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Consecuencias de la crisis: familias ampliadas y cambios en la forma de comprar
Viven forzosamente bajo el mismo techo
El 15% de los hogares argentinos alberga a personas que antes habitaban por separado; no en todos los casos son parientes
Algunos hijos casados, separados o divorciados que vuelven al hogar paterno
La falta de intimidad complica las relaciones familiares
Los conflictos de autoridad son frecuentes
Martes 23 de abril de 2002
Algunos se organizan para no coincidir todos al mismo tiempo en la casa.
Otros, en cambio, aprovechan para compartir tiempo juntos y hacer de eso una trinchera desde donde hacerle frente a la realidad.
Son familias que a raíz de la crisis tuvieron que volver a vivir bajo el mismo techo.
El 15% de los hogares argentinos alberga familias ampliadas, según una investigación del Sistema de Información, Evaluación y Monitoreo de Programas Sociales (Siempro), del Ministerio de Desarrollo Social.
Significa que en el país hay 1.234.441 hogares en los que conviven el jefe de familia, su pareja y sus hijos solteros, con otras personas, parientes o no.
De ese segmento demográfico, unas 584.000 viviendas están habitadas por una familia central, más otra u otras familias secundarias.
Es muy probable que los datos se queden cortos con la situación del país después de los últimos golpes de la economía, ya que fueron publicados por Siempro en abril de 2001 y no miden cómo varió el fenómeno los últimos meses por acción de la crisis.
La primera vez.
Aún así, el documento es una de las pocas mediciones que se realizaron sobre el fenómeno. Durante el censo 1991 no se midió la cantidad de familias "ocultas" o subfamilias que vivían bajo un mismo techo.
Tan sólo a fin de este año se tendrá una idea de la variación, cuando el Instituto Nacional de Estadística y Censos termine de procesar los datos de la encuesta poblacional 2001.
Las consultas derivadas de este fenómeno y relacionadas con problemas de convivencia dentro de la familia incrementaron notablemente en las oficinas de Promoción Social del Gobierno de la Ciudad.
"Vimos un aumento en los problemas familiares a partir de la crisis -aseguró Adelma Bossio, jefa de las asistentes sociales del gobierno porteño-. Los problemas, en general, surgen por la convivencia: el abuelo tienen que compartir el cuarto con algún niño, o los hijos no pueden llevar a sus amigos a la casa, el matrimonio tiene que dormir en el living o compartir el cuarto con sus hijos. No existe la independencia y muchos se sienten desplazados porque no hay lugar para ellos dentro de su propio hogar."
Según el estudio, la existencia de núcleos secundarios dentro de un hogar en su mayoría está asociada con la presencia de ingresos bajos o mermados.
Muchas de las familias que volvieron a vivir juntas están compuestas por personas que vieron reducidos sus recursos y conformaron una economía de subsistencia.
En muchos casos no hay un sustento principal, sino que la mayoría de los miembros adultos hace su aporte.
Claro, siempre y cuando tengan algún tipo de trabajo.
Así intentan reducir los gastos del hogar, tales como alquiler, luz, gas, agua.
"Las estrategias familiares suponen un intento de maximizar los recursos disponibles independientemente de que resulten exitosas o no", dice el estudio.
La investigación da cuenta de la permanencia de los hijos en el hogar luego de iniciar su propio proyecto familiar.
Muchos de los núcleos secundarios son monoparentales, es decir que son madres solteras o mujeres divorciadas que vuelven al hogar paterno después de la separación con sus hijos.
En la mayoría de los casos, la presencia de núcleos familiares secundarios está relacionada con el hacinamiento, ya que la vivienda no tiene tantos lugares disponibles como cantidad de habitantes.
Esto significa que no estaba dentro de los planes del grupo tener que compartir el techo.
Familias de clase media
"También aparece una sensación de incertidumbre por el futuro, ya que los miembros comienzan a habituarse a una situación que comenzó siendo temporal, pero que se prolonga y nadie sabe por cuanto tiempo", aseguró Bossio.
Dos tercios de estos hogares con familias ampliadas se corresponden con estratos sociales bajos, mientras que un tercio pertenece a hogares de los tres quintiles de ingreso per cápita más altos. En general, son familias de clase media que acabaron perdiendo su status y su techo.
Según cuenta Bossio, muchos jóvenes que durante los últimos 10 años de estabilidad habían ido a vivir solos o en pareja, por estos días tuvieron que volver a la casa de sus padres.
"En ocasiones este retorno es interpretado por los hijos como un retroceso y otras veces les cuesta volver a ocupar el rol de hijos en la casa de sus padres", dijo.
Otras veces, como consecuencia del retorno de los hijos -sobre todo cuando ya formaron su propia familia- surgen conflictos de autoridad por la convivencia de 2 o más jefes de hogar bajo un mismo techo.
En estas condiciones la convivencia puede ser pacífica o bien producir una dilución de funciones jerárquicas dentro de la familia.
Es decir, una estructura más democrática donde la palabra del padre no tiene más peso que la del hijo ni que la de los demás miembros de la familia.
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