NADA EXCEPCIONAL
El siete (siete días, siete mujeres asesinadas por sus (ex)parejas) ha sido la cifra que ha llenado las tertulias radiofónicas y los editoriales de los periódicos en los últimos días.
Por desgracia, más allá de las merecidas condenas, se ha insistido demasiado en la petición de más medidas represivas (cadena perpetua solicitaba un tertuliano), o más excepcionalidad en la ley.
En una línea más moderada, el editorial de “Noticias de Gipuzkoa” (día 4) parecía comprender la Ley de Violencia de Género: “una norma, si se quiere, de excepción, pero llamada a hacer frente a una lacra también excepcional”.
Contestaré a este comentario, porque no merece la pena hacerlo a quienes se suben a la imparable espiral de la demagogia, ya que, cuando comprueben que la cadena perpetua no acaba con el problema, exigirán la pena capital; y, cuando esta se manifieste ineficaz...
Sobre si es excepcional la LVG no voy a hablar ahora. Lo he hecho en algún artículo anterior.
Lo es sin ninguna duda, incluso “si no se quiere”, lo que le aporta todos los vicios que no debe tener una ley. Prefiero hablar sobre si la lacra aludida en el editorial es o no excepcional (“que se aparta de lo ordinario”, dice de esta palabra el diccionario).
Podría ser excepcional en nuestro momento, comparado este con tiempos pasados.
Doy por supuesto que es un sinsentido tomar como punto de referencia épocas lejanas, en las que la mujer era poco más que uno de los objetos que adornaban la casa del marido.
Tampoco parece adecuado cotejar con los días en los que estas muertes no pasaban de ser líneas que engordaban el tristemente popular “El Caso”.
Tengo ante mí el último informe sobre la materia del Consejo General del Poder Judicial.
Según la tabla comparativa que expone en su página 35, las ligeras variaciones de las cifras, hacia arriba o hacia abajo, no parecen apoyar que hoy estemos en una situación “que se aparta de lo ordinario” en otros momentos.
Aprovecho para aportar dos datos para la reflexión.
Primero, que las cifras más altas (no “más dramáticas”, porque todas lo son) corresponden a los años posteriores a la entrada en vigor de la desatinada LVG.
Y, segundo, que, atendiendo a los números del pasado año, a los siete casos en los que la agresora fue la mujer no se les aplicó la discriminadora LVG.
Y, como decíamos que el drama lo contiene la muerte y no la cifra, son tan dramáticos como los ocasionados por los ochenta y un agresores.
La excepcionalidad la podríamos referir también a lo que sucede en los países de nuestro entorno.
Según datos presentados por el director del Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia, en el Congreso Internacional sobre Violencia de Género celebrado recientemente (18-4-7) en Valencia, el Estado español presenta las cifras más bajas de asesinatos de mujeres entre los países europeos.
Por cierto, es interesante recordar qué países muestran las más altas: Finlandia y Suecia.
Es decir, dos países ejemplares para el resto de Europa en materia de respeto de derechos y libertades, de valoración de la mujer y de descrédito del machismo.
Y digo que tiene interés este dato, porque parece hora de abandonar el análisis simple que asigna al machismo la única causa de estas muertes.
Así, pues, tampoco en comparación con nuestros vecinos se sostiene el carácter excepcional de la lacra que padecemos.
¿Lo es en referencia a las muertes que se producen en otros tipos de relaciones humanas? Comparemos con otra situación tan seria, pero que la sociedad no considera tan alarmante, como la que nos ocupa.
Mil trescientos trabajadores, según los sindicatos (cerca de mil, según el Ministerio de Trabajo) mueren cada año en accidentes laborales.
A estas cifras hay que sumar las más de dos mil muertes causadas por enfermedades profesionales.
Existen fundadas sospechas de que la mayoría de estas muertes no se produciría, si unas dignas condiciones de contratación y de trabajo valoraran más la vida que las ganancias empresariales. Ya sé que relaciones laborales y relaciones sentimentales no son comparables. No lo son, porque los medios de comunicación, creadores de la opinión pública, no quieren que lo sean.
Ya dice el refrán que “en llaga que dé dinero, cuida de meter tu dedo”.
También esta comparación nos dice que hablamos de una de tantas lacras. Nada excepcional.
En definitiva, es grave, muy grave, la forma en la que están rompiéndose algunas parejas.
Pero me parece infundado decir que vivimos una situación excepcional.
Y me parece temerario, si con ello se justifica la existencia de una ley de excepción como la LVG. Más que nadie, quienes deambulamos por estos derroteros deberíamos saber que las leyes de excepción, además de ser antidemocráticas, generan injusticias y no resuelven los problemas.
Echo en falta estudios serios que expliquen las causas de estos comportamientos.
Una compañera, militante feminista, me decía que no era necesario tal análisis, porque implicaría justificar esas conductas.
