ERIN PIZZEY
Escritora, periodista y, ante todo, precursora del movimiento mundial de albergues para mujeres maltratadas.
Hija de un diplomático británico, Erin Patricia Margaret Carney nació en China en 1939, y alternó sus primeros años entre los diversos destinos de su padre en ultramar y una estricta escuela religiosa de Inglaterra. En 1961 se casó con el periodista Jack Pizzey. Divorciada, en 1979 contrajo matrimonio con el psicólogo Jeffrey Shapiro, en cuya colaboración escribió Prone to violence ("Proclives a la violencia") (1982).
En 1971 fundó el primer albergue moderno de mujeres maltratadas en Chiswick, cerca de Londres, y conoce de primera mano el mundo de la violencia doméstica. El albergue de Chiswick, en el que Erin Pizzey mantuvo a toda costa una política de puertas abiertas, pronto se vio desbordado por la gran afluencia de mujeres y niños.
Las autoridades no tardaron en preocuparse por las condiciones sanitarias y de hacinamiento, que costaron a su promotora interminables procesos judiciales. Sólo la intervención directa de la Reina evitó el cierre de la institución. A lo largo de diez años, Erin Pizzey trató con más de 5.000 mujeres y sus hijos, acogidos en su albergue.
Erin Pizzey comprendió desde el primer momento que existía una clara distinción entre las mujeres que, accidentalmente, habían emprendido una relación con un compañero violento al que deseaban abandonar definitivamente y las mujeres que, por profundas razones psicológicas generalmente relacionadas con experiencias infantiles de violencia, buscaban una o sucesivas relaciones violentas, sin intención de abandonarlas.
A ese respecto, Erin Pizzey afirma: "... es esencial comprender el diferente significado con que utilizamos las palabras 'maltratadas' y 'proclives a la violencia'. Para nosotros, una persona maltratada es la víctima inocente de la violencia de otra persona; mientras que una persona proclive a la violencia es la víctima de su propia adicción a la violencia”. Ambos tipos de mujeres necesitan tipos de ayuda totalmente distintos.
Según sus conclusiones, 62 de las primeras 100 mujeres que llegaron al albergue eran tanto o más violentas que los compañeros de los que huían, "y a cuyo lado acababan volviendo una y otra vez debido a su adicción al dolor y a la violencia".
Erin Pizzey ha escrito varios libros sobre la violencia doméstica, entre los que destaca el mencionado Prone to violence, que recoge la experiencia de esos diez años de trabajo en el albergue. Tras la publicación del libro, Erin Pizzey recibió amenazas de muerte contra sí misma y contra su familia, y se le aconsejó que, durante la gira de promoción del libro, viajase acompañada de escolta policial.
El volumen desapareció pronto de los estantes de las bibliotecas y librerías, y el editor se arruinó. El acoso alcanzó tales proporciones que Erin Pizzey acabó exiliándose en Santa Fe (Nuevo México) y no volvió al Inglaterra hasta 1997. Según los resultados de una investigación realizada en 1996 en todas las bibliotecas del mundo accesibles desde la Biblioteca del Congreso estadounidense a través de la red Inter-Library, en esa fecha sólo existían 13 ejemplares en todo el mundo.
La extrema reacción suscitada por la obra de Erin Pizzey demuestra que ha tocado una verdad fundamental que el feminismo radical trata de ocultar desesperadamente. Hace tiempo que las feministas observaron que la violencia doméstica contiene tanto aspectos físicos como psicológicos. Pero tratan de ocultar el hecho de que la violencia psicológica es más frecuente entre las mujeres.
En su artículo Working with violent women ("Trabajando con mujeres violentas"), la autora afirma: "Tenemos miles de estudios internacionales sobre la violencia masculina, pero existen muy pocos sobre las causas o las formas de la violencia femenina. Al parecer, un manto de silencio cubre las enormes cifras de la violencia ejercida por mujeres".
Con gran objetividad, Erin Pizzey estudia los aspectos patológicos de estos comportamientos, ajena a toda parcialidad sexista: "Según mi experiencia -dice-, tanto los hombres como las mujeres incurren igualmente en los comportamientos descritos, pero en conjunto, debido a que sólo las disfunciones del comportamiento masculino se estudian y son objeto de informes, la gente no comprende que, en la misma medida, las mujeres son igualmente responsables de ese tipo de conductas violentas".
Para reforzar su conclusión de que las mujeres pueden ser tan violentas como los hombres, en su artículo When did you last beat your wife? ("¿Cuándo golpeó Ud. a su mujer por última vez?") (The Observer, 3 de julio de 1998) señala que "la peor forma de violencia no tiene lugar entre hombres y mujeres, sino entre mujeres y mujeres. La violencia lesbiana destaca por su intensidad y resulta muy incómoda para el movimiento feminista radical".
En ese artículo observa también , en referencia a la discriminación ejercida contra los hombres en los sistemas judiciales canadiense y estadounidense que "las mujeres comenzaron a falsear la información y a acusar a sus parejas de violencia doméstica como preámbulo para solicitar el divorcio. Los hombres fueron acusados de abusar sexualmente de sus hijos y muchos acabaron en la cárcel sin que existiesen pruebas contra ellos. Para expulsar a un hombre de su hogar, bastaba con que su pareja alegase que tenía 'miedo'".
Especialmente significativo es su artículo No more war ("No más guerra") (Irish Times, 9 de junio de 2000), donde recurre a su experiencia infantil para insistir en las causas patológicas de la violencia doméstica, que puede ser ejercida en igual medida por hombres y mujeres. "La experiencia personal me había enseñado que mi madre era tan violenta como mi padre.
Siempre pensé que era una terrorista doméstica. [...] Mi madre, sin embargo, gozaba de gran estima, ya que se comportaba como un ángel en la calle y como el mismo demonio apenas traspasaba el umbral de su casa".
Otra frase significativa de ese artículo: "A finales de 1974 ya me había dado cuenta de que no se podía prestar apoyo general al movimiento feminista inglés, por su radical odio a la familia y a los hombres. Sabía que buscaban una causa legítima para justificar su odio a los hombres y obtener ayuda económica".
En alguna ocasión, Erin Pizzey se ha definido a sí misma como "reformadora social", y es la experiencia de su labor en la comunidad la que sirve de trasfondo a muchos de sus textos. En ellos se desnudan y sacan a la luz algunos de los aspectos más incómodos y deliberadamente ignorados del comportamiento humano.
Cada época tiene sus dogmas y tabúes. En la nuestra se ha impuesto un concepto dogmático y unidireccional de la violencia doméstica. Pero cuando ese concepto se confronta con la versión de los protagonistas -activos y pasivos- de esa violencia y la objetividad de sus testigos directos, el "dogma oficial" salta en pedazos, y de nada vale seguir cubriendo la amarga realidad con más velos y tabúes. La verdad tiene sus espinas. Quizás por eso la obra -social y literaria- de Erin Pizzey ha molestado tanto en los círculos políticamente correctos y entre los administradores del pensamiento, aparentemente múltiple, pero realmente único.
Enlaces en español:
"Al abrigo de la realidad": Entrevista con Erin Pizzey (por Donna Laframboise)
"De lo personal a lo político" (capitulo del libro "¿Quiénes son las victimas, los hombres o las mujeres?")
"No más guerra" (artículo de prensa)
"¿Quiénes son las víctimas, los hombres o las mujeres?" (reseña del libro del mismo título)
"Trabajando con mujeres violentas"
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