domingo, 27 de julio de 2025

Corrupción moral y jurídica en los tribunales de familia de España

El caso Juana Rivas vs. Francesco Arcuri, un espejo de la …
Carolus Aurelius Cálidus Unionis, 26 Jul 2025 
El caso de Juana Rivas constituye uno de los episodios más reveladores del uso político, mediático y judicial del victimismo institucionalizado en la España contemporánea. 
Bajo el paraguas del discurso feminista hegemónico, se orquestó una operación sin precedentes de blanqueamiento de un delito —la sustracción internacional de menores—, presentando a la autora como una suerte de heroína popular, mártir de un sistema supuestamente patriarcal que, paradójicamente, le otorgó amparo, proyección pública y cobertura jurídica y mediática. En realidad, Juana Rivas, con la colaboración de todo el aparato institucional español, protagonizó uno de los episodios más notorios de alienación parental, con devastadoras consecuencias psicológicas para sus hijos.

I. Breve contextualización del caso
En 2016, Juana Rivas huyó de Italia con sus 2 hijos menores, desobedeciendo una orden judicial que otorgaba la custodia compartida al padre, Francesco Arcuri. 
Desde ese momento, se convirtió en símbolo de una campaña mediática y política que instrumentalizó su figura para reforzar el relato de una España aún dominada por estructuras patriarcales. Organismos públicos, partidos políticos, asociaciones subvencionadas y medios de comunicación se volcaron en su defensa, a pesar de que los tribunales —tanto españoles como italianos— dictaminaron de forma reiterada que la madre estaba vulnerando los derechos fundamentales de los menores y del padre. Lejos de rectificar, Rivas repitió la conducta y desapareció nuevamente con los niños, violando de nuevo el régimen de custodia. 
La justicia la condenó finalmente a 5 años de prisión (rebajados posteriormente) y a la pérdida de la patria potestad por 6 años. Sin embargo, el relato oficial ignoró sistemáticamente las resoluciones judiciales firmes, los dictámenes de psicólogos y peritos, y los propios testimonios de los menores.

II. La manipulación mediática: madre coraje y mártir del patriarcado
Desde el principio, los medios de comunicación construyeron una narrativa de madre coraje, presentando a Rivas como víctima de violencia de género, a pesar de que el único antecedente judicial contra Arcuri databa de 2009, con pena menor, y no existía ninguna prueba reciente que justificara las acusaciones. El mensaje hegemónico convirtió automáticamente al padre en culpable sin pruebas y a la madre en víctima sin cuestionamiento. Esta dinámica mediática no fue casual ni neutral, sino parte de una estrategia de desinformación emocional que apelaba al sentimentalismo colectivo y negaba sistemáticamente la complejidad del caso.

III. Feminismo institucional: blindaje ideológico y propaganda
El feminismo institucional, mediante el uso de fondos públicos, subvenciones, campañas y plataformas afines, activó todos sus resortes propagandísticos. Se organizaron manifestaciones, se desplegaron campañas de apoyo en redes sociales, y se interpeló incluso al entonces presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Organismos como el Instituto Andaluz de la Mujer o asociaciones como Women’s Link Worldwide jugaron un papel decisivo en la internacionalización del relato victimista. La figura de Juana Rivas fue convertida en símbolo de la lucha feminista contra una justicia «machista», y cualquier intento de señalar la realidad de los hechos fue descalificado como connivencia con el patriarcado.

IV. La alienación parental: el verdadero delito silenciado
Detrás de este espectáculo mediático y político, se ocultó el verdadero crimen: la alienación parental sistemática que Juana Rivas ejerció sobre sus hijos, privándolos del vínculo con su padre, distorsionando sus recuerdos, e inculcándoles un rechazo infundado hacia él. Este comportamiento ha sido ampliamente documentado por psicólogos, trabajadores sociales y peritos judiciales, que alertaron del daño profundo y duradero que esta manipulación causa en los menores.

La alienación parental no es simplemente un conflicto entre progenitores. Es una forma de abuso psicológico infantil. El progenitor alienador —sea madre o padre— instrumentaliza al niño como arma de guerra emocional contra el otro, destruyendo el vínculo afectivo con una batería de estrategias repetidas y calculadas. Entre las más crueles y documentadas —extraídas de estudios internacionales y de listas como las recopiladas en investigaciones como las de Warshak o Loránd— se encuentran:
a.- Contarle al niño que el otro progenitor no lo quiere o que ha abusado de él, sin
     pruebas, como medio de generar miedo o rechazo.
b.- Interceptar, ocultar o destruir cartas, regalos o mensajes enviados por el otro
     progenitor.
c.- Prohibir mencionar al otro padre o madre en casa, o castigar al niño si lo hace.
d.- Hacer partícipe al menor de conflictos judiciales o económicos, culpando al otro
     progenitor de las tensiones.
e.- Retener información médica, escolar o emocional relevante, como forma de
     exclusión del otro progenitor de la vida cotidiana del menor.
f.- Utilizar expresiones despectivas o burlonas cuando el niño habla del otro
     progenitor, fomentando la ridiculización o el desprecio.
g.- Instruir al niño para que mienta, invente o distorsione hechos en sede judicial o
     ante servicios sociales.
h.- Amenazar con retirarle amor o afecto si expresa cariño hacia el otro progenitor.
i.-  Hacerlo partícipe en vigilancias, espionaje o sabotajes de visitas, convirtiéndolo en cómplice del rechazo.

