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THYSSEN contra THYSSENÉsta es la historia de una chica rica y guapa que conoce a un apuesto príncipe y que se transforma de juerguista empedernida (Londres, los 80) en princesa (Austria, los 90).
Un cuento de hadas cuya trama incluye un amargo feudo familiar, un padre distante en una tierra lejana, una madrastra, una traición y una cornucopia de oro.
Lo único que se echa en falta es una manzana roja envenenada, aunque nunca se sabe...
El Barón encontró en la ex miss Carmen Cervera un amor estable.
En el ojo de este huracán se encuentra su alteza imperial la archiduquesa de Austria o, tal como se la conocía antes de su matrimonio, simple y llanamente la baronesa Francesca Thyssen Bornemisza, hija de uno de los hombres más ricos del mundo (ocupa el puesto 317 de la lista elaborada por Forbes).
La familia Thyssen está en pie de guerra por cuestiones de dinero.
Justo en el momento en que Heini, de 79 años, patriarca familiar y padre de Francesca, debería estar disfrutando de una confortable vejez, ha decidido emprender una acción legal contra su hijo primogénito.
Lo que se disputa es el control del Grupo Thyssen Bornemisza (TBG), un complejo industrial privado cuyos beneficios se estiman en unos 24.930 millones de pesetas anuales.
Hace casi 20 años que Heini entregó la gestión del grupo a su hijo, a la vez que creó una serie de fondos familiares establecidos en Bermudas, con la condición de que él continuara recibiendo beneficios a intervalos regulares.
Ahora afirma que el Grupo le adeuda más de 40.000 millones de pesetas, a la vez que intenta recuperar el control de algunos fondos y sustituir a la dirección del Grupo.
El feudo ha enfrentado a padre contra hijo y a hermanastra contra hermanastro.
El barón tiene 5 hijos, fruto de sus matrimonios: Georg Heini Jr. (con María Teresa Lippe), Francesca y Lorne (con Fiona Campbell), Alexander (con Denise Shorto) y Borja (con Tita Cervera), aunque éste no es de sangre.
TOMAR PARTIDO.
Francesca está del lado de su hermano mayor.
En su opinión, la que más tiene que ganar con todo esto es la mujer de su padre.
"La Cenicienta no se escribió por casualidad...", afirma.
"El síndrome de la madrastra malvada ha destruido a un sinnúmero de familias. La última esposa de mi padre no se muestra demasiado entusiasmada por respetar los compromisos de las familias anteriores. La situación me intranquiliza. Mi padre ha sufrido un infarto y se encuentra en un estado muy vulnerable".
Hasta la fecha, la familia lleva gastados 6.925 millones de pesetas en el pleito.
Es indudable que estos multimillonarios poseen el suficiente dinero como para mantener a sus abogados entretenidos durante años.
Heini obtuvo 96.950 millones de pesetas por la venta de su colección de arte a España y su fortuna personal se calcula en miles de millones de libras.
Se dice que Heini Jr. vale unos 41.550 millones de pesetas, mientras que sólo en liquidez de caja el Grupo Thyssen Bornemisza valora en 96.950 millones.
Desde el exterior, esta batalla resulta desconcertante y las cantidades de dinero asombrosas. ¿Quién saldrá beneficiado a la larga?
No podemos saber con exactitud cuánto dinero está en juego, ni cómo repercutirá en las herencias individuales.
Sin embargo, lo que sí podemos deducir es que hay mucho más sobre la balanza que los supuestos 42.935 millones adeudados, una bagatela para un Thyssen.
"La Cenicienta no se escribió por casualidad. El síndrome de la madrastra malvada ha destruido a muchas familias"
Es posible que en su hija Francesca Heini se haya topado con la horma de su zapato.
Casada con el nieto del último emperador de Austria, rey de Hungría y Bohemia, lo que la convierte en una princesa húngara, posee más títulos honoríficos que el dictador de una república bananera.
Aparte de las reuniones con los abogados y el conflicto familiar, dirige Arch, una organización benéfica internacional creada hace 8 años para recuperar obras de arte, y cuida a sus 3 hijos menores de 7 años.
