Cuando Antonio Fournier anunció su boda con la griega Ioanna Vardinnoyanis muchos fueron los que felicitaron a la radiante pareja, que se prometía amor en una impresionante ceremonia celebrada en Estambul por el rito ortodoxo. Fruto de esa unión nació su hija, la principal preocupación de la pareja -que ha comenzado los trámites de su divorcio, según adelantó «Vanitatis» en exclusiva-, ya que coinciden en que hay que proteger a la menor de cualquier polémica.
Aunque Fournier ya era un joven en el mundo mediático, lo cierto es que la fortuna familiar de
Ionna era considerablemente superior al nivel de su esposo, y de ahí
que hicieran algo que casi siempre se recomienda en enlaces de este
calibre que es firmar unos acuerdos prematrimoniales de separación de bienes y renuncia a posibles indemnizaciones con el fin de dejar las cuentas claras y silenciar a quienes veían como todo un «pelotazo» este matrimonio. Discretos en su vida privada y social, Ioanna dedica gran parte de su tiempo a la Fundación que creó y
que lleva el nombre de su familia. Preocupados ante la idea de que su
divorcio pueda convertirse en pasto de titulares, el propio Fournier es
quien me aclara que en el tema económico está convencido de que no se va
a producir ninguna guerra puesto que «este divorcio tiene un saldo de cero», recordando que hay una separación de bienes y la fortuna de su esposa seguirá en sus manos.
Otra cuestión más delicada será lo concerniente a la custodia de su hija. A pesar de que cada uno ha elegido a una abogada, Cristina Peña en el caso de Ioanna, y Elena Zarraluqui por parte de Fournier, confían en poder firmar este divorcio de la forma menos desagradable y como 2 personas educadas que se han querido mucho. En los últimos años era un secreto a voces que había problemas de convivencia y
de ahí los rumores que surgían sobre un posible divorcio.
De momento el
matrimonio seguirá en Madrid con su hija y ahora habrá que decidir quién continúa en la vivienda y cómo se organizan con la pequeña.
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