PABLO DE LLANO, Miami 17 FEB 2018 -
Arantxa Sánchez Vicario y su marido, Josep Santacana, están en proceso de divorcio, según han confirmado a EL PAÍS fuentes próximas a Santacana que han explicado que llevan casi 2 años separados y viviendo cada uno por su cuenta.
La pareja contrajo matrimonio en 2008 y tiene 2 hijos en común, Arantxa y Leo, de 9 y 7 años. La familia reside en Miami desde hace 4 años.
Este sábado, El Mundo ha informado de que Santacana ha solicitado en un juzgado de Miami la custodia de los niños, alegando que Sánchez Vicario padece problemas psicológicos y no puede hacerse cargo de ellos. El periódico también ha asegurado que el hombre ha abandonado el ático en el que la pareja residía y se ha llevado los bienes de la deportista, e incluso sus trofeos, lo cual ha dejado a la tenista en una mala situación económica. Fuentes próximas a Santacana niegan que el aún marido de la deportista se haya llevado consigo ninguno de sus bienes. EL PAÍS ha tratado de ponerse en contacto con la tenista pero no ha podido tener acceso a su versión de los hechos.
Estaba previsto que la excampeona de Ronald Garros acudiera al Open de Australia entre el 15 y el 23 de febrero para asistir a un acto con veteranos del tenis, pero Sánchez Vicario no ha asistido, sin explicar los motivos de su ausencia. La tenista es la directora deportiva de un club de tenis y además imparte master classes a gente adinerada en Miami, según ha informado una fuente cercana al matrimonio.
La pareja comenzó su relación en 2007 y se casó en 2008. Ya entonces la familia de la tenista manifestó su rechazo e intentó que el hombre firmara unas capitulaciones matrimoniales en las que él renunciara a la fortuna de ella. Él se negó a firmar. Tanto sus padres como sus hermanos le advirtieron de que Santacana no era de fiar. Incluso encargaron una investigación a detectives privados para demostrarle a la deportista que no podía confiar en su pareja.
Este sábado, El Mundo ha informado de que Santacana ha solicitado en un juzgado de Miami la custodia de los niños, alegando que Sánchez Vicario padece problemas psicológicos y no puede hacerse cargo de ellos. El periódico también ha asegurado que el hombre ha abandonado el ático en el que la pareja residía y se ha llevado los bienes de la deportista, e incluso sus trofeos, lo cual ha dejado a la tenista en una mala situación económica. Fuentes próximas a Santacana niegan que el aún marido de la deportista se haya llevado consigo ninguno de sus bienes. EL PAÍS ha tratado de ponerse en contacto con la tenista pero no ha podido tener acceso a su versión de los hechos.
Estaba previsto que la excampeona de Ronald Garros acudiera al Open de Australia entre el 15 y el 23 de febrero para asistir a un acto con veteranos del tenis, pero Sánchez Vicario no ha asistido, sin explicar los motivos de su ausencia. La tenista es la directora deportiva de un club de tenis y además imparte master classes a gente adinerada en Miami, según ha informado una fuente cercana al matrimonio.
La pareja comenzó su relación en 2007 y se casó en 2008. Ya entonces la familia de la tenista manifestó su rechazo e intentó que el hombre firmara unas capitulaciones matrimoniales en las que él renunciara a la fortuna de ella. Él se negó a firmar. Tanto sus padres como sus hermanos le advirtieron de que Santacana no era de fiar. Incluso encargaron una investigación a detectives privados para demostrarle a la deportista que no podía confiar en su pareja.
Ella se sintió traicionada por su familia y eligió a su marido como su gestor económico. A partir de ese momento, ha sido él quien ha manejado la fortuna de la deportista.
Anteriormente, Sánchez Vicario estuvo casada con el periodista Joan Vehils. El matrimonio duró 1 año. En julio de 2001, la pareja publicó un comunicado en el que explicó que mutuo acuerdo había decididó poner fin a su relación.
Los problemas de Sánchez Vicario, en el ámbito familiar y en el económico, han ido sucediéndose. A lo largo de los años ha ido acumulando litigios. Comenzaron en 2003, cuando se vio envuelta en una causa por fraude fiscal. Entonces fue condenada a pagar por las cuotas no satisfechas a Hacienda en los años que fingió vivir en Andorra. Cuando llegó el momento de hacer frente a la multa de 5,2 millones de euros que le fue impuesta, descubrió que no tenía fondos. Pero el conflicto no estalló públicamente hasta 2012, en la presentación de su libro¡Vamos!, donde la ex-tenista acusó a sus padres, a su hermano y a 2 gestores de confianza de haberla arruinado. A partir de entonces, proliferaron las denuncias entre los Sánchez Vicario, que emprendieron una guerra que les ha dividido sin remedio.
