CONSUELO FONT , 11 NOV. 2017
El 13 de noviembre se cumple un decenio desde que se anunció la separación del matrimonio.
El pasado 17 de octubre, Jaime de Marichalar (54) cenó en compañía de un grupo de amigos en el restaurante Numa. Elegantemente vestido y muy animado, su aspecto nada recordaba al hombre destrozado que era cuando se anunció su "cese temporal de la convivencia" con la Infanta, de la que no quería de ninguna manera separarse. Traumático fue entonces ver su hogar conyugal, un lujoso triplex de su propiedad en la calle Ortega y Gasset, prácticamente vacío, pues la Infanta se llevó sus regalos de boda. Pero mucho más doloroso fue el vacío que dejaron sus hijos, que ni siquiera pudo paliar la presencia de su madre, Concepción Sáez de Tejada, fallecida en 2014, que se trasladó a vivir con Jaime, pues las secuelas de su ictus aún le limitaban bastante.
Tras su boda con la Infanta, Marichalar se había amoldado al papel de yerno regio, hasta que el ictus que casi le mata en diciembre de 2001 destapó una personalidad oculta más acorde con una celebridad que con un miembro de la realeza. Las secuelas de su mal, unidas a ciertas excentricidades le convirtieron en carne de cañón de la prensa, algo que no se frenó desde Zarzuela. Quizá se pretendía preparar el terreno para la ruptura de un matrimonio que hacía aguas, especialmente desde su regreso de Nueva York, donde se instalaron una temporada para favorecer la rehabilitación de Marichalar.
Pero la vida da muchas vueltas, pues tras el divorcio Jaime resurgió.
El actual Marichalar nada tiene de perdedor, sino todo lo contrario. Económicamente, goza de una envidiable posición, gracias a la herencia que le dejó su tía Coco y también a su buen hacer en el mundo del lujo. Desde 2013 es consejero de Loewe en España. Sin embargo, perdió los cargos que le proporcionó su condición de yernísimo como presidente de la fundación Winterthur o consejero de Portland. Además, en 2016 le cesaron como consejero de la Sociedad General Inmobiliaria, cadena de centros comerciales propiedad del fallecido Robert de Balkany.
En el plano social tiene bastante menos protagonismo mediático aunque sigue asistiendo a eventos, sobre todo relacionados con la moda, su profesión, muchos fuera de España. Lo cual, lejos de desagradarle, le relaja, pues le quita del ojo del huracán de esa prensa a la que culpa en gran parte de sus desgracias. Sigue manteniendo amistad personal con muchas personalidades poderosas de este país, como el empresario Juan Abelló o las hermanas Koplowitz. También ha logrado recuperarse casi por completo de las secuelas del ictus, del que apenas le queda una leve cojera y cierto agarrotamiento en su mano.
Lejos de excentricidades pasadas, hoy Marichalar es un hombre discreto, centrado en su trabajo y en sus hijos, de los que disfruta semanas alternas, ya que tiene custodia compartida con Doña Elena. Le obsesiona protegerles, por eso aprobó enviar a Frolán a un internado en EE.UU. los últimos años de colegio. Jaime prefería que continuara sus estudios universitarios fuera de España, pero Froilán, de 19 años, se negó y ha comenzado la carrera de Business en el College for International Studies, de Madrid.
Sus hijos son el único lazo que mantiene hoy con la Infanta, con quien la relación, muy tensa tras la separación, es más distendida, aunque nada fluida, como se comprobó en la graduación de Froilán, en mayo, donde evitaron posar juntos. Sin embargo, Jaime sí fue invitado al almuerzo que organizaron en Zarzuela Don Juan Carlos y Doña Sofía, su gran valedora, para celebrar la mayoría de edad de Pipe en 2016.
Un decenio después de su separación, aunque no ha rehecho su vida sentimental, Marichalar ha logrado rehabilitar su imagen asentándose como referente de conducta digna. Sobre todo teniendo en cuenta los escándalos que se han desatado en su familia política, donde Urdangarin, el yernísimo antes ejemplar, está condenado a 6 años y 3 meses de cárcel y sigue ocupando titulares.
El actual Marichalar nada tiene de perdedor, sino todo lo contrario. Económicamente, goza de una envidiable posición, gracias a la herencia que le dejó su tía Coco y también a su buen hacer en el mundo del lujo. Desde 2013 es consejero de Loewe en España. Sin embargo, perdió los cargos que le proporcionó su condición de yernísimo como presidente de la fundación Winterthur o consejero de Portland. Además, en 2016 le cesaron como consejero de la Sociedad General Inmobiliaria, cadena de centros comerciales propiedad del fallecido Robert de Balkany.
En el plano social tiene bastante menos protagonismo mediático aunque sigue asistiendo a eventos, sobre todo relacionados con la moda, su profesión, muchos fuera de España. Lo cual, lejos de desagradarle, le relaja, pues le quita del ojo del huracán de esa prensa a la que culpa en gran parte de sus desgracias. Sigue manteniendo amistad personal con muchas personalidades poderosas de este país, como el empresario Juan Abelló o las hermanas Koplowitz. También ha logrado recuperarse casi por completo de las secuelas del ictus, del que apenas le queda una leve cojera y cierto agarrotamiento en su mano.
Lejos de excentricidades pasadas, hoy Marichalar es un hombre discreto, centrado en su trabajo y en sus hijos, de los que disfruta semanas alternas, ya que tiene custodia compartida con Doña Elena. Le obsesiona protegerles, por eso aprobó enviar a Frolán a un internado en EE.UU. los últimos años de colegio. Jaime prefería que continuara sus estudios universitarios fuera de España, pero Froilán, de 19 años, se negó y ha comenzado la carrera de Business en el College for International Studies, de Madrid.
Sus hijos son el único lazo que mantiene hoy con la Infanta, con quien la relación, muy tensa tras la separación, es más distendida, aunque nada fluida, como se comprobó en la graduación de Froilán, en mayo, donde evitaron posar juntos. Sin embargo, Jaime sí fue invitado al almuerzo que organizaron en Zarzuela Don Juan Carlos y Doña Sofía, su gran valedora, para celebrar la mayoría de edad de Pipe en 2016.
Un decenio después de su separación, aunque no ha rehecho su vida sentimental, Marichalar ha logrado rehabilitar su imagen asentándose como referente de conducta digna. Sobre todo teniendo en cuenta los escándalos que se han desatado en su familia política, donde Urdangarin, el yernísimo antes ejemplar, está condenado a 6 años y 3 meses de cárcel y sigue ocupando titulares.
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