En la mayoría de los casos, el divorcio suele ser una situación traumática en la que todos los implicados de la familia pierden.
Se trata por tanto de una
situación dolorosa para todas las partes involucradas y mucho más, para
los hijos del matrimonio que generalmente suelen ser los grandes
perdedores.
Se puede afirmar que no hay una fórmula mágica sobre cómo proteger a los pequeños, ya que bien sean niños de corta edad o adolescentes, sus vidas van a cambiar para siempre.
Sin embargo, siempre será posible minimizar el impacto emocional explicándoles a los menores cuál es la situación real y cómo funcionarán las cosas en el futuro.
Es evidente que los niños tienen un nivel de comprensión diferente al de los adultos, por lo cual, se necesitará un plan práctico para transmitirles lo que se les desea decir de una forma adaptada a su nivel madurativo.
Esto les facilitará soportar y afrontar mejor los cambios y desafíos a los que se tendrán que enfrentar en un futuro cercano.
¿QUÉ CONDUCTAS NO DEBES SEGUIR?
No culpabilizarles: explicar a tu hijo que no es el
causante de la situación será el principal punto básico del que ambos
progenitores deberán de partir, haciéndole saber que sus padres
no se entienden o no están de acuerdo en ciertos asuntos clave y eso
genera conflictos que dificultan la normal convivencia de la familia.
Sin embargo, el niño siempre deberá saber que ambos le quieren y le aman y que nunca él ha sido el responsable del desacuerdo matrimonial y de ninguna forma, puede sentirse culpable.
Explicarles que se avecina un cambio trascendente: para muchos niños, la palabra separación o divorcio de sus padres, implicará terror ante lo desconocido,
sin embargo, el principal problema a comunicar será que la familia
experimentará algunas alteraciones y que estas formarán parte del
crecimiento personal de la vida diaria del niño.
Lo anterior no significa que las cosas
vayan a ir a peor, ya que el tiempo les ayudará a adaptarse y a
acostumbrarse a la nueva situación, intentando siempre dar una visión positiva con la oportunidad de hacer las cosas de una forma nueva y mejor.
Estos cambios no tienen por qué
significar que uno de los cónyuges sea culpable y el otro inocente, o
quien es el bueno y quien es el malo, sino simplemente explicarles que
se va a adoptar una nueva fórmula para la familia en la que seguramente habrá más felicidad y armonía para todos.
Estas variaciones deberán presentarse siempre como una nueva etapa o capítulo positivo en la vida del pequeño.
No explicarle los detalles de la ruptura: comentarle a tus hijos los pormenores que han llevado a la quiebra matrimonial no será una buena idea casi nunca.
Los niños quieren la aprobación de sus
padres y menospreciar al otro progenitor provocará únicamente una
difícil asimilación de la situación para ellos, por lo cual, nunca se
les deberá decir la cruda realidad, sino intentar explicárselo de una
forma sencilla que no implique ningún tipo de trauma.
El hijo no es nunca un confidente: tratarlo como el
mejor amigo durante un periodo tan vulnerable como es el divorcio,
puede ser una tentación, pero es importante recordar que tus pequeños no
son amigos ni colegas, son únicamente tus hijos.
El desahogo y apoyo emocional
para tan traumática etapa lo podrás encontrar en tu red de apoyo
familiar o en tus amigos, parientes o allegados, sin embargo,
tus hijos necesitarán estabilidad, por lo cual, nunca se les deberá
involucrar en la situación matrimonial cuando haya de comunicárseles el
divorcio de los padres.
Dar una versión positiva del futuro: explicando a los niños que sus padres siempre los amarán.
No importa lo que ocurra con posterioridad ni los cambios que se
avecinen, ya que sus papás siempre profesarán por sus pequeños un gran
amor que nunca cambiará, con independencia de donde vivan.
Es evidente que los padres nunca
podrán proteger a sus hijos de todo el daño que el divorcio puede
hacer, pero sí se pueden minimizar sus consecuencias evitando todo el
dolor y sufrimiento que sea absolutamente innecesario.
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