BEATRIZ G. PORTALATÍN | Madrid 05/03/2016
En salud, los cambios sociales no se
pasan por alto y uno de los más relevantes en la actualidad es el aumento de divorcios.
Cada año, en nuestro país se rompen más de 100.000 parejas. En 2014 (según los
últimos datos del Instituto Nacional de Estadística), se produjeron 105.893
rupturas, que engloban divorcios, separaciones y nulidades. A estos datos,
hay que sumar el fin de las parejas que viven juntas pero que no están
registradas. Esta situación no pasa desapercibida para casi nadie, ni siquiera
para los pediatras de Atención Primaria que cada vez atienden más casos de
niños que acuden con síntomas físicos derivados del divorcio de sus padres, y
no por ninguna enfermedad.
Para los niños, un divorcio es una
situación estresante, por lo que es frecuente que somaticen este hecho al no
contar aún con recursos suficientes para expresar sus emociones. Es decir,
lo manifiestan con síntomas físicos como dolores de barriga, fiebre,
irritabilidad, cambios de algunas decisiones sanitarias como, por ejemplo,
vacunar o no al niño», señala Martínez.
El tema de los divorcios y su abordaje
en las consultas de pediatría fue una de las ponencias más destacadas en el
13º Curso de actualización de Pediatría de Atención Primaria, celebrado
recientemente en Madrid. En su charla, Martínez manifestó la importancia de
atender desde las consultas no sólo los problemas físicos sino también su contexto
social: «Somos pediatras de familia (...) los niños no viven solos, no vienen
solos a la consulta, dependen absolutamente de su núcleo familiar, aunque
tengan padres separados. Y esta realidad obliga al pediatra más biologicista a
unir lo biológico con lo biográfico, pues no es posible aislar
artificialmente órganos y funciones de muchas de las circunstancias sociales
que influyen en la salud». Por tanto, «un hecho biográfico relevante, a
tener en cuenta ante cualquier niño con síntomas psicológicos, es la separación
reciente de sus padres, sobre todo si es conflictiva», señala.
Síntomas físicos
Desde su larga experiencia, García
Pérez defiende que «el pediatra tiene que añadir a la historia clínica del niño
una historia social porque siempre que hay una alteración de conducta, hay que
preguntar el contexto familiar». En ocasiones, lo padres cuentan en consulta lo
que está pasando, pero otras veces no es así, señala este especialista, y es el
médico quien tiene que preguntar. A veces basta simplemente con escuchar.
«Los pediatras sabemos que, por
ejemplo, el destete, un cambio de domicilio o el comienzo de la escuela
infantil pueden ser circunstancias más importantes para un niño que una
viriasis. No obstante, las historias clínicas, plagadas de episodios banales,
toses y estornudos, raramente recogen estos datos, ni otros tan relevantes como
la muerte o la enfermedad grave de un progenitor, el divorcio reciente o
conflictivo de sus padres, etc. Hechos trascendentes que conocemos sin
necesidad de hacer un tercer grado a la familia si tenemos una actitud de
escucha activa en la consulta», añade Martínez.
Sin embargo, a veces, llegar a todo no
es fácil, sobre todo por la falta de profesionales que tiene el Sistema
Nacional de Salud en la actualidad. Los datos reflejan que el 30% de la
población infantil está siendo atendida por médicos no especialistas en
Pediatría. Así, y según señala una nota de prensa de la AEPap, «para garantizar
la calidad en la atención, son precisas ratios máximas de 1.000 tarjetas sanitaria
por pediatra».
«En general, los pediatras podemos
manejar los síntomas normales en la consulta, y sólo en algunos casos derivar a
un psicólogo», afirma Martínez. Está claro que los problemas psicosociales
aumentan las consultas y es preciso atenderlos, «pero evidentemente no somos
psicólogos, jueces, ni trabajadores sociales con fonendoscopio. Además, es
importante desmedicalizar los problemas de la vida y, en este sentido, la
mayoría de las separaciones no requiere atención por expertos de ningún tipo.
Solo acompañamiento y comprensión», sostiene esta profesional.