Hasta la fecha, Francesca lleva gastados millones, en parte de su propio bolsillo, restaurando fortalezas mongolas, salvando objetos funerarios chinos y limpiando mármoles romanos en Túnez.
"Eso es algo que me ha perseguido toda la vida. Desde que fundé Arch durante la guerra croata, la gente me ha preguntado cómo tengo el valor de pedir dinero para el arte, cuando existe tanto sufrimiento humano. Aunque en mi opinión lo que yo hago sí es humanitario. Cuando restauras y devuelves una pintura sacra a una iglesia, el pueblo entero sale para celebrarlo. Restauras la identidad de esa gente".
Al conversar con ella, se tiene la sensación de que ha tenido que eludir críticas a lo largo de toda su vida.
Nació inmensamente rica, inteligente y guapa, un rostro fruto de la belleza heredada de su madre, Fiona Campbell-Walter, que fue modelo.
No tiene que trabajar, no tiene que hacer nada. Sin embargo, el hecho de nacer en el seno de la dinastía Thyssen le ha preparado para los tiempos difíciles que se avecinan.
Desde que la familia comenzó a hacer dinero en la Alemania del siglo XIX, se han visto envueltos en la controversia.
Todo comenzó cuando August, el abuelo de Heini, levantó un imperio de hierro, acero, minería y banca.
Su hijo mayor, Fritz, se convirtió en un devoto seguidor de Hitler, mientras que su segundo hijo, Heinrich, el padre de Heini, que no compartía las simpatías nazis de su hermano, se marchó para crear las compañías navieras del grupo.
Hizo el suficiente dinero como para amasar una colección de viejos maestros, que se convertiría en la mayor del mundo.
Cuando Heini heredó la colección de arte, sus propios hermanos y hermanas le llevaron a los tribunales y lograron invalidar el testamento.
Sin embargo, era una batalla que estaba decidido a ganar.
Durante los años posteriores a la guerra trabajó duro para reconstruir el imperio y, para gran satisfacción suya, recuperar la colección cuadro a cuadro, muchos de ellos ahora expuestos en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid.
David Litchfield, biógrafo oficial de la familia Thyssen, no duda de que Heini pueda mostrarse igual de combativo en esta batalla.
"Todas las familias ricas tienen sus disputas por cuestiones de dinero. Los Getty, los Rockefeller; sólo hay que tirar 130.000 millones de pesetas en medio de cualquier familia y observar las consecuencias".
Y no es únicamente cuestión de dinero, también están en tela de juicio los derechos natalicios. Tita Cervera, la madrastra de Heini Jr., afirma que él es ilegítimo y que debería someterse a una prueba de ADN.
En una reciente entrevista concedida a un periódico estadounidense dejó entrever que el fallecido Ivan Batthyany, el anterior marido de la hermana de Heini, es el auténtico padre.
No debe resultar extraño que Francesca, considerada como la más leal aliada de su hermano de entre toda la familia, encuentre todo esto profundamente doloroso.
"¿Sabes? Hace años que me dijeron que esto iba a ocurrir".
En Nueva York, poco después de la boda de su padre con Tita, Francesca conoció a Cristopher Barker, el anterior hijastro de Tita (hijo de su 1º marido, el actor Lex Barker).
Él advirtió a Francesca que desconfiara de su nueva madrastra, afirmando que había intentado invalidar acuerdos financieros anteriores.
"Dijo que tuviera cuidado, me explicó exactamente lo que iba a suceder y cómo lo planearía ella. Aquello fue una conversación que tuvo lugar hace 15 años".
Esta situación ha conducido a un inevitable distanciamiento entre padre e hija, más triste aún si se tiene en cuenta que ella le debe buena parte de su actual pasión por el arte.
"Gracias a él pude contemplar muchos legados artísticos, cosas que nadie más podía ver. Cuando era una adolescente me llevaron a los sótanos del Hermitage para contemplar todas las pinturas que no se exhibían. Vi cuadros de Van Gogh, Gauguin, Matisse, impresionistas..., todo con una antorcha. Fui muy afortunada".
