza y que la dependencia emocional les conduce a perdonar a sus agresores cuando el problema de fondo estriba en que no se produce una adecuada identificación de la situación y de la capacidad para afrontarla.
Circunstancia que incide en la errada valoración que la sociedad otorga en demasiadas ocasiones a las mujeres maltratadas.
Nos encontramos ante mujeres a las que se les cuestiona su actitud y a las que se les exige justificación de su “silencio” y de su “pasividad”, convirtiéndolas en víctimas por 2ª vez.
No podemos ignorar que detrás de las agresiones sexistas y del silencio de las víctimas se encuentra el “síndrome de dependencia afectiva” cuyas consecuencias inmediatas son la negación y la minimización de las agresiones lo que a su vez conduce a la sumisión, al sentimiento de culpabilidad y a la supresión de la libertad y de la capacidad de autonomía, características comunes a todas las mujeres maltratadas a pesar de sus diversos perfiles y edades, de su distinto extracto social y de su diferente bagaje cultural.
La violencia física no estalla de pronto, es consecuencia de un proceso de violencia psicológica que pretende el sometimiento y control de la pareja.
Antes de las agresiones físicas, de los empujones, de los golpes, aparecen la desconsideración, los insultos, las amenazas, las coacciones, la censura de conductas y compañías, el abuso de poder…
Lo que la investigadora y psicóloga Lenore Walker define como las tres fases del Ciclo de la Violencia:
1. El ciclo comienza con una primera fase de Acumulación de la Tensión, en la que la víctima percibe claramente cómo el agresor va volviéndose más susceptible, respondiendo con más agresividad y encontrando motivos de conflicto en cada situación.
2. La segunda fase supone el Estallido de la Tensión, en la que la violencia finalmente explota, dando lugar a la agresión.
3. En la tercera fase, denominada de “Luna de Miel” o Arrepentimiento, el agresor pide disculpas a la víctima, le hace regalos y trata de mostrar su arrepentimiento.
Esta fase va reduciéndose con el tiempo, siendo cada vez más breve y llegando a desaparecer.
Este ciclo, en el que al castigo (agresión) le sigue la expresión de arrepentimiento que mantiene la ilusión del cambio, puede ayudar a explicar la continuidad de la relación por parte de la mujer en los primeros momentos de la misma.
Nada más esclarecedor que el testimonio de quienes han padecido en primera persona agresiones por parte de su pareja para acercar su realidad al punto de vista social. Testimonios como los que se publican en la web de la Asociación Pro Derechos de las Mujeres Maltratadas (APRODEMM) podemos:
“Detectar a un maltratador es más fácil de lo que parece, pero a veces sucede que cuando una mujer o un hombre se enamora pierde la objetividad y sólo ve lo bueno, excusando a su maltratador de las cosas malas que haga y poco a poco acaba convirtiéndose en la sombra de su “verdugo”. Esto puede tener como consecuencia que acabe pensando como él, siendo sumisa y estará tan anulada que ella no será ella misma”.
En su intento de negación de la realidad en la que la que está inmersa, la víctima de maltrato llega a atribuir a su agresor cualidades positivas ya que “se encuentran agotadas por la falta de sentido que el agresor impone en su vida, sin poder comprender lo que sucede, solas y aisladas de su entorno familiar y social y en constante tensión ante cualquier respuesta agresiva de su pareja”.
Romper esa espiral de violencia y silencio, silencio y violencia, es el objetivo a conseguir y en ese arduo camino no podemos olvidar, ni por un solo instante, que las mujeres maltratadas son las víctimas y sus agresores los únicos culpables y que quienes están alrededor y miran sin querer ver tienen una importante cuota de responsabilidad.
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