Por su parte, Marta Carulla, psiquiatra
infantil del Hospital Sant Joan de Déu en Barcelona afirma que «se recomienda
derivar a un especialista de salud mental cuando existe afectación psicopatológica
del niño». De este modo, añade «no deberíamos psiquiatrizar situaciones
vitales frecuentes». En estos casos, el entorno del niño (padres,
pediatras, escuela) debería observar cómo se va adaptando el pequeño
progresivamente a la nueva situación y detectar si hay signos de alarma. Un
divorcio, como hemos dicho anteriormente, es una situación estresante de la
vida, «un estresor importante que implica cambios en los referentes principales
del niño y requiere un proceso de adaptación; la reacción de los niños a este
cambio dependerá del manejo adecuado que hagan los padres y de la
vulnerabilidad individual», asegura Carulla.
Pautas
Lo importante de todo es tener la
información necesaria para saber gestionar la situación y que los niños sufran
lo menos posible. «Hay padres que vienen a consulta justo cuando han tomado la
decisión de separarse para saber qué es lo que tienen que hacer ante sus hijos.
Para que les demos unas pautas de cómo actuar y saber gestionar el divorcio.
También es verdad que estos casos de prevención son menos frecuentes que
aquellos que vienen tras las consecuencias de un mal divorcio», afirma Silvia
Álava, psicóloga infantil del centro Álava Reyes de Madrid y autora de los
libros Queremos hijos felices y Queremos que crezcan felices.
En este caso, Álava habla desde el
ámbito privado, donde sí es muy frecuente que los niños y/o los padres acudan a
consulta por estos temas, bien por recomendación o por consejo de sus médicos o
de sus profesores pero, sobre todo, por la voluntad de los propios padres, para
ayudarles en el proceso», explica.
Las consecuencias para los niños son
mucho peores cuando hay una mala gestión del divorcio: cuando ambos padres
descalifican al otro miembro de la pareja delante del niño; cuando éste
está en mitad de las discusiones de los mayores y lo utilizan como árbitro;
cuanto le piden que tome posición por alguno de los dos progenitores; o cuando
no hay un buen entendimiento entre la ex pareja. Por ello, los adultos deben
ser conscientes de que no se debe mezclar nunca a los hijos en los problemas de
la pareja, porque ahí es cuando los pequeños sufren.
«Los niños necesitarán ayuda de un
profesional, sobre todo, cuando los síntomas sean intensos, por ejemplo, si
tienen una ansiedad muy elevada. Desde las consultas se trabaja siempre a la
vez, con el niño y con los padres», apunta Álava. Sin embargo, «si un
divorcio se hace de forma sana, la adaptación del niño a la nueva situación no
tendría por qué conllevar problemas emocionales. Por tanto, la clave de todo
está en que los padres sepan gestionar bien el divorcio», concluye.
¿Qué deben hacer los padres?
Las consecuencias en los niños pueden
ser más o menos graves dependiendo de varios factores. Influye el grado de
conflicto previo entre los padres, si se ha criado o no conjuntamente a los
hijos y la capacidad económica de ambos progenitores así como su estilo de
vida. Del mismo modo, añade Jesús García Pérez, presidente de la Sociedad
Española de Pediatría Social , las reacciones de los niños dependerán de la
edad, de las explicaciones recibidas, si se mantiene o no relación con ambos
padres, si hay acuerdos entre los progenitores, si hay entre ellos un cierto
grado de hostilidad, etc. Este especialista ofrece 14 pautas para orientar a
los padres en cómo ayudar a los niños en su divorcio:
- Exprésele su cariño constantemente y hable con ellos todas las veces que sea necesario de forma clara y honesta, escuchándoles bien y comprobando que no les queda ninguna duda.
- Dedique al menos unos minutos para estar con sus hijos, preferentemente haciendo algo que les guste.
- Recuérdeles que no tienen la culpa de la separación, y que tampoco pueden hacer nada para unirles de nuevo.
- Observe los cambios de conducta que puedan tener.
- Mantenga la misma estructura, límites y disciplina de siempre, pues esto les dará tranquilidad y seguridad.
- Apoye las relaciones de sus hijos con la familia de su ex pareja, a menos que sean perjudiciales para ellos.
- Busque ayuda en familiares y amigos para manejar las emociones.
- Cuanto mejor esté con su ex pareja, mejor se encontrarán los niños.
- No deje que su hijo esté en mitad del conflicto, ni mucho menos que sea un árbitro.
- No hable mal de su ex pareja delante de ellos.
- No use a sus hijos para averiguar cosas de su ex pareja.
- No compita con su expareja por el amor de sus hijos.
- No se refugie en los niños para sentirse mejor (si necesita hablar, busque un amigo, no use a los niños como confidentes).
- No les mienta ni les engañe, en este momento, deben saber que pueden confiar en usted.
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