Entre Escila y Caribdis - 16.05.2016
Ciudadanos era el único partido, entre los que tenían una alta probabilidad de representación parlamentaria, que proponía una reforma de la denominada “Ley de Violencia de Género” para eliminar la asimetría penal consistente en que cuando es el hombre el que maltrata a su pareja femenina recibe más castigo que si es al revés, o si la pareja es masculina o ambas son mujeres. Para las próximas elecciones, desde el partido liderado por Albert Rivera, que se define como liberal-social, se ha anunciado que harán una reforma de su propuesta originaria. No está claro si será sólo retórica, modificando la manera de expresarlo de forma que sean más difíciles las manipulaciones torticeras, o se sumarán al consenso mayoritario entre los partidos políticos para mantener la discriminación penal contra los hombres, “justificada” en las estadísticas y... la teoría feminista “de género”, según la cual vivimos en una “sociedad patriarcal”, “heteronormativa” y machista, lo que haría necesario un contrapeso penal para ir más allá de la mera igualdad formal y conseguir una igualdad “real”. A dicha igualdad sólo se accedería, según dicho feminismo radical, a través de la discriminación legal, que implica más castigo para los hombres así como que pasen a ser presuntamente culpables por el mero hecho de ser hombres, de pertenecer al culpable “género” masculino. Subyace al feminismo “de género” el dogma ingenuo de la empirista “tabla rasa”, según la cual no tenemos “esencia” sino sólo “existencia”, y el postulado marxista de la conciencia “de clase” (transmutada en “de género”) en relación antagónica y maniquea con el resto de clases.
Como suele suceder cuando alguien se sale de la norma, Ciudadanos fue muy criticado por el resto de partidos. Al redil de la doctrina de género ya se había incorporado el PP, que tras criticarla estando en la oposición, pasó a defenderla desde el Gobierno. “Hay que aplicar la ley con toda la firmeza. Lo que no podemos es estar debatiendo mientras matan a mujeres personas con antecedentes“, “Ciudadanos desconoce que la violencia sí tiene género” o “Quiere acabar con las penas específicas por violencia machista” fueron algunas de las andanadas dirigidas contra Ciudadanos por parte del resto de partidos. Es decir, se negaba la posibilidad del debate, sustituyendo la razón crítica por la fe ciega; se confundía torticeramente un hecho con una interpretación; y, finalmente, subrepticiamente se acusaba a los críticos de “machistas”. Para un político resulta casi imposible la tentación de sustituir un razonamiento por una falacia, un argumento por un sofisma.
La persecución del lobby del feminismo “de género” es tan fuerte que en su momento la directora del Instituto de la Mujer de Andalucía presionó a la editorial Tecnos para que se retirara el prólogo a su manual de Derecho Penal, que había escrito el catedrático Enrique Gimbernat. Según las apreciaciones de la señora Ana Soledad Ruiz Seguín, Gimbernat había proferido unos juicios de valor que iban “más allá del derecho a la libertad de expresión, pues vulneran el principio constitucional de igualdad entre hombres y mujeres, y suponen un grave atentado contra la dignidad humana”. Es decir, una feminista “de género”, erigida en “poder establecido”, se considera legitimada para amenazar con denuncias y tratar de censurar a quien no está de acuerdo con su opinión. Lo paradójico es que una de las afirmaciones de Gimbernat que más había escocido a la directora del Instituto andaluz de la Mujer era que el catedrático identificaba el feminismo con el nacionalcatolicismo. Aunque, como le aclaró Gimbernat, ni siquiera durante el franquismo los falangistas, o la directora de su Sección Femenina, se habían atrevido a tratar de censurar alguna de las críticas que éste había hecho a sucesivas reformas penales.
Por muy loables que sean los deseos que inspiran la formulación de una ley, si esta no se atiene a los principios racionales, los resultados suelen ser desastrosos, tanto por los deseos insatisfechos como por los principios vulnerados. Winston Churchill se lo explicó en un aforismo genial a Neville Chamberlain a propósito de las negociaciones del 1º ministro laborista con Adolf Hitler: "Se te ofreció poder elegir entre la deshonra y la guerra y elegiste la deshonra, y también tendrás la guerra”.
El lobby del feminismo “de género”, a diferencia del feminismo liberal, mantiene una visión colectivista de los seres humanos y una concepción de las relaciones entre hombres y mujeres de lucha de “géneros” y de suma cero. Los partidarios de la ley se arrogan la preocupación por las mujeres mientras que los contrarios a ella lo harían por machismo implícito. Las ciencias sociales, sobre todo la antropología y la sociología, están en trance de dejar de ser ciencias para convertirse en organizaciones de activismo social. El activismo sacrifica la verdad y la validez, los dos valores fundamentales en el ámbito científico, por valores políticos. Según Miguel Lorente, ex comisario político de la Ley de Violencia de Género, los que criticamos la ley podemos contribuir a que haya más víctimas porque los hombres violentos que están pensando en llevar a cabo una agresión contra su mujer (de las mujeres violentas y de los hombres que ejercen la violencia contra otros hombres se olvida) se sentirán reforzados al ver criticada la Ley de violencia de género. Pero no creo que se sintieran tan reforzados cuando, como era el caso de la propuesta primigenia de Ciudadanos, se pida un aumento de las penas y un agravante en el caso de que se demuestre la intencionalidad machista. Se pueden conseguir resultados mucho más efectivos en la lucha contra la violencia sin tener por ello que vulnerar los principios de la justicia.
Como en el caso del nacionalismo, el feminismo “de género” es una ideología basada en el resentimiento hacia los que no forman parte de su colectivo, el sentimentalismo como reacción primaria ante los problemas y un talante inquisitorial ante los que no participan de sus dogmas. Tanto en un caso como en otro, Ciudadanos emergió como un partido que, a diferencia del PP y del PSOE, no había vendido su alma ilustrada bajo el hechizo de los cantos de sirena electoralistas, el “buen rollismo” mediático y la difuminación postmoderna de los principios. Ante la próxima publicación de su programa electoral remozado esperemos que aún quepa el derecho a la esperanza para que en España haya medidas contra la violencia doméstica en todos sus ámbitos y dimensiones, de manera que se reduzcan las muertes y maltratos sin que por ello haya que anular la presunción de inocencia, el principio de igualdad y el de responsabilidad personal.
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