Lo fue en el sentido de una chica rica que cuando se interesó por el budismo conoció al Dalai Lama, cuando quiso estudiar interpretación, fue a Lee Strasberg en Nueva York y cuando expresó interés por la Historia del Arte, los museos del mundo le abrieron sus puertas.
Sin embargo, fue muy desafortunada con ciertas madrastras, cuyo infeliz ejemplo ha sido una constante influencia sobre ella.
EL PAPEL DE RICA.
Ahí se oculta la clave del porqué, a la edad de 42 años, con 3 hijos menores de 7 años, se molesta en dar vueltas por el mundo cuando podría estar en su casa, interpretando el papel de la señora, reordenando los objetos del patrimonio y asumiendo el patronazgo del Festival de Salzburgo.
"Continúa siendo un sueño ocasional el poder sentarme y no hacer nada. Pero acabaría conmigo. He tenido madrastras que no trabajaban. Nada parecía satisfacerlas, nada era lo suficientemente bello. Tanta insatisfacción..., qué desgracia. Yo no puedo conectar con ese estilo de vida".
Da la impresión de preferir cortarse las venas antes que ser considerada una diletante o, peor aún, una aprendiz de nada.
A principios de los 80, en el papel de rica heredera que la prensa sensacionalista británica apodaba Chessie, iba por el buen camino para pasar el resto de sus días yendo de un club a otro.
Vivía con Steve Strange, una estrella del pop británico y asistía a tantos clubes sofisticados que todas las columnas de cotilleo comenzaban: "Chessie, la amante de la diversión…".
Su relación con Strange, entonces en la cima de su éxito, duró bastantes años.
Su casa en West London atrajo a otras estrellas del pop como Spandau Ballet, Robert Palmer y Billy Idol.
Francesca llegó incluso a aparecer en Top of the Pops, el legendario programa de la BBC, con Visage, la banda de Strange.
En la India jugaron al polo montados sobre elefantes, junto con Ringo Starr y el cantante escocés Billy Connolly.
Montaban fiestas de "rameras y vicarios" en el Camden Palace de Londres.
La casa de su padre en Gloucestershire se convirtió en el refugio ideal para su amiga Koo Stark cuando comenzó a salir con el príncipe Andrés.
"Cuando él llamaba teníamos una palabra clave", afirma Strange.
"Algo como `el vigilante'. La casa tenía tantos agentes de seguridad que resultaba perfecto para ellos".
Para su pesar, aunque no para su sorpresa, Strange ya no se ve con Francesca ni tampoco asistió a su boda. "Cuando leo ahora sobre ella, ya no es la Chessie que yo conocí".
"Más tarde supe que a los Habsburgo nos inyectan una solución química y nos sacan el corazón. Nos embalsaman"
Queda claro que esos días anteriores al trato de alteza real y pre Habsburgo son un libro cerrado.
"No me arrepiento de nada de lo que pueda haberme perdido de esa época", afirma en un desmentido.
"No conozco a nadie que tenga entre 18 y 30 años que no intente ir a todas las fiestas que pueda".
Aunque lo que debe de haberla irritado es que los titulares hedonistas dejaran en un 2º plano sus buenas obras.
Incluso durante su época salvaje con Strange, andaba a la búsqueda de jóvenes artistas británicos como Duggie Fields, Kevin Whitney y Bryan Clarke, a los que promocionó.
Dentro de "Chessie, la chica de las fiestas" siempre hubo una mujer seria intentando salir.
Para escarnio suyo, su imagen de chica salvaje alcanzó su cenit en 1991, durante la gala Volpi en Venecia, donde se pudo ver más de lo habitual del legado Thyssen cuando un desvergonzado golpe de viento (¿o se trató de una mano?), alzó su traje de noche de Versace. Su culo estaba al desnudo y la foto dio la vuelta al mundo.
Sin embargo, lo que si resultó ser un imperdonable acto de malicia fue cuando, unos pocos meses después, le contó en primicia a Karl de Austria, su apuesto príncipe, que Versace sería el responsable de crear su traje de novia.