En 2012, Arantxa se querelló contra su padre Emilio, su hermano Javier-José y las 2 personas de "confianza" que gestionaban sus ingresos: el abogado Bonaventura Castellanos y el gestor Francisco de Paula. Les atribuía 4 delitos (apropiación indebida, administración fraudulenta, deslealtad profesional y falsedad) por haberse apropiado de una fortuna que, entre torneos y patrocinios, ascendía a unos 45 millones de euros. La querella fue archivada inicialmente pero, en 2013, la Audiencia de Barcelona obligó reabrir la causa e investigar los hechos.
Poco después, la familia intentó hacer las paces. Fue en vano. En febrero de 2015, la tenista declaró en la Ciudad de la Justicia de Barcelona para explicar el porqué de las acciones legales contra su familia. "Estoy en la ruina y quiero que me expliquen por qué tengo tantas deudas. Hacienda y Luxemburgo me reclaman cantidades que no puedo pagar", detalló ante el juez.
5 meses más tarde, la familia Sánchez Vicario firmó un acuerdo para poner fin a su batalla judicial, pero el pacto no cerró las heridas. Fue una paz judicial endeble y sin visos de reconciliación familiar, como el tiempo ha demostrado. La ex-campeona de Roland Garros aceptó desactivar las causas judiciales (en España y Andorra) que había promovido contra sus padres, a los que acusaba de haberla arruinado. A cambio, recuperó el uso de 2 inmuebles que nunca había disfrutado y ni siquiera constaban a su nombre: un piso en la céntrica avenida Diagonal de Barcelona —donde vivían sus padres desde hace 20 años— y una casa de veraneo en la Costa Brava.
Anteriormente, Sánchez Vicario estuvo casada con el periodista Joan Vehils. El matrimonio duró 1 año. En julio de 2001, la pareja publicó un comunicado en el que explicó que mutuo acuerdo había decididó poner fin a su relación.
Los problemas de Sánchez Vicario, en el ámbito familiar y en el económico, han ido sucediéndose. A lo largo de los años ha ido acumulando litigios. Comenzaron en 2003, cuando se vio envuelta en una causa por fraude fiscal. Entonces fue condenada a pagar por las cuotas no satisfechas a Hacienda en los años que fingió vivir en Andorra. Cuando llegó el momento de hacer frente a la multa de 5,2 millones de euros que le fue impuesta, descubrió que no tenía fondos. Pero el conflicto no estalló públicamente hasta 2012, en la presentación de su libro¡Vamos!, donde la ex-tenista acusó a sus padres, a su hermano y a 2 gestores de confianza de haberla arruinado. A partir de entonces, proliferaron las denuncias entre los Sánchez Vicario, que emprendieron una guerra que les ha dividido sin remedio.
En 2012, Arantxa se querelló contra su padre Emilio, su hermano Javier-José y las 2 personas de "confianza" que gestionaban sus ingresos: el abogado Bonaventura Castellanos y el gestor Francisco de Paula. Les atribuía 4 delitos (apropiación indebida, administración fraudulenta, deslealtad profesional y falsedad) por haberse apropiado de una fortuna que, entre torneos y patrocinios, ascendía a unos 45 millones de euros. La querella fue archivada inicialmente pero, en 2013, la Audiencia de Barcelona obligó reabrir la causa e investigar los hechos.
Poco después, la familia intentó hacer las paces. Fue en vano. En febrero de 2015, la tenista declaró en la Ciudad de la Justicia de Barcelona para explicar el porqué de las acciones legales contra su familia. "Estoy en la ruina y quiero que me expliquen por qué tengo tantas deudas. Hacienda y Luxemburgo me reclaman cantidades que no puedo pagar", detalló ante el juez.
5 meses más tarde, la familia Sánchez Vicario firmó un acuerdo para poner fin a su batalla judicial, pero el pacto no cerró las heridas. Fue una paz judicial endeble y sin visos de reconciliación familiar, como el tiempo ha demostrado. La ex-campeona de Roland Garros aceptó desactivar las causas judiciales (en España y Andorra) que había promovido contra sus padres, a los que acusaba de haberla arruinado. A cambio, recuperó el uso de 2 inmuebles que nunca había disfrutado y ni siquiera constaban a su nombre: un piso en la céntrica avenida Diagonal de Barcelona —donde vivían sus padres desde hace 20 años— y una casa de veraneo en la Costa Brava.
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