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A los parados, ni hijos.Una jueza ha negado al padre de dos menores la custodia compartida de los niños
DELFÍN RODRÍGUEZ. delfin_rod@hotmail.com .Martes 05 de abril de 2011Una jueza ha negado al padre de dos menores la custodia compartida de los niños. El motivo fue que su ex mujer le acusó del «delito» de quedarse en paro.
Entiende su señoría que este hecho crea incertidumbre sobre su futuro como padre.
Como si un padre fuera, esencialmente, una máquina expendedora de bocadillos o una tolva de suministrar el rancho a sus hijos. El fallo, cuando menos, es cruel.
Yo no sé si vivir con un padre en paro produce taras en la infancia.
Ignoro si a los parados en trámite de separación deberían de aplicarles tan amarga receta.
Lo que sé es que, respecto de mis hijos, me mantendría en el precepto divino de quererlos y amarlos en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza.
¡Cuántas familias viven felices con un chusco de pan! ¡Cuántas desgraciadas con el porche a la puerta!
Los dramas del paro tienen nombre y apellidos, aunque creamos que solo son un número escrito en la fría pizarra del INEM.
A la jueza le preocupa que el padre en paro tenga dudas sobre cuál será su nuevo trabajo, su horario y la posibilidad de poder conciliarlo con el cuidado de los niños. Es aberrante.
Para la jueza el amor y el bienestar que debe recibir un hijo es una fórmula matemática directamente proporcional al dinero que tenga el padre.
Los pobres, los parados, no tienen derecho a proporcionar el amor a sus hijos si tienen el bolso roto. Tú, pobre, a partir de ahora, ni sueldo, ni ayuda familiar, ni hijos, ¡a la puta calle!
Un hijo, a menudo, es el último reducto que nos queda, la última tabla a la que agarrarse cuando las cosas vienen mal dadas.
Un hijo hace sacar fuerzas de flaqueza para seguir viviendo. Arrebatártelo cuando pierdes el trabajo y la mujer, es una puñalada fría que te asesta la ex con la espada de la Justicia.
Dice la jueza que el paro crea incertidumbre. Así es. Y zozobra, duda, angustia, pánico, terror. Pero entonces qué hacemos con los 5 millones de parados.
Porque si la Justicia se aplica con el rasero de esta señora, solo podrán tener hijos los funcionarios y los políticos, que tienen el futuro despejado.
El resto de los mortales prohibido aparearse. Porque el que hoy tiene un futuro claro, tal vez mañana tenga un horizonte lleno de negros nubarrones.
Así que, a partir de ahora, ya lo saben: los trabajadores se cuidarán muy mucho de preñar a la mujer o la mujer de quedarse preñada porque saben que si se separan y quedan en paro se quedarán sin hijos.
Ayer, sin ir más lejos, 35.000 nuevos españoles engrosaban la lista de posibles padres despojados de sus vástagos.
La lacra del paro es terrible. No tiene fin.
Una señora contaba que ella y su marido se habían quedado sin trabajo.
Su hija había ahorrado durante 4 años para el viaje fin de carrera.
No pudo ir porque hubo de emplear el dinero en comida. Y menos mal que no la dejaron huérfana.
Los parados no son apestados. Son parados.
Y alguna responsabilidad tendrán los políticos. Como los sindicatos miran con sus barrigas llenas para otro lado, parece que en este País no pasa nada. Nadie tiene nada que decir. Tendremos que esperar a que llegue un gobierno conservador para enterarnos de que 5 millones de españoles estamos sufriendo.
Solo entonces saldrán los de la pancarta a protestar por este drama.
Es como para gritar: ¡váyanse ustedes a la eme! No lo grito porque, a pesar de todo, les necesitamos para que sigan besando a nuestros niños cuando llegan las elecciones.
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