"Karl entró en un estado de pánico", recuerda ella. Se debió de preguntar qué superficie de piel dejaría al descubierto.
Para semejante acontecimiento, Versace extrajo su inspiración de un clásico de Balenciaga, vistiéndola con seda blanca desde la cabeza hasta los pies, con yardas de hilo de oro y de plata y remachado con perlas.
PRINCESA HABSBURGO.
El matrimonio unió 2 dinastías extraordinariamente distintas. Karl, cuyo tío abuelo, el archiduque Franz Ferdinand, fue asesinado en Sarajevo, poseía un título pero no tenía reino. Los austriacos exiliaron a la familia real tras la Iª Guerra Mundial dejándola sin dinero.
Ella poseía una patria (Suiza), pero no un título de verdad, debido a que los republicanos suizos no reconocen la jerarquía de su padre, pero tiene montañas de dinero.
Luego estaba la pequeña cuestión de los nazis.
Los Habsburgo son célebres por haberse enfrentado a Hitler, rechazando el trono que les ofreció, mientras que muchos ancestros de ella se contentaron con hacerse ricos bajo el IIIº Reich.
Él proviene de una familia tan devotamente católica que el Vaticano está considerando canonizar a su abuelo.
Ella fue el producto de unos esponsales protestantes en cadena.
"Admiro a la familia de Karl por ser totalmente opuesta a la mía", dice ella.
Sus altezas imperiales viven tranquilamente en las afueras de Salzburgo, donde Karl, quien otrora fuera el presentador de un programa concurso de la televisión austriaca, ahora dirige una compañía que promueve el europeísmo y trabaja para sus propias organizaciones benéficas.
Se quedan en casa y cuidan de sus 3 hijos: Eleanor de 6 años, Ferdinand de 3 y Gloria de 1.
Ella conoció a Karl al estallar la guerra en Croacia.
Francesca vivía en Suiza, en Villa Favorita, la casa de su padre, donde trabajaba para su fundación de arte.
"Estaba sentada en mi despacho en Lugano, recibiendo informes de la guerra y la paz del lugar me estaba volviendo loca", recuerda.
Cuando conoció a Karl y le dijo que quería acompañarle para rescatar el legado artístico croata, no para salvar personas. Él se quedó de piedra.
"Pensó que era una niña consentida en busca de peligro, una turista de guerra".
Para la irritación de ella, intentaba dejarla en lugares seguros mientras él se iba al frente, pero ella insistía en seguirle.
"Fui la 1ª extranjera que mostró interés en el legado artístico y en marchar a Croacia", asegura.
"Cuando devolvimos esos preciados objetos nos homenajearon con una fantástica recepción". Karl se quedó sorprendido y llegó a la conclusión de que tal vez no fuera algo tan frívolo.
Durante los meses que siguieron, ella y Karl pasaron mucho tiempo juntos dentro y fuera de las trincheras.
"No se trató exactamente de una relación de cenas románticas y luces de candelabro".
De regreso a Viena, la llevó a la cripta familiar y ahí, en medio de las tumbas de sus antepasados, le preguntó: "¿Te gustaría ser enterrada aquí?", en lo que debe de ser una de las declaraciones de amor más improbables de todos los tiempos.
"Yo creía que para eso había que ser un Habsburgo", fue su respuesta.
Karl debió tomarse esa respuesta como un sí porque al año siguiente se casaron, ella convertida al catolicismo.
Tanto cree, que admite haber visto a la Virgen María y a Jesucristo, pero sufre un ataque de timidez, inusual en ella, y se niega a entrar en más detalles.
No menciona si sus visiones tienen algo que ver con el futuro del conflicto familiar.
Con independencia del veredicto, el curso de su vida está predestinado: más galas de caridad, más festivales de Salzburgo y más apretones de mano.
Tras aceptar la petición de mano de Karl, su corazón se detuvo al descubrir la realidad de morir convertida en una Habsburgo.
"Más tarde supe que nos extraen la sangre, nos inyectan una solución química en las venas y nos sacan el corazón. Nos embalsaman".
En sus propias palabras, acabas convertido en una momia.
La pregunta es si será una momia más rica o más pobre.
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