domingo, 11 de diciembre de 2011

Matrimonio Precario

Matrimonio precario

Rafael Reig. 21 sep 2008.
Dicen las estadísticas que los matrimonios que se disuelven lo hacen tras una media de 15 años de convivencia y dejarán, en más de la mitad de los casos, a menores ‘huérfanos’ de padre. 
El matrimonio se inventó como alianza, una alianza que no se puede disolver porque hay demasiado en juego.
Los padres deben velar y poner los medios para que cuando la relación se resquebraja, puedan reflotarla. Los gobiernos deben facilitar la creación de un entramado multidisciplinar al que puedan acudir las parejas en apuros. 
Al fin y al cabo, cada separación es fuente de pobreza espiritual y económica para sus protagonistas y genera pesimismo y falta de confianza social en esta institución
PILI S. MONTALBÁN BARCELONA

El matrimonio por amor es una invención muy reciente, se generalizó hace menos de un siglo (y eso sólo en una pequeña parte del mundo). 
Los intereses, si no permanentes, son muy duraderos; las pasiones, en cambio, son volátiles, evanescentes, a menudo momentáneas. 
Por lo tanto, el espectacular fracaso del invento no debería sorprender a nadie. 
Si uno se casa por un interés material (por dinero, por la posición social, para unir dos familias o dos líneas de negocio, etc.), lo corriente es que la pareja permanezca unida por
el mismo interés constante, además de que suelen tener expectativas más razonables: saben lo que puede esperar de su matrimonio y no le piden peras al olmo.


Si el objetivo es (según parece por su carta) la permanencia del matrimonio, casarse a remolque del amor es un disparate mayúsculo. 
Lo más resistente, firme y constante es el interés, y no hay mejor fundamento para un matrimonio de larga duración. 
Además, para tomar decisiones acertadas en este punto deberíamos volver a confiar en los padres, en lugar de dejarlo en manos de los jóvenes contrayentes, que rara vez saben lo que de verdad les conviene. 

Y para dar satisfacción al amor y esos otros proyectos pasajeros de felicidad personal, habrá que volver a recurrir, como de costumbre, al adulterio, que no amenazaba al matrimonio, sino que lo apuntalaba aún con más firmeza.
Por otra parte, no conviene olvidar que el matrimonio no es, al fin y al cabo, otra cosa que un contrato
Uno más, y como tal, no suele ser muy diferente del régimen habitual en cada época: así, en la Edad Media se parecía más a un pacto de vasallaje, etc.

Hoy en día, ¿quién tiene un contrato fijo indefinido? 
Si contamos con la tasa de precariedad laboral más elevada de Europa, ¿qué cabe esperar de los contratos matrimoniales? 
Lo mismo que del resto: becarios, contratos basura, encadenamiento de matrimonios temporales precarios, despido libre, prejubilaciones forzosas y, por supuesto, mucha
“flexiguridad” matrimonial.

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