Por Francesca Jaume, 06 de enero de 2020
Hay cuestiones difíciles de tratar porque uno corre el riesgo de ser ciertamente mal-interpretado. Este es uno de esos casos. Es por eso, que antes de ir al grano tengo que aclarar que en absoluto quiero negar que tengamos en nuestra sociedad un problema de violencia machista que se cobra anualmente decenas de mujeres y que cabe llevar a cabo todas las medidas protectoras y represoras para evitar cualquier episodio sea cual sea su dimensión.
Una vez dicho esto, nos encontramos por desgracia en que los instrumentos jurídicos y judiciales que están al servicio de la represión de las conductas de violencia de género son utilizados fraudulentamente y con finalidades distintas a las que fueron creados. Me refiero, como no, a las denuncias falsas o instrumentales. Esto es, aquellas denuncias puestas simplemente para dañar a quien ha sido la pareja -no se suelen dar estos casos con quien todavía es la pareja, o para conseguir una ventaja de cara a otros procedimientos judiciales.
Por desgracia existen mujeres que hacen un flaco favor a aquellas que realmente sí padecen agresiones físicas o psicológicas, acudiendo a instancias policiales o judiciales denunciando hechos inventados o magnificados. Estas conductas son peligrosísimas por 2 razones: la 1ª porque provocan que luego se vierta la duda sobre los casos sí reales, y la 2ª porque provocan un grave requiebro en los denunciados y sus familias.
La cuestión es qué instrumentos utilizar para evitar estos actos, y el problema está en que es difícil rebajar la intensidad punitiva pensando en los casos que no son, puesto que muchos casos sí que lo son. Cada vez que se produce un asesinato y se ha incumplido o no se ha dictado una orden de protección se levanta una gran alarma social. Sin embargo, muchos hombres han dormido en el calabozo por una denuncia que luego ha demostrado no sustentarse en hechos reales (y eso, bien lo saben quienes lo han vivido, provoca una herida psicológica en el afectado y su familia).
Llegados a este punto sólo se me ocurre una solución, que es, una vez finalizado un procedimiento que ha terminado con sobreseimiento o sentencia absolutoria que se analice posteriormente en el marco de los mismos autos si la denuncia fue interpuesta en fraude de ley o en falsedad. Hoy en día, en la mayoría de casos los absueltos renuncian a interponer una querella por falsa denuncia porque los abogados ya advertimos que en estos procedimientos es casi imposible obtener un pronunciamiento judicial favorable -por aquello de conseguir acreditar qué está en el ánimo de la denunciante- por lo que la simpática que ha amargado una serie de meses al afectado se va, literalmente ‘de rositas’.
De esta manera, si realmente la falsa acusadora se ve que puede haber consecuencias graves a su acción quizás se lo pensará un poquito más, y así, además de evitar un vano sufrimiento al denunciado y su familia, no perjudicará a esas mujeres que, desgraciadamente, sí que padecen en sus carnes situaciones de violencia de género.
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