jueves, 6 de octubre de 2011

El feminismo se ha fragmentado y pierde fuerza

La Vanguardia.com:El feminismo se ha fragmentado y pierde fuerza.

El movimiento, sin embargo, ve necesario alzar la voz al ver aún lejos la igualdad real


06/10/2011 - Cristina Sen

Celia Amorós, filósofa y teórica del feminismo, recibió el premio Nacional de Ensayo en el 2006.
Era la 1ª mujer a la que se distinguía con este galardón gracias a su obra "La gran diferencia y sus pequeñas consecuencias..."  para la lucha de las mujeres.
"Supone –decía entonces Amorós– una legitimación de la línea de investigación ligada al movimiento feminista. Un movimiento que viene produciendo teoría desde hace mucho tiempo, y que ha sido ignorado durante años".
Ha pasado un lustro y se hace difícil decir que el feminismo haya recuperado como movimiento un lugar preeminente en el debate social, especialmente tras el vigor que vivió en la década de los 70-80.


Pero no hay que analizar con los mismos parámetros la situación en el siglo pasado con la realidad social de esta segunda década del XXI.
En los años 70-80 había muchas cosas a reivindicar, en España estaba prácticamente todo por hacer en el camino para lograr la igualdad teórica, el acceso de la mujer al mundo laboral, el derecho a tener un proyecto propio de vida.


Aquel movimiento tuvo la fuerza suficiente para que en los años posteriores la mayoría de mujeres, aunque no se declarasen feministas, hiciesen suyos los postulados en pro de la igualdad.
Al conseguirlo, el feminismo se quedó algo vacío y débil, señala Juana Gallego, profesora de Periodismo de la UAB y autora del libro "Eva devuelve la costilla".
Podría decirse, comenta, que con el paso del tiempo se ha encerrado algo en sí mismo, adquiriendo un barniz endogámico que le ha restado capacidad de incidencia pública.


Los diagnósticos coinciden en señalar que el feminismo se ha atomizado en colectivos diversos.
La igualdad se defiende en las fábricas, entre las empresarias, en los colectivos de juristas, en la política..., por lo que ya no es patrimonio de un movimiento concreto, lo que es bueno y significa un éxito, pero también comporta problemas.

El feminismo hoy no es unívoco, señala Mercè Pigem, representante de CiU en la comisión de igualdad del Congreso, y al fragmentarse en grupos ha dejado unos "agujeros" en el movimiento.
Unos agujeros no menores que se analizarán más tarde: la incorporación del hombre al mundo doméstico y del cuidado familiar.
Y el peligro de que las generaciones jóvenes piensen que todo está conseguido.


Sara Berbel, doctora en Psicología Social, considera que el salto de las mujeres a las instituciones, lo que denomina la "institucionalización del feminismo", es también una de las causas del debilitamiento de este movimiento.
Sobre el papel esto no tendría que leerse como algo negativo, pero subraya que es imprescindible para seguir avanzando que se recupere la fuerza fuera de las instituciones, en la calle, y se rearme con postulados acordes al siglo XXI.
Hay para ello suficiente pensamiento creado en las cátedras universitarias españolas.

Mucho se ha dicho y se ha escrito sobre el camino de las mujeres y el diagnóstico coincide en subrayar que el gran reto actual es incorporar a los hombres al pensamiento de la igualdad, a la igualdad real una vez conseguida la legal.
Y se señala con énfasis que si no se logra su incorporación plena y masiva a la conciliación familiar, si no se debate a fondo sobre el reparto del tiempo, sobre los salarios, el acceso a buenos puestos de trabajo... esta igualdad será imposible.


Este es el gran caballo de batalla del feminismo actualmente, en un análisis con claroscuros.
Si bien algunos hombres asumen ya esta igualdad real y hay colectivos de hombres que la promueven (ver información adjunta), también se detecta con preocupación la existencia de un neomachismo, que trata de hacer creer que las mujeres están invadiendo más espacio del que les toca.
"Se ponen en circulación debates como denuncias falsas sobre violencia de género, temas como la custodia de los hijos –señala Gallego–, cuando la realidad es que los hombres han aceptado la igualdad mientras no les ha afectado a su estatus".
Ahora el debate les toca de lleno porque las mujeres no pueden evolucionar más si ellos no cambian, y de aquí las reticencias.


Es también así una cuestión de poder, que siempre ha tenido una clave masculina.
Que alguien o algún colectivo ceda el poder, recuerda Berbel, es algo muy difícil.
Para ello es necesario empuje desde las instituciones y una verdadera coeducación en las escuelas.
Los casos y casos de violencia contra las mujeres serían el máximo exponente del dominio clásico, aunque esto merecería un capítulo aparte por su gravedad.


El feminismo se enfrenta hoy a un panorama complejo, que incluye:
1.- este intento de considerarlo políticamente incorrecto,
2.- a una situación de crisis económica que no facilita la igualdad en ningún campo y
3.- a un pensamiento general que se ha vuelto más conservador.

Pigem denuncia un retroceso en el empoderamiento de la mujer (a grandes rasgos, protagonismo y capacidad de incidencia en todos los ámbitos) y señala que un texto como la declaración de Pekín de 1995, suscrito por todos los gobiernos que participaron en la IVª Conferencia Mundial sobre las Mujeres y ambiciosa en sus objetivos, sería hoy imposible de rubricar.

Pese a las dificultades, hay un hilo conductor y un camino claro en los análisis que se realizan desde los diferente colectivos.
El feminismo, como un todo, debe de volver a situarse en la agenda pública porque aún no se han conseguido muchas cosas y, entre ellas, empujar al hombre hacia una nueva masculinidad o, más sencillo, a nuevas responsabilidades.
Algunas hacen notar con preocupación que en el movimiento de los indignados se habló poco de la lucha por la igualdad de la mujer y sobre la violencia de género.
Por ello, se concluye a modo de resumen, hay que advertir a las jóvenes que cuando llega el momento de formar una familia, de luchar por un sueldo o por un puesto de trabajo, la igualdad no está garantizada.


La sentencia de Del Olmo y sus consecuencias.

Una sentencia como la del juez Juan del Olmo anima a los maltratadores ya que les hace sentir fuertes.
Este es el aviso que se ha lanzado desde diversos colectivos feministas después de que el lunes el juez considerase que llamar "zorra" a la pareja no constituye un menosprecio sino que define a una persona que se comporta con astucia.
Teniendo en cuenta el contexto en que se realizó la amenaza, un contexto en el que el acusado, con antecedentes, advirtió reiteradamente a su hijo que iba a matar a su mujer, pone sobre la mesa lo que desde diferente ámbitos y, especialmente desde la óptica feminista, se considera una corriente de fondo encaminada a poner en duda las denuncias por maltrato y a intentar rebajar su gravedad.
Una práctica, señalan desde colectivos feministas, no exclusiva de Del Olmo.

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