Juan Soto Ivars, 07/01/2023
Si una sociedad primitiva creyera que los dioses envían o regatean la lluvia según su deseo y que solo el sacrificio de becerros puede modular la voluntad divina, el holocausto ritual se convertiría en el eje de la vida pública de esa sociedad. Un año en que se mataran muchos becerros y lloviera abundantemente quedaría dentro de lo previsto, y otro en que los becerros degollados no surtieran efecto haría que los sacerdotes exigieran al monarca más terneros para sacrificar.
Así funciona el pensamiento mágico. Es el convencimiento de que determinados ritos producen consecuencias calculables. Calculables para la casta sacerdotal que controla y se beneficia de la creencia de que sus rituales surten efecto. También está el que no pisa las líneas entre las losas del suelo para que el cielo no le caiga encima y las ingentes cantidades de dinero que dedicamos a evitar problemas que escapan a nuestro control y cuyas causas no nos molestamos en comprender.
Por ejemplo: la violencia de género. La exposición de motivos de la ley de protección de las mujeres dice que los hombres las matan por el hecho de ser mujeres. Esto, que se ha convertido en mantra indiscutible, es ridículo. Incluso parece improbable que 2 hombres maten a 2 mujeres por el mismo motivo. Existen estudios criminológicos y psicológicos sobre el asesinato en general, y el de las mujeres en particular, que apuntan a la complejidad multifactorial del desenlace violento. Aquí dejo un ejemplo académico accesible repleto de referencias a otros estudios.
Sin embargo, tenemos chamanes para estas cosas, y los chamanes dicen que el Furioso Dios Patriarcal utiliza a los hombres como herramienta en su pugna eterna por masacrar a las mujeres. Bien: yo digo que atribuir simplemente al machismo el papel central en los asesinatos de mujeres es tan reduccionista como colocar la misantropía como motor de los asesinatos en general. Puede que la mayoría de hombres que asesinan a su esposa sean machistas. Pero la inmensa mayoría de los hombres más o menos machistas son incapaces de hacerle daño a una mosca.
Da igual lo que se diga, porque el pensamiento mágico tiene la facultad de defenderse a sí mismo. Es conveniente: estudiar este tipo de violencia según factores ajenos al marco de la ideología en que ha derivado (cierto) feminismo podría llevar a jardines espinosos, por ejemplo, a la posibilidad de que las mujeres y los hombres maten a sus parejas por cuestiones ajenas al sexo de la víctima. Es decir: que haya más puntos de conexión entre los casos de violencia doméstica de los que encajan con el relato simplificado del chamán.
Sin embargo, aquí, como en esa hipotética sociedad primitiva a la que me refería, cualquier explicación heterodoxa sobre los procesos que hacen posible la lluvia, la mención a las altas y bajas presiones, al flujo de los vientos, se recibiría por parte del populacho crédulo con caras de escepticismo en el mejor de los casos, o como un desafío arrogante y herético en el peor.
Los chamanes aseguran que la abundancia de la lluvia depende de que matemos becerros, y esto es así porque lo dicen los chamanes, que son las personas a las que hemos atribuido la capacidad de entender los mecanismos secretos del cielo. El pensamiento mágico no busca nuevas explicaciones a los fenómenos que desbordan su entendimiento, sino que persevera y engrandece los rituales, por más fallidos que resulten.
El mes de diciembre de 2022 fue nefasto en términos de violencia de género. El número de mujeres asesinadas desbordó las estadísticas: fueron 11 las víctimas mortales. Si esas cifras hubieran sido lo normal, en 2022 no habrían muerto 50 mujeres, sino 140. Ante semejante repunte, algunos se lanzaron a culpar al Ministerio de Igualdad, y la ministra, por su parte, dijo que había que redoblar los esfuerzos.
Es decir: hubo gente que culpó a los chamanes de que no llueva, mientras que los chamanes reclamaban más becerros.
Una verdad incómoda es que nunca habrá cero asesinatos, ni cero robos, ni cero violaciones, ni cero conductores borrachos saltándose la mediana y embistiendo a un matrimonio que no se ha metido con nadie.
Una verdad incómoda es que nunca habrá cero asesinatos, ni cero robos, ni cero violaciones, ni cero conductores borrachos saltándose la mediana y embistiendo a un matrimonio que no se ha metido con nadie.
