¿Se deben evaluar las políticas de violencia de género?
BERTA GONZÁLEZ DE VEGA,martinidemar No iría a una marcha contra las "violencias machistas" ni contra "el terrorismo machista", o sea, contra el maltrato a las mujeres, hasta que viera que se evalúan en condiciones las políticas que se han dedicado a combatirlo. Y eso no me convierte en ninguna machista. Sólo me apetece que el debate se limpie de lugares comunes sin contrastar y que nos tomemos tan en serio un problema como para ver qué hemos hecho bien y qué estamos haciendo muy mal.Si alguien se tomara la molestia de consultar los ficheros con las asesinadas a manos de sus parejas se daría cuenta de que el nº no ha variado sensiblemente ni con más dinero ni con la entrada en vigor de la Ley de Violencia de Género.
¿Desde cuándo tiene que ser políticamente incorrecto, machista, exigir pedir cambiar lo que no está dando resultado?
En Educación, por ejemplo, nos ha costado años darnos cuenta de que su mejora tiene que ir más allá de destinar más presupuesto, ¿Por qué no conseguimos que pase lo mismo con la violencia de género? Quizás porque es ya muy complicado desmontar todo un entramado de organismos oficiales con el apellido "De la mujer", que se escapan, por supuesto, a la evaluación de sus políticas. En la marcha de ayer, se pedían más recursos y, según la crónica de Rafael J. Álvarez, que se convirtiera en "asunto de Estado".
¿Alguien cree que no lo sea? ¿Se han molestado en contar organismos, programas, áreas, destinadas a la Mujer y a la Violencia de Género? Sólo en Andalucía, en esta semana, el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía publicaba los nombramientos de las nuevas vocales en 2 de estos observatorios.
¿Eficacia? No parece que haya menos muertas andaluzas.
Hace unas semanas, se publicaba el estudio 'Fuerte como papá, sensible como mamá' sobre estereotipos adolescentes y se constató que se ven como muy diferentes. Algunas explicaciones culpan a las herencias del heteropatriarcado, mientras en otros países, como en Reino Unido y en EEUU, se están dando cuenta de que se sienten diferentes porque, a diferencia de la generación de las que ahora estamos en los 40, les hacen cada vez más diferentes, desde los pasillos rosas de los jugueterías --¿alguien se acuerda de las mochilas unisex que había en las casas de las familias de los 80?-- , a las celebraciones de los cumpleaños --¿de verdad las madres se quedan tranquilas poniendo a sus hijas a desfilar como modelos con 6 años, pintadas, con tacones, y boas de plumas?--, a las carreras de la mujer, o a los organismos para la mujer --¿por qué una mujer que quiera montar un negocio debe tener una ventanilla para ella?--. ¿Creemos en la igualdad?
Vivo y vengo de un entorno privilegiado y soy consciente. De mí no se esperaba ni más ni menos que de mis hermanos. Y estoy rodeada de familias así, donde, diría, incluso puede hacer más ilusión que la niña haga ingeniería que lo haga un chico. Porque se tienen claras las prioridades en educación. Porque se sabe dónde pueden llegar las chicas en un país en el que los hospitales están ya llenos de mujeres médicos, lo mismo que las salas de los juicios, por ejemplo, con jueces, fiscales y abogadas.
Un país, de paso sea dicho, donde hay mucha menos violencia de género que en países que solemos tener como referencia como los nórdicos. Sé que en mi entorno será mucho más difícil que una hija de amiga, una sobrina, una tía, mi madre, acaben en un ataúd asesinadas por sus parejas. Otro lugar común que nadie combate. No, no todas estamos expuestas al mismo peligro.
¿Qué tal empezar a trabajar en los perfiles perfectamente estudiables de las víctimas? ¿O seguimos como a principio de la epidemia del Sida, diciendo que todos estábamos en peligro? Me da la sensación de que fue más eficaz ponerse a trabajar con los grupos de riesgo. Porque los había. Y, en la violencia de género, lo mismo. Creo que casi todo empieza por la educación. En casa y en las escuelas. Pero es más fácil seguir pidiendo más presupuesto o que se consideren más supuestos en la Ley de Violencia de Género. Para qué vamos a evaluar nada. Nos sentimos muy bien y solidarias manifestándonos. Porque, ya lo escribió Tom Wolfe, vivimos en una época en la que la indignación nos reviste de moral. Yo preferiría solucionar las causas que llevan a las muertes que se producen todos los años. Sin que tenga que ver el presupuesto, ni la ley. Ay, los datos.
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