Ramiro Serrano/ Jueves 29 de Mayo de 2014 –
Hoy en día, cuando los matrimonios estables son
menos frecuentes, unas veces por la falta de tolerancia de las parejas, donde
el equilibrio emocional de los hijos entra a un 2º plano y otras veces
porque a los jóvenes en la actualidad no les interesa formalizar una relación,
hace que muchas veces las crisis que se generan como consecuencia de los
divorcios sean más que por la falta afectiva, por la distribución del dinero
que capitalizaron dentro del ejercicio de esta sociedad civil.La ley contempla protecciones para la mujer y los hijos estableciendo figuras jurídicas sobre los bienes inmuebles: los patrimonios de familia o las afectaciones a vivienda familiar, pero sobre los demás bienes que la pareja obtenga no existe ninguna regulación, constituyéndose en motivo de gran conflicto o quedando en manos de terceros, ajenos a la sociedad, mediante simulaciones o engaños.
El peor negocio sucede cuando existiendo la sociedad conyugal, entra a disolverse con el divorcio porque aunque haya mucho dinero para repartir, éste siempre será poco para el que estaba acostumbrado a manejarlo cuando la sociedad estaba vigente. Esta es la razón del mayor conflicto y por la cual ninguna de las partes queda nunca satisfecha.
Una de las formas para que lo afectivo no dañe lo económico en una relación y viceversa, es firmar las capitulaciones previamente al matrimonio y/o la liquidación de la sociedad conyugal, antes de que se produzca cualquier tipo de divergencia.
Esto no solo sirve para una separación sana, sino en caso de que alguno de los cónyuges realice un mal negocio no se afecte la economía familiar.
Desafortunadamente no tenemos la cultura para hacerlo, ya que si alguno de los esposos lo propone, dicha división económica es tomada como sinónimo de desconfianza y de falta de cariño, cuando verdaderamente se está evitando que por ello se generen reproches económicos por un mal manejo o una gran crisis en caso de una separación
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