miércoles, 15 de julio de 2009

Divorcios, hijos y falacias "ad nauseam"

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Divorcio, hijos y falacias ´ad nauseam´
Son cientos los padres que cada año solicitan la custodia compartida y, por tanto, son cientos (si no miles) los hijos que disponen de esa oportunidad

MANUEL MOLINA.
Es muy difícil expresar con palabras lo que supone para un padre ser apartado de sus hijos tras una separación o divorcio.
Por muy cerca que nos toque (familiares, amigos, ...), sólo puede comprenderse de verdad cuando se vive en primera persona.
No trataré, por tanto, de explicarlo.
Sí quiero referirme, sin embargo, a uno de los argumentos más perversos y falaces reiterativamente esgrimidos por el falso feminismo "oficial" para oponerse a una regulación legal favorable a la custodia compartida de los menores.

Un argumento que no es otro que el supuestamente escaso porcentaje de hombres que solicitan esa medida (compartir equitativamente el cuidado y la atención a los hijos) una vez rota la pareja.
No obstante, son varios los factores que ponen de manifiesto la demagogia de dicho argumento:
1º) Supongamos por un momento que fuera cierta –que no lo es actualmente– esa afirmación sobre el reducido número de padres interesados en la custodia compartida de los hijos.
La pregunta es: ¿Y qué? Es decir, ¿Qué tiene que ver que ese número sea bajo o alto cuando la inmensa mayoría –por no decir la totalidad– de expertos en la materia viene defendiendo desde hace años los beneficios de la custodia compartida para los menores, frente a la tradicional Custodia "exclusiva" con mero "régimen de visitas" (cual "presidiarios") a favor del padre?
Lean y escuchen ustedes a psicólogos forenses como José Manuel Aguilar (Con papá y con mamá, Síndrome de Alienación Parental) o Asunción Tejedor (Síndrome de Alienación Parental: una forma de maltrato), al doctor Paulino Castells, psiquiatra además de pediatra (Los padres no se divorcian de los hijos) –y tantos otros profesionales que vienen hablando muy claro sobre la cuestión–, y comprobarán que sus argumentos sí son sólidos y bien fundamentados.

Por tanto, no nos dejemos engañar: si lo que de verdad se persigue es el beneficio del menor, sería suficiente con que existiera un solo niño o niña cuyo padre estuviera dispuesto a seguir dedicándose de forma efectiva y cotidiana a sus cuidados y educación, para que la ley le ampare.

2º) En segundo lugar, porque, en realidad, actualmente son cientos los padres que cada año solicitan la custodia compartida de sus hijos; y, por tanto, son cientos (si no miles) los hijos que disponen de esa oportunidad de seguir teniendo en sus vidas a ambos progenitores tras la separación de éstos.

3º) Y por último porque, si bien es cierto que hasta hace poco era escaso el número de padres que solicitaban ese tipo de Custodia, también es verdad que eran muchos más los que la deseaban y se planteaban inicialmente hacerlo, aunque finalmente desistieran.
Y ahí es importante conocer los motivos.
Porque la histórica inercia de juzgados y tribunales (siempre, lógicamente –como decía en una conferencia un Juez al que conozco desde hace años–, "un paso por detrás de los cambios sociales") había marcado una línea más bien conservadora en la atribución de los papeles de "mujer–cuidadora" y "hombre–suministrador" tras los divorcios.

Unos papeles poco acordes con los roles perfectamente asumidos por hombres y mujeres de nuestra generación;
los primeros, plenamente implicados en la atención cotidiana a los hijos desde las primeras horas de vida de éstos;
y las segundas, completamente integradas en la actividad laboral y profesional.

Y esa realidad judicial provocaba que la primera respuesta que –en demasiadas ocasiones– obtenían esos padres al realizar una consulta profesional al respecto, fuera un consejo disuasorio basado en que las posibilidades eran escasas y los costes (tanto materiales, como emocionales) inmensos.
Pero esa tendencia judicial ha empezado a cambiar tímidamente en los últimos tiempos, lo cual ha animado a un gran número de padres a solicitar la custodia compartida de sus hijos.

Por ello, no se trata de obligar a los hombres que hipotéticamente no deseen compartir la custodia (por cierto, cada vez menos) a que la acepten por imposición legal.
Se trata tan solo de favorecer que los padres que sí desean seguir compartiendo esa dedicación a los hijos, no se vean limitados por una legislación que pone trabas –especialmente de índole procesal– a la fluidez en el otorgamiento judicial de esas custodias compartidas.

El tiempo terminará poniéndolo todo –y a todos– en su sitio (la verdad es como el aceite: siempre sale a flote).
Y, en consecuencia, esa demagogia pseudofeminista acabará teniendo –como toda repetitiva falacia ad nauseam– un efecto contrario al pretendido por sus interesadas voceras.

Aunque, mientras tanto, seguirá contribuyendo al lamentable e innecesario sufrimiento de niños y adultos, además de ofender la memoria de las auténticas feministas: las que lucharon honestamente por la verdadera igualdad y dignidad de la mujer para que ésta no siguiera socialmente limitada y predestinada –como antaño– a su histórico papel .

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