Culpar al Ministerio de Igualdad de un diciembre negro en asesinatos es tan ridículo como agradecerle un mes con muy pocos, o ninguno.
Ese fenómeno escapa a nuestro control, como tantos otros.
Hoy existen campañas de propaganda constantes contra el machismo, números de teléfono especiales para mujeres maltratadas, refugios y ayudas económicas de emancipación, protocolos policiales urgentes, juzgados especiales y una considerable concienciación social que hace cada vez más difícil imaginar que se oyen gritos en el piso de arriba sin que nadie alerte a la Policía. Y, sin embargo, pese a todo esto y lo que se pueda añadir, hay individuos que asesinan.
Los individuos se enajenan, se despistan, se enfurecen y toman decisiones sorprendentes en momentos imprevisibles. De ahí que la pretensión de reducir a cero los crímenes sea propia del pensamiento mágico. Las cifras que se proporcionan no significan nada. Si un año son asesinadas 10 mujeres menos que el año anterior, por ejemplo, 30, ¿es una buena noticia? ¿Se puede decir "solo han muerto 30 mujeres gracias a nuestras medidas"? ¿Existe el triunfo?
No, pero tampoco existe el fracaso. Cuando eliges algo incontrolable como tu misión primordial tienes la ventaja de que nunca te quedarás sin trabajo, de que no se te podrá culpar del incremento del problema, sino que tendrás un pretexto para pedir más recursos, y de que cualquiera que discuta tus diagnósticos será tachado de hereje por la multitud, dado que ocuparás el cargo simbólico de chamán.
Así que, ¿qué saldrá del Pacto de Estado contra la Violencia de Género tras ese diciembre negro? Más becerros y más altares, de manera que, en lo próximo, los malvados dioses patriarcales a los que se atribuyen las desgracias no se lleven a tantas mujeres a través de su herramienta, que son los hombres. Seguirá siendo algo que produce una repulsa unánime y seguirán tratándonos a todos, a toda la sociedad, como si no fuera así.
Entonces, ¿no hacemos nada? ¿Nos cruzamos de brazos? En absoluto: pero sumar a los recursos que se destinan a refugios y políticas de intervención un poco más de esfuerzo para estudiar las complejas y multifactoriales causas del asesinato, es decir, derribar el pensamiento mágico de los chamanes, podría ser un buen comienzo.
Hoy existen campañas de propaganda constantes contra el machismo, números de teléfono especiales para mujeres maltratadas, refugios y ayudas económicas de emancipación, protocolos policiales urgentes, juzgados especiales y una considerable concienciación social que hace cada vez más difícil imaginar que se oyen gritos en el piso de arriba sin que nadie alerte a la Policía. Y, sin embargo, pese a todo esto y lo que se pueda añadir, hay individuos que asesinan.
Los individuos se enajenan, se despistan, se enfurecen y toman decisiones sorprendentes en momentos imprevisibles. De ahí que la pretensión de reducir a cero los crímenes sea propia del pensamiento mágico. Las cifras que se proporcionan no significan nada. Si un año son asesinadas 10 mujeres menos que el año anterior, por ejemplo, 30, ¿es una buena noticia? ¿Se puede decir "solo han muerto 30 mujeres gracias a nuestras medidas"? ¿Existe el triunfo?
No, pero tampoco existe el fracaso. Cuando eliges algo incontrolable como tu misión primordial tienes la ventaja de que nunca te quedarás sin trabajo, de que no se te podrá culpar del incremento del problema, sino que tendrás un pretexto para pedir más recursos, y de que cualquiera que discuta tus diagnósticos será tachado de hereje por la multitud, dado que ocuparás el cargo simbólico de chamán.
Así que, ¿qué saldrá del Pacto de Estado contra la Violencia de Género tras ese diciembre negro? Más becerros y más altares, de manera que, en lo próximo, los malvados dioses patriarcales a los que se atribuyen las desgracias no se lleven a tantas mujeres a través de su herramienta, que son los hombres. Seguirá siendo algo que produce una repulsa unánime y seguirán tratándonos a todos, a toda la sociedad, como si no fuera así.
Entonces, ¿no hacemos nada? ¿Nos cruzamos de brazos? En absoluto: pero sumar a los recursos que se destinan a refugios y políticas de intervención un poco más de esfuerzo para estudiar las complejas y multifactoriales causas del asesinato, es decir, derribar el pensamiento mágico de los chamanes, podría ser un buen comienzo.
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