Yo, en cambio, creo que la mejor manera de acabar con una enfermedad es realizar un buen diagnóstico, que nos diga qué causas hay que atacar. Conformarse con la simpleza de que esos hombres se rigen por el “la maté porque era mía” es aceptar que todo siga igual.
El machismo que aún impregna las mentes de hombres y mujeres, aunque no puede ser la única explicación, algo tendrá que ver, sin duda.
Que muchas de estas parejas vivan situaciones de pobreza marginal, a veces acompañada de consumo de drogas, algo tendrá también que ver.
Si, como dicen las estadísticas, la mayor parte de estas muertes se producen durante el proceso de separación, que exista una ley de divorcio que concede a la mujer derecho de veto sobre la custodia compartida de los hijos, también tendrá algo que ver.
Que esa misma ley lleve a la ruina económica a los hombres separados, porque todo su patrimonio se queda en la casa que sigue disfrutando la mujer, puede ser parte del problema. Que exista una LVG que da vía libre a la interposición de denuncias falsas de malos tratos, también puede ser uno de los virus de la enfermedad.
Hoy he visto unas imágenes del Lehendakari en un colegio, dando a los escolares que lo rodeaban buenos consejos sobre los malos tratos.
Un aplauso para él, porque, en efecto, la educación eleva (“debería elevar”, quiero decir) el nivel de ética de los ciudadanos.
Pero la educación no se recibe sólo en la escuela.
Es más: la mayor parte de la carga educativa del individuo se obtiene a todo lo largo de su vida y de todos los mensajes y comportamientos ajenos que lo rodean.
Por ejemplo, deseduca mucho que tu compañera de trabajo, que realiza tu misma labor, tenga inferior sueldo.
Deseduca porque vivimos en una sociedad que valora a las personas según las cifras de su nómina.
Deseduca mucho que todos los personajes importantes que cortan el bacalao de los telediarios afeiten barba.
Deseduca porque crea la idea de que nada trascendente puede estar en manos de mujer.
Todo eso deseduca mucho, mucho.
Casi tanto como que los alcaldes y concejales bidasotarras del partido del sr. Lehendakari apoyen un Alarde en el que no caben todos/as los/as ciudadanos/as.
Luis-M. Puente Pedagogo
1 comentario:
Solo puedo confirmar lo escrito. Tengo 39 años y estoy medio en los tramites de un divorcio. Después de 17 años de haber compartido nuestras vidas. Los últimos 8 años ella ha sido ama de casa, por que ELLA lo ha querido así. Yo he trabajado duro para ganar un sueldo para dos. No he faltado por casa y me considero un buen marido y buen padre. (Cosa que la gente en mi alrededor me confirma continuamente). Cuando mi mujer empezó a trabajar hace un año se le cruzaron los cables. Y 9 meses más tarde después de haber luchado como leon, aguantando sus ataques de nivel bajo, malostratos psicológicos, mobbing, etc. estaba en la calle con bolsas de basura con mis pertenencias personales.
De un día a otro perdí - el contacto diario con mis dos niños, mi vivienda, mis materiales y objetos, los amigos que compartimos, mi cama, mi cuarto de baño, la custodia sobre MIS hijos, la influencia sobre la educación de mis hijos, todo el ajuar y debo sobrevivir en esta sociedad carísima con el 60% de mi sueldo (por suerte y por buena gestión MIA en el pasado tenemos una hypoteca muy baja). El cojín de mi cama esta muchas veces empapada por mis lagrimas una pena que sufre porque me faltan mis hijos. Los echo mucho de menos.
No debería yo tener el derecho de estar 50% del tiempo con ellos?
Donde esta la JUSTICIA? Tengo mucha rabia. Pero soy una persona educada con dos dedos de frente. Y nunca quitaré una madre a mis hijos. Pero cuanto daño más nos pueden hacer estas mujeres respaldado por las autoridades Españolas. No podemos cambiar la ley.
Pero quizas podemos avisar los pobres novios que están a punto de caer en la trampa! Si os queréis casar id a un notario o abogado y hazle firmar a tu novia un contrato para saltar la maldita e injusta ley de divorcio. Si realmente te quiere no le debería costar nada poner una firmata tan insignificante.
Resumiendo, si tu mujer quiere perderás:
1) una mujer - tu pareja emocional, sentimental y amor.
2) el contacto diario con tus hijos.
3)la influencia sobre la educación de tus hijos
4) el usofructuo de tu vivienda
5) el ajuar, muebles, etc.
6) tus amigos compartidos (tienes los niños, tienes el poder).
7) aprox. 35-40% de tu sueldo neto.
8) tienes un gasto extra de minimalmente 500 € por una vivienda digna.
9) otra redículez: el mes de vacaciones que estás con tus hijos tienes el doble de gastos, porque pagas igualmente la mentención.
Bueno que ofrece ella a cambio:
........
Al mejor se me ocurre algún día alguna cosa. Hay muchas mujeres que encuentran esa ley una vergüenza y se lo creen cuando se lo cuente.
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