En el caso de Juana Rivas, se dieron muchas de estas conductas. Sus propios hijos relataron, tras ser restituidos a su padre en Italia, el clima de miedo y manipulación al que habían sido sometidos. Negar esto es negar el sufrimiento de 2 niños, y trivializar el daño que puede hacer la instrumentalización ideológica de la infancia.

V. Justicia selectiva y medidas de gracia: la impunidad premiada
A pesar de las condenas firmes, el sistema político activó los mecanismos para rehabilitar a Juana Rivas. Pedro Sánchez la indultó parcialmente en 2021, y en 2023 fue contratada como «asesora de víctimas de violencia de género» por el Ministerio de Igualdad, que encabeza Irene Montero. Esta contratación, además de inmoral, revela hasta qué punto el relato ha sido impuesto desde arriba. No solo se blanqueó su delito, sino que se convirtió en modelo institucional.
El mensaje es claro: quien cometa un delito contra sus propios hijos en nombre del feminismo tendrá cobertura, respaldo y premio.

VI. La legitimación del delito como narrativa de poder
El caso de Juana Rivas ha sentado un precedente nefasto. Ha legitimado, bajo el ropaje ideológico del feminismo de Estado, que un progenitor pueda violar la ley, secuestrar a sus hijos, destruir el vínculo paterno-filial, y obtener beneficios políticos y profesionales por ello. Esta inversión de valores convierte al agresor en víctima, al alienador en mártir, y al sistema legal en rehén de una narrativa política.

La cobertura institucional de estos comportamientos no es fruto de la ignorancia, sino de una decisión política deliberada: se ha renunciado a la protección efectiva de los menores para no cuestionar el relato victimista. Así, se ignora sistemáticamente la creciente evidencia científica sobre los daños de la alienación parental, que la Organización Mundial de la Salud reconoce como forma de maltrato psicológico, y que decenas de países ya han tipificado penalmente.

VII. Hacia una protección efectiva de los menores
Resulta urgente y necesario reconocer que la alienación parental es una forma de maltrato infantil grave. Requiere de respuesta judicial, intervención terapéutica temprana y sanción penal para quien la promueva o tolere.
Los menores no pueden seguir siendo víctimas de una guerra ideológica entre adultos, ni convertirse en botín de las políticas identitarias. Es imprescindible:
1.- Incluir la alienación parental como forma específica de maltrato en la legislación
     española.
2.- Garantizar la formación obligatoria de jueces, fiscales y técnicos de familia en
     esta materia.
3.- Establecer protocolos de evaluación psicológica precoz en casos de separación
     conflictiva.
4.- Sancionar con firmeza las conductas de obstrucción, manipulación o
     instrumentalización de menores.
5.- Impedir el uso político de figuras públicas que hayan sido condenadas por
     sustracción o alienación de menores.

VIII. Conclusión: la ideología no puede estar por encima del derecho del menor
El caso de Juana Rivas no es un caso aislado. Es un síntoma de una enfermedad más profunda: la subordinación del interés del menor a la ideología dominante, el «favor matris». No se puede construir una sociedad justa mientras se permita que la infancia sea arrastrada por discursos políticos que promueven el odio, la venganza y la destrucción del otro progenitor.

El feminismo institucional, al negarse a condenar la alienación parental cuando el agresor es una mujer, demuestra su verdadera naturaleza: no busca la igualdad, sino la supremacía ideológica. Y todo aquel que relativice este drama, se convierte en cómplice del dolor de miles de niños condenados al silencio.

IX. Epílogo: Sandra Moreno y el periodismo de parte
Un ejemplo paradigmático de esta manipulación mediática institucionalizada es el texto de Sandra Moreno, publicado el 20 de julio en «La Voz del Sur», en el que se presenta a Juana Rivas como víctima absoluta, omitiendo cualquier referencia a las condenas judiciales, al sufrimiento de los menores o a la alienación parental. 
La pieza periodística es un ejercicio de propaganda emocional que desacredita el periodismo de investigación y convierte la narrativa en un instrumento de ingeniería social.

Moreno recurre a la hipérbole victimista, al sentimentalismo tóxico y al silenciamiento selectivo de los hechos. Se exalta la subjetividad de Rivas sin contrastar con documentación judicial, y se ataca veladamente a las resoluciones italianas, sugiriendo parcialidad sin prueba alguna. Este tipo de relatos no solo distorsionan la realidad: la reemplazan. No informan, sino que reeducan a la opinión pública para que interiorice el nuevo dogma: toda mujer es víctima, y toda crítica es misoginia.

Pero la verdad, por mucho que se la oculte bajo toneladas de eslóganes, persiste. Y la verdad es que los hijos de Arcuri fueron víctimas. No de su padre. Sino de un sistema que les negó protección por razones ideológicas. 
Su historia debe ser contada sin filtros, sin propaganda, sin indulgencia. 
Porque el silencio también es una forma de violencia.

1 comentario:

Jose dijo...

El mejor artículo sobre el asunto con diferencia, después de haber leído no menos de medio centenar de todo tipo y color.