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Cambios en Pekín: China pone a punto la primera ley contra la violencia doméstica.
El gigante asiático prepara una norma tras varios años de presiones de organizaciones feministas.
El problema es tan generalizado como invisible y choca con la realidad de un país en desarrollo.
Miércoles, 5 de octubre del 2011/ADRIÁN FONCILLAS/PEKÍN
Li Yang es una celebridad que ha enseñado inglés a 20 millones de chinos con libros, webs y giras en estadios abarrotados.
Su estilo evangélico-marcial exige que las masas griten sus famosas proclamas. «Conquistemos el inglés para hacer China más fuerte», por ejemplo.
Un tipo con imagen intachable.
Su mujer, estadounidense, colgó un texto recientemente en internet:
«Me tiraste, te sentaste en mi espalda, me estrangulaste con tus manos y me golpeaste la cabeza contra el suelo».
Añadía unas fotos con su cara amoratada, un chichón en la frente y una oreja sangrante.
Li la acusó de sabotear su carrera y reputación aireando un asunto privado.
Días después articuló algo más parecido a una disculpa. Su esposa le perdonó.
Wang Xingjuan, fundadora de la organización Maple Centre, en Pekín.
China se ha enchufado al culebrón, cuyos capítulos se sirven en internet.
La mayoría critica a Li pero tampoco faltan quienes afean la denuncia pública de su esposa.
El asunto sirve para que se hable abiertamente, quizá por 1ª vez, de la violencia doméstica en China. Y próximamente aprobará una ley al respecto después de años de presiones de organizaciones feministas.
El problema es generalizado, invisible y asumido.
Un estudio de la Federación de Mujeres de China denunciaba que más de 1/3 de mujeres lo habían sufrido y que tan solo un 5% consideraba su matrimonio infeliz por ello.
Las cifras son inexactas porque incluso se desconoce el concepto.
SIN DENUNCIAS /
«En algunos pueblos sabemos que pegan a todas las mujeres, pero cuando les preguntamos por la violencia doméstica lo niegan porque no saben qué es», asegura Wang Xingjuan, octogenaria pionera en la defensa de las mujeres en China.
30 años atrás comprobó que el paro y la frustración agravaban el problema y fundó Maple Centre, organización para víctimas y agresores que cuenta con una línea telefónica de asesoramiento conyugal.
De las 6.000 llamadas anuales, más de 300 están relacionadas con la violencia.
«En China el hombre siempre ha tenido derecho a pegar a la mujer. Esta se siente avergonzada o lo ve normal, así que no lo denuncia».
La solución choca ante la realidad de un país en desarrollo, sin coberturas sociales y contados refugios. Por ello la organización recomienda a la víctima salvar el matrimonio con más insistencia de la que sería razonable en Occidente.
Mao aprobó una ejemplar ley igualitaria tras comprender que no podría levantar el país con solo la mitad de la población.
Esa igualdad teórica ha impedido una ley de violencia doméstica dirigida a las mujeres.
El concepto se recogió por primera vez en 1995 y solo está presente en un apéndice de la ley matrimonial.
FRUSTRACIÓN /
Fan Zhang, abogada del sector, admite su frustración.
«Solo puedo recomendarlas que vayan a asociaciones, que comenten el tema con vecinos o amigos, que intenten convencer a su marido».
La policía puede encerrar preventivamente 15 días al agresor, pero solo en los casos más graves. Las heridas mostradas por la esposa de Li, por ejemplo, no serían suficientes.
Las agresiones van por la vía de la justicia criminal.
El marco desincentiva la denuncia.
No hay estamentos encargados de luchar contra la violencia doméstica.
Policías y jueces suelen desentenderse por considerarlo un tema privado.
Un viejo dicho asegura que «ni siquiera el juez más sabio puede meterse en asuntos familiares».
Y la víctima está obligada a recoger las evidencias de la agresión y demostrar en juicio la culpabilidad ajena.
La nueva ley establecerá obligaciones a jueces y policías.
Estos quedan señalados directamente. Deberán evitarla y recoger las evidencias.
La carga de la prueba en el juicio girará hacia el agresor.
Se esperan medidas cautelares como el alejamiento forzoso.
«Es una buena ley que aúna prevención y castigo. Es urgente porque solo con ella cambiará la mentalidad. La gente se dará cuenta de que es algo malo. Así pasó en Occidente», juzga Fan. Solo una cuarentena de países, casi todos desarrollados, cuentan con leyes de violencia doméstica. Pero también otros menos desarrollados de Asia, como Filipinas o Mongolia.
La armonía confuciana que vertebra el país descansa en la obediencia al padre, al marido y a la autoridad.
La ley es solo el primer paso hacia la resolución del problema, que aún es lejana también en Occidente.
Cada día hay más chinas que se atreven a airear los abusos.
«Los hombres han crecido viendo a sus padres y sus abuelos pegar a sus esposas. Llevará mucho tiempo, no bastará con una generación. Es imposible cambiar una mentalidad milenaria en dos días», pronostica Wang.
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