" Es muy posible que I., una mujer de unos 40 años a la que por razones obvias no identificaré, se altere cuando vea las discusiones políticas que hay sobre la Ley Integral contra la Violencia de Género. Esta señora está divorciada y su exmarido no deja de acosarla y de colarse en su casa para hacerle la vida imposible, incluyendo un claro maltrato psíquico y físico. I. no dudó en denunciar cada vez que reaparecía por su domicilio, pero se veía impotente porque la Guardia Civil no daba con el mismo, pese a que vive en un pueblo malagueño donde se conocen todos. Los agentes le comentaban que no podían hacer nada más que ir a su domicilio o al de un familiar para darle el aviso de que tenía que personarse en el cuartel. No podían hacer nada más que eso porque son muy pocos agentes. Tras varias semanas, el exmarido al fin fue localizado para notificarle las denuncias que le habían interpuesto, y fue localizado porque acudió voluntaria-mente al puesto de la Guardia Civil... no vayan a creer otra cosa. Hasta que llegó ese momento, éste no dudó en ir varias veces a increpar a I., que veía con impotencia cómo pasaban los días y ella seguía estando completamente desprotegida".
Esta es una realidad que se produce en innumerables casos en la provincia. Para I. lo importante es que se la proteja y no le va la vida en ello las discusiones que se producen sobre este asunto. Vamos, que da igual que la ley se llame contra la violencia machista, intrafamiliar o doméstica, en la que los políticos malgastan sus energías.
No le consuela recibir una paliza y que ésta se denomine de una u otra manera. Hay 2 realidades paralelas en este tema: la política y la que padecen en 1ª persona miles de mujeres en España. La ley se presenta como algo infalible, pese a que sus resultados desde que nació no son para tirar cohetes. Por desgracia siguen aumentado las mujeres que mueren a manos de sus parejas o exparejas. Y de eso no se habla.
No se profundiza. Nadie plantea nada. Se quedan en la superficie, en lo importante que es que se llame de una u otra manera, sin que se analice en qué se está fallando y cómo se puede mejorar. Hay que darle una vuelta también a los daños colaterales que se provoca en algunos hombres. Hay hombres que pasan injustamente noches en el calabozo por el mero hecho de ser denunciados, lo que le acarrea también ipso facto que no pueda optar a la custodia compartida o que incluso la pierda por el mero hecho de estar incursos en un procedimiento penal por violencia de género. El Derecho siempre debe dar una respuesta proporcional a cada situación. Ese debe ser su 1º objetivo. Y en este asunto prima la presunción de culpabilidad sin que se espere a la finalización de los juicios. Evidentemente no todos los casos son iguales en cuanto su gravedad, por lo que lo ideal sería que se actuara conforme a las circunstancias de cada procedimiento, como ocurre por cierto en el resto de delitos castigados en el Código Penal. Para eso están los fiscales y los jueces. En este sentido, la ley es reformable para conseguir este objetivo. Pero eso no vende. Se prefiere mantener debates bizantinos en los que no se llega a lo mollar, a las medidas concretas. La lucha contra la violencia de género necesita más medios. Y es por este camino por el que hay que transitar. Es aquí donde las administraciones tienen que mostrar su verdadero compromiso contra esta lacra. Es cierto que es costoso, pero hay que dar respuestas para salvaguardar el bien jurídico protegido más importante que hay, que no es otro que el de la vida. La ley no puede servir sólo para tener un contador de las víctimas. También hay que buscar alternativas para que no queden sin condenar muchos casos por el miedo que padecen las víctimas cuando tienen que declarar en el juicio, bien porque ven peligrar su sustento económico, bien porque temen ulteriores venganzas. No es la 1ª vez que una mujer fallece a manos de su agresor tras haberlo denunciado varias veces. También hay denuncias que son falsas.
Esta realidad existe, porque hay quien elige este peligroso camino para conseguir ventajas en un proceso de divorcio o por una venganza sentimental. Jueces y fiscales reconocen en privado que efectivamente también existe este pernicioso fenómeno. En la mitad de los casos de Málaga los hombres son absueltos. Se debe estudiar por qué, cuántas son por falta de pruebas y cuántas son porque no hubo agresión. Hay que centrarse en lo que realmente le importa a gente como I., que por desgracia sigue con el miedo en el cuerpo...
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