La Jornada|lunes, 17 de febrero del 2014| México, DF.
Las figuras más importantes para los niños y niñas son sus padres. Lo que les ocurra repercutirá inevitablemente en su desarrollo. Pero los adultos pocas veces se dan cuenta, y menos si la familia vive en una constante pelea o en un proceso de divorcio. Es común que estén más preocupados y ocupados por obtener el máximo posible de pensión y/o por salvar lo más que puedan de sus bienes. En esa dinámica los hijos y sus necesidades se vuelven "invisibles" y si los ven, es porque forman parte del "botín" o el "arma" con la que sus padres buscan conseguir sus objetivos.
De hecho, señala Juan Martín Pérez García, director de la Red por los Derechos de la Infancia (Redim), la dificultad que en la actualidad tienen jóvenes y adultos para establecer vínculos emocionales sólidos tiene una larga historia y se debe, en parte, a los cambios que ha experimentado la sociedad, como un mayor número de divorcios o la diversidad de las familias.
Estos fenómenos carecen del acompañamiento del Estado para comprender la nueva realidad y evitar los perjuicios a los miembros de la familia, principalmente los hijos menores de edad.
Aunque el tema del divorcio es hoy más frecuente y ya no tiene el estigma ni el peso cultural de hace años, cuando para algunos era algo impensable en un matrimonio, sigue siendo un problema social, un "fracaso" que, en la mayoría de los ocasiones, no se maneja en forma adecuada, afirma José Ángel Aguilar Gil, especialista en sicoterapia sicoanálitica y sexual.
El especialista, director de la Red Democracia y Sexualidad (Demysex), señala que la mayoría de las personas "lo arregla como puede y, generalmente, el divorcio va ligado a problemas"; los más graves son los que afectan a los niños.
Advierte que el mayor conflicto puede, incluso, no ser la separación de los padres, sino todo lo que hubo antes y después, es decir, las peleas que, por lo general, involucran a los hijos por el pago de colegiaturas no realizado a tiempo, o por las acusaciones mutuas para responsabilizar al otro(a) del mal comportamiento de los niños.
Sólo algunos de los pequeños dan señales claras del daño que les provocan los pleitos y la separación de sus padres. Los detectan los profesores en la escuela por su bajo rendimiento escolar, la rebeldía hacia las autoridades o por la tristeza que los invade, pues se aislan de los demás y eso los vuelve presa fácil de las agresiones de sus compañeros.
Las afectaciones que pueden presentar depende de la edad de los chicos. También está la inmadurez emocional y sicológica, algunas regresiones en, por ejemplo, el control de esfínteres.
En la adolescencia se incrementa el riesgo de que la impulsividad natural que caracteriza a este sector se acreciente y los lleve a situaciones de riesgo, como rodearse de amistades poco convenientes y de ahí al consumo de drogas, las infecciones de transmisión sexual y los embarazos no deseados.
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