Rocío Gil Grande | Madrid
Muy concienciado con la sociedad actual y sus efectos en la población, Jerónimo Saiz Ruiz, jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Ramón y Cajal (Madrid), se muestra crítico. Este psiquiatra de referencia, que además es catedrático de Psiquiatría en la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid), en una entrevista a ConSalud.es
habla de los últimos datos del Ministerio de Sanidad sobre el aumento
de antidepresivos y del gran problema, ignorado en muchos casos, que
supone la depresión en nuestro país.
En España se ha
triplicado el consumo de antidepresivos en los últimos 13 años, según el
informe de la AEMPS. ¿Qué supone este dato para la salud de la
población?
En primer lugar, quiero llamar la atención sobre
el hecho de que la depresión como enfermedad es un problema de salud
pública de primer orden, que produce enormes dosis de incapacidad, de
sufrimiento para las personas que lo sufren y para su entorno. Es una
enfermedad que tiene una repercusión económica muy importante en pérdida
de horas laborales, en gastos directos e indirectos y que en los casos
más graves puede llevar al suicidio. En España mueren por suicidio diez
personas al día y parece que es algo que no se concibe. En un fin de
semana, por ejemplo, en el que hay cuatro muertos en la carretera, en el
telediario lo ponen a toda pastilla. Pero esto (los suicidios) es una
realidad ignorada.
Otro aspecto es que la depresión es difícil de
detectar y hay muchos enfermos que no llegan a ser diagnosticados ni,
por tanto, tratados y algunos otros llegan muy tarde al tratamiento, o
no lo hacen bien. Se da la paradoja que hay un consumo numérico de dosis
de antidepresivos muy grande, pero en el otro lado hay un número de
enfermos depresivos no tratados.
Los datos muestran un aumento
exponencial del consumo de estos medicamentos a partir de 2008, ¿Está
relacionada la crisis económica en España con los casos de depresión y
de consumo?
No se puede descartar. En 2007 no había crisis.
Es una hipótesis, pero también había crisis en el resto de Europa. Yo
creo que en el proceso en el que se consumen antidepresivos seguramente
la depresión influye poco. Es decir, que estamos hablando de
prescripciones que tienen que ver con patologías que muchas veces están
más relacionadas con la ansiedad, con el estrés e incluso con síntomas
funcionales, ya que también estos medicamentos tienen otras
indicaciones. De hecho, algunos se utilizan también en el dolor
neuropático, la incontinencia urinaria, etc.. Es difícil tener una
interpretación sencilla de las razones.
Una de las evidencias es que el consumo de antidepresivos es mucho mayor en mujeres (14,4%) que en hombres (6,2%). ¿Por qué?
Hay
muchas explicaciones. Desde el punto de vista biológico, la mujer está
sometida a una serie de variaciones en el equilibrio hormonal, empezando
por la menstruación, y no digamos nada de los embarazos; realmente el
postparto es el desencadenante de depresión más potente que existe.
Por
otra parte, hay todo un ciclo de explicaciones culturales, sociológicas
y psicológicas. La mujer, en el contexto de la sociedad en la que
vivimos, se ve obligada a mantener un rol muy exigente en muchos
ámbitos. El doméstico, donde todavía se la concibe como cuidadora y
responsable. En el laboral, en el que compite en igualdad de condiciones
teóricas, pero en desigualdad real con sus colegas varones, por tener
una carrera profesional brillante y activa. Y en el terreno afectivo en
el que además de ser madre, debe ser perfecta, debe ser una pareja
atractiva. Hasta qué punto una niña de catorce años le preocupa tener un
cuerpo perfecto y no engordar y no tener cartucheras. En definitiva,
que para la mujer al final el cuerpo se vive como un delito y eso crea
fuente de exigencia, de sacrificio.
¿Qué es lo que ocurre en el caso de los hombres?
Las
mujeres son más expresivas emocionalmente. Popularmente a los niños
varones se les dice que los niños no lloran, con lo que aprenden desde
muy pequeños a controlar o a no expresar sus sentimientos. Entonces,
quizá el exceso en frecuencia de depresión que se produce en la mujer se
compensa con el exceso en frecuencia del alcoholismo y toxicomanía en
el hombre.
Uno de los principales miedos generalizados cuando
se prescriben tratamientos antidepresivos es la posibilidad de que éstos
generen dependencia o efectos secundarios graves. ¿Es esto cierto?
Es
un falso mito. Lo que algunos de ellos requieren es una retirada
gradual, pero nada parecido a la dependencia que puede causar una droga
de abuso o incluso medicamentos tranquilizantes o hipnóticos. Los
antidepresivos tienen mucho menos riesgo.
En cuanto a los efectos
secundarios, hay distintos grupos terapéuticos que tienen distinto
mecanismo de acción. El grupo predominante, el de los inhibidores
selectivos de la serotonina (más del 70% del total), es bastante seguro.
El principal problema en cuanto a efectos secundarios, es al principio
del tratamiento con alguna molestia digestiva, aumento de excitación
nerviosa (muy ligera), o en el uso a largo plazo en producir algún tipo
de disfunción en la actividad sexual. No le pasa a todo el mundo, pero
es relativamente frecuente en el uso prolongado.
Luego, en menor
medida, hay otros efectos según los medicamentos y dependiendo de la
dosis, como por ejemplo alguna interferencia con los procesos de
conducción cardíacos, pudiendo producir algún fenómeno de bloqueo,
aumento en los problemas de coagulación (sobre todo si hay
predisposición o enfermedad previa) o algunos efectos sobre el
metabolismo del calcio en el uso prolongado. De todas formas, en
términos generales se puede decir que son medicamentos bastante bien
tolerados y que no tienen efectos secundarios importantes.
Como profesional, ¿cuál es la conclusión que saca del informe, en cuanto a los medicamentos?
Este
documento nos hace ver que ha habido muy poca innovación en el terreno
del tratamiento antidepresivo, es decir, que en un periodo tan largo (13
años) la aparición de nuevos antidepresivos ha sido muy escasa. Incluso
el informe menciona los últimos que han aparecido completamente nuevos,
la agomelatina, y cuyo consumo es casi testimonial, muy pequeño.
También hay poca investigación en medicamentos que necesitamos muchos,
en un área terapéutica en la que las necesidades de tener más y mejores
tratamientos es muy evidente.
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