La mujer portuguesa no se divorcia como las demás.
La ley permite al hombre volver a casarse 120 días antes que
a su ex.
Gracias a un despiste legal, Carolina Beatriz Ângelo fue la 1ª
portuguesa que votó. Corría el año 1911 cuando solo los hombres mayores de 21
años y cabezas de familia tenían el derecho de acudir a las urnas, pero la
cirujana era viuda y, por tanto, demostró que era la jefa de la casa. La
justicia le dio la razón, votó y antes de que se extendiera la moda, los
legisladores de la época se dieron prisa en tapar ese agujero normativo.
La discriminación legal y real de la mujer portuguesa es muy
semejante a la de otros países desarrollados; desde tiempos pretéritos podía
divorciarse en caso de adulterio de su marido “con escándalo público”, aunque
él marido lo podía hacer en cualquier caso; si la esposa se decidía por
matarle, las penas eran más severas que en el caso contrario.
Hoy, la
discriminación es sobre todo por vía laboral, pues la mujer gana menos por
igual trabajo (un 23% menos, según los últimos estudios), mientras que el
Código Civil se va sacudiendo discriminaciones.
Hace unos meses, el Parlamento
aprobó que las parejas lésbicas puedan realizar tratamientos de
fertilidad en el país (hasta ahora se iban a España), 1 año después de que
aprobara la adopción de las parejas homosexuales.
El último reto en este camino sin fin por reducir
diferencias por razón de sexo lo ha descubierto el Bloco de Esquerda. Según la ley de
1967, refrendada en 1977, ya en democracia, la mujer divorciada puede volver a
casarse 300 días después; el porqué de este plazo ya es curioso, pero aún lo es
más que las mentes legisladoras del momento dispusieran que el hombre
divorciado solo necesite 180 días, casi la mitad, para volver a contraer
matrimonio.
En un país que se divorcia como pocos, los plazos son
importantes. Según la Fundación Francisco Manuel
dos Santos, Portugal tiene 73,7 divorcios por cada 100 bodas, y
no es poco habitual reincidir en un 3º y hasta 4º divorcio.
La diputada del Bloco de Esquerda Sandra Cunha espera que el
Parlamento apruebe por unanimidad, en el Día de la Mujer, la unificación de los
plazos. Cunha justifica aquellos tiempos diferentes “por razones de decoro
social” en el caso de embarazos interregnos, pero “hoy no tienen
sentido alguno”. Aún argumentando que el Estado no debería meterse en
cuestiones íntimas, el Bloco mantiene los 180 días de plazo entre bodas, no
tanto por el decoro, como por los trámites y las discusiones para el reparto de
muebles, discos, tiestos y gatos.
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