Esta incapacidad para retener los nombres es algo extendido universalmente y que no solo te afecta a ti. Nuestros cerebros, que son buenos con las caras (algunos, como el mío, tampoco) tienen un problema con los nombres propios, pero el motivo no está del todo claro. Hace unos días, Olga Khazan recopilaba en The Atlantic algunas posibles causas del fenómeno que nos apetece resumir en Neurolab.
1. No eres tú, soy yo. Cuando te presentan a un grupo de extraños, tu mente se convierte en la de un niño de 9 años en una actuación de la escuela. Estás más pendiente de decir tu propio nombre y no quedar mal que de los otros participantes en el ritual. Cada uno de los presentados está esperando el nombre del siguiente y se produce un efecto en cascada: intentas saludar de manera agradable a uno mientras te dicen el nombre de otro, de modo que tu cerebro está pendiente de demasiadas cosas. En diferentes experimentos se ha probado que no somos capaces de recordar en una situación como ésta.
2. Más bien te interesa poco. Tampoco nos engañemos. Cuando te presentan a un grupo de extraños, y por mucho que sonrías, tu interés es más bien escaso. Si te presentan a alguien que, por el motivo que sea, te ha llamado la atención o hace algo que quieres conocer mejor, el nombre no se te olvidará tan fácilmente.
3. La memoria de trabajo. Nuestra capacidad para recordar funciona a distintos niveles. Para las cosas que manejamos de forma cotidiana tenemos una especie de memoria RAM en el cerebro a la que conocemos como memoria de trabajo. Puedes retener 2 ó 3 cosas a la vez durante unos segundos para seguir progresando. Un ejemplo clásico de uso de esta memoria es el juego de buscar parejas, en el que vas levantando cartas y debes recordar la posición de las que ya han salido. Si tienes buena memoria de trabajo, no tendrás rival, pero para recordar un nombre una cara más tarde, el recuerdo debe consolidarse en zonas como el hipocampo donde se fija la memoria a largo plazo.
4. Los nombres no tienen gancho. Las personas no tienen cara de llamarse Carlos o Susana, es una asociación que hacemos a posteriori, así que los nombres son algo bastante vacío de significado para nosotros. Dicho de otra forma, cuando te dicen que alguien se llama Mariano tu cerebro no tiene nada a lo que aferrar esa cara a ese nombre, salvo que te recuerde a alguien muy concreto que se llama igual o tenga algún sentido para ti.
Así que ya sabes, la próxima vez que olvides el nombre de alguien a quien te acaban de presentar, haz lo que propone Olga Khazan en The Atlantic y dile algo así como: "Lo siento, estaba más preocupado de decirte mi propio nombre que de recordar el tuyo. Pero para ser justos, tu nombre no interesa en absoluto y, además, no tiene la menor relevancia en el esquema global de las cosas que pasan por mi cabeza". Puede que hasta le caigas bien
Referencia: Why Names Are So Easy to Forget (The Atlanctic)
Nota: ¿Te ocurre lo mismo con tu ex, en el proceso de divorcio? Suerte
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