Antonio Martínez llevó a sus hijas al aeropuerto pensando que se iban de vacaciones pero su mujer las secuestró.
LAURA L. ÁLVAREZ, 14-09-2021
Antonio y Simona se enamoraron hace casi 13 años. Se conocieron en Murcia, donde él tenía una empresa de construcción que tuvo que declarar en concurso de acreedores en 2009. Hasta entonces, ella era una de sus empleadas; una chica muy joven que con 24 años se buscó aquí la vida tras llegar desde su Rumanía natal. Comenzaron una relación a pesar de la diferencia de edad (él tenía entonces casi 40 años) y pronto tuvieron familia: Zoraida Rocío, hace 12 años y, 2 años más tarde, llegó María Emilia.
Todo iba aparentemente bien entre ellos hasta, según Antonio, el verano de 2015. Las niñas ya se habían ido veranos anteriores con su madre a Rumanía para pasar unas semanas con sus abuelos maternos. «Había algunas cosas que no me gustaban de allí, como su creencia extrema en la iglesia ortodoxa: obligaban a las niñas a levantarse a las 6:00 de la madrugada para ir a rezar pero al final entendía que era más importante que pasaran tiempo con su familia de allí ya que el resto del año estaban en España».
Así, aquel agosto de 2015, no había nada fuera de lo normal: los billetes avión estaban comprados y las maletas de las niñas terminadas. Solo un comentario de su niña mayor, Rocío, que le hizo sobresaltarse. Fue un par de días antes de coger ese vuelo: «Papi, mamá está haciendo muchos paquetes para las vacaciones». Él pensó que eran cosas para los abuelos y aquel día, 13 de agosto de 2015, fue a llevar a las 3 al aeropuerto de Valencia, desde donde tomarían el vuelo a Bucarest. «Nos despedimos de forma normal, he pensado mucho en ese momento... Sí que hubo un gesto que se me quedó grabado. Cuando se iban hacia la puerta de embarque Simona se dio la vuelta y me miró por última vez: ella ya sabía que no volvería a ver más a mis hijas». Pero él no lo supo hasta unos días más tarde.
“Las he parido yo y son mías”
Como era costumbre, hablaron por WhatsApp esos 3 primeros días porque, además, Antonio siempre estaba muy pendiente de su hija mayor, diagnosticada de diabetes tipo 1. Esos días Antonio le comentó a Simona que se iba a acercar a la librería para reservar los libros del próximo curso escolar. «Ella me dijo que no tuviera prisa, que ya los cogería ella». Al día siguiente, llegó la noticia. Fue a las 13:45 horas del 17 de agosto y fue en respuesta a los dichosos libros: «No te preocupes (por los libros) porque no vamos a volver nunca. Las he parido yo y son mías».
Acto seguido le bloqueó el móvil y ya no pudo volver a contactar con ella. «Me quedé 2 ó 3 horas en shock. Luego me llevaron a la comisaría a denunciar lo que había pasado». Lo único cierto es que el mes pasado hizo 6 años desde la última vez que Antonio vio a sus hijas. Durante todo este tiempo ha librado una batalla judicial y se ha desplazado en 6 ocasiones a Rumanía para que Simona entregue a las menores.
11 recursos
«La Justicia me ha dado la razón después de los 11 recursos que ha presentado ella. También hay una comisión rogatoria pero nadie dicta una orden de busca y captura», se queja Antonio, como sí ocurrió hace un par de semanas con el caso de los niños Amantia y Kristian Toska, secuestrados por su padre en Alemania y que fueron detenidos en Portugal.
En el caso de Antonio, sin embargo, todo se ha diluido en una maraña judicial que parece no resultar efectiva. Aunque la Justicia española y hasta la Corte Suprema de Bucarest le da la razón de forma sistemática y ordena a la madre a entregar a las niñas, ella incumple las resoluciones judiciales de forma, hasta ahora, impune. «Una de las veces que fui allí, ella no presentó a las niñas en el juzgado y mandó a un grupo de gente a la puerta del jugado que me quería pegar. Tuve que refugiarme en la embajada». Desde SOS Desaparecidos siguen difundiendo el cartel de las menores porque se desconoce su paradero.
11 recursos
«La Justicia me ha dado la razón después de los 11 recursos que ha presentado ella. También hay una comisión rogatoria pero nadie dicta una orden de busca y captura», se queja Antonio, como sí ocurrió hace un par de semanas con el caso de los niños Amantia y Kristian Toska, secuestrados por su padre en Alemania y que fueron detenidos en Portugal.
En el caso de Antonio, sin embargo, todo se ha diluido en una maraña judicial que parece no resultar efectiva. Aunque la Justicia española y hasta la Corte Suprema de Bucarest le da la razón de forma sistemática y ordena a la madre a entregar a las niñas, ella incumple las resoluciones judiciales de forma, hasta ahora, impune. «Una de las veces que fui allí, ella no presentó a las niñas en el juzgado y mandó a un grupo de gente a la puerta del jugado que me quería pegar. Tuve que refugiarme en la embajada». Desde SOS Desaparecidos siguen difundiendo el cartel de las menores porque se desconoce su paradero.
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