domingo, 23 de agosto de 2009

Paris: Divorcio y Vivienda Compartida

http://www.elconfidencial.com/ocio/indice.asp?id=2204
Divorciados, pero obligados a compartir vivienda

@Redacción.Viernes, 05 de mayo de 2006
Cuando se rompe el amor uno desea:
a.- no tener que ver nunca más a su pareja;
b.- olvidarla por completo,
c.- comenzar una nueva vida de cero enmendando los errores pasados y
d.- apostando por el futuro.

Sin embargo, todo el mundo sabe que las cosas del corazón son de todo menos sencillas, y cuando en la crisis amorosa aparecen como invitados los hijos y la vivienda el asunto se complica.
Hasta aquí, lo normal en un divorcio.

Pero ¿qué ocurre cuando la separación es tan sólo legal y no física?
La vida pasada resulta mucho más complicada de dejar atrás si hay que seguir viendo a la antigua pareja todos los días al volver a casa.
El diario francés Libération ha publicado un reportaje sobre las parejas que, una vez divorciadas, tienen que seguir compartiendo el mismo techo.
Los casos no son pocos y la problemática, compleja.

La economía manda
El rotativo parisino revela unos datos que no dejan lugar a dudas.
En Francia el precio del m2 ha aumentado en un 80% en los últimos 6 años.
Sea cual sea la opción de separación elegida, la cuestión económica se vuelve un factor fundamental a la hora de decidir las condiciones del divorcio, sobre todo por la combinación de 2 factores de gran influencia: la vivienda y los hijos.

La inversión resulta tan grande –y las ayudas tan pocas, ya que los padres divorciados son considerados como solteros– que muchas parejas han optado por seguir compartiendo techo aunque no deseen verse las caras.
“El problema es tal que los divorciados no tienen otro remedio que cohabitar.
Separar el salón, dividir la nevera, aplazar los horarios... Yo les propongo soluciones de cohabitación por 6 meses. Más allá, no resulta sano”, explica Pascal Anger, psicoterapeuta y mediador de la Asociación de Ayuda a la Infancia y la Familia de Seine-Saint-Denis.

“Aún creen que nosotros estamos juntos”
“Mis amigos no lo comprenden cuando les digo que mis padres están divorciados pero siguen conviviendo”, relata a Libération Joséphine, una de las hijas de Ida y Gilles, una pareja divorciada tras 11 años de vida en común.
Después de tramitar su separación legal se vieron obligados a tener que compartir una vivienda de 150 m2 con una pequeña casa en el jardín de 2 habitaciones, para que el ex marido pueda tener su propio espacio.
Ellos, sin embargo, soportan la situación como pueden: “Es muy triste, con este modo de vida los niños aún creen que nosotros estamos juntos”, subraya Gilles.

El caso no es en absoluto único.
Sylvie, de 41 años y madre de 4 niños, explica su situación al matutino.
En mayo de 2005 se separó de Jean-François, el que había sido su marido durante 20 años, y comenzó a buscar una nueva vivienda.
“Tras 3 meses de anuncios inmobiliarios, no encontré nada excepto precios elevados”, explica, por lo que ella y su marido continúan viviendo juntos.
“Por consejo de mi abogado continúo en nuestra casa para presionar a mi marido para ponerla en venta”.

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