http://www.thefamilywatch.org/nos/nos-1741-es.php
Volver con la frente marchita…
Carmen Grasa - La Vanguardia, 13 de noviembre 2010.
El trance de acoger a hijos y nietos en casa no es plato de gusto para los abuelos, aunque quizás menos para los que vuelven.
Según el informe de Mensajeros por la Paz, de los que lo han hecho (un 2,5%) casi un 20% declara sentirse frustrado por ello y preferiría no haber tenido que recurrir a esta solución. Con todo, el regreso provoca tranquilidad a un 43%.
Se trata en su mayoría de familias monoparentales –aquellas en las que un progenitor convive y es responsable en solitario de sus hijos menores o dependientes–.
Son las más castigadas por la crisis junto a los separados y separadas que han vivido, también, un notable descenso de sus ingresos y bienestar.
Adultos mayores de 35 años, con o sin hijos, separados o no, que han visto cómo se desvanecían sus proyectos y que ahora tienen que adaptarse doblemente:
1.-por una parte se han visto obligados a dejar su hogar y
2.-por otra, llegan a uno que ya no es el mismo de antes o que conocen demasiado bien.
Y virar hacia una situación que creían superada no es nada fácil.
“Cuando vuelven también están en un momento de cambio vital en otras áreas de su vida, como el trabajo o la familia, por lo que tendrán que enfrentar un proceso de duelo por partida doble o triple”, confirma Raquel Ballesteros.
Y el cóctel emocional que saborearán no puede ser más explosivo: frustración, desesperanza, miedo al futuro, tristeza, confusión.
Con un poco de tiempo, sin embargo, la adecuación dará sus frutos y es posible que experimenten “la tranquilidad y el bienestar que ofrece la seguridad paterna, y una mayor confianza y satisfacción al verse como parte de un grupo que lo aprecia por quién es.
Con el apoyo y la seguridad de los padres es probable que disminuya el riesgo a equivocarse y se abran a emprender nuevos retos profesionales”, describe la psicóloga.
No obstante, ser una gran familia de nuevo, y por obligación, conlleva riesgos.
Donde caben 2 caben 3 y hasta 4 o 5 si hace falta, pero qué papel desempeña cada uno y quién ejerce el poder se convierte en una fuente inagotable de problemas.
“Si no se definen bien los roles, los abuelos pueden acabar ejerciendo de padres y los padres comportándose como niños o como hermanos de sus propios hijos. Igualmente, la proximidad puede derivar en la tentación de querer ejercer el control sobre la vida de los otros”, advierte Ballesteros.
Jóvenes, viaje relámpago de ida y vuelta.Acababan de irse y están de nuevo en casa.
Se independizaron con lo puesto (un contrato temporal, sueldos mileuristas) y contaban con la ayuda de los padres y los bancos para salir adelante.
Cerrado el grifo bancario, no ha quedado más remedio que volver casa.
“Si la emancipación hubiera estado bien consolidada, el impacto de la crisis no se hubiera notado tanto como se ha notado”, analiza Roger Soler, sociólogo del Observatori Català de la Joventut.
Un 20% de los menores de 35 años que se habían emancipado en los 2 últimos volverá a casa en los próximos meses, según un estudio del Consejo de la Juventud de Madrid.
Unos 6.000 jóvenes alicantinos harán propio.
Las cifras de los sindicatos UGT y CC.OO. apuntan en el mismo sentido.
Una tendencia que recorre España de norte a sur y de este a oeste.
El paro se ha cebado en ellos, porque se han perdido casi 650.000 empleos jóvenes y en nuestro país la cifra de parados entre 16 y 29 años asciende a más de 1 millón y medio de personas.
Y vuelven a casa porque ya no pueden pagar el alquiler, porque el sueldo, si lo conservan, no les da ni para pipas.
El paisaje es desolador entre aquellos que desde 2001 habían hecho subir las cifras de emancipación.
Ahora, tras conquistar una tasa del 33,7% en el 2007, hemos vuelto a los valores del 2004.
Y no sólo eso. Lo inédito es que, según los especialistas, los jóvenes que aún no habían salido de casa no lo harán próximamente.
Debido a la crisis no sólo vuelven quienes se encuentran en una situación más precaria, sino que “aquellos a los que les tocaría independizarse no lo están haciendo. Ese es el fenómeno más importante”, apunta Soler.
La temporalidad o el sueldo escaso nunca han sido impedimentos para que los jóvenes se decidieran a vivir su vida, pero algo más ha cambiado con esta gran depresión.
”Uno de los factores más importantes a la hora de irte de casa es la expectativa de futuro y ahora esa expectativa no existe. Los jóvenes tienen muy presente la incertidumbre y la vulnerabilidad en la que los sitúa el mercado laboral y esa es la razón fundamental de que no se independicen tanto como antes, cuando la temporalidad era muy alta y los precios muy elevados. Antes había confianza, ahora mucha menos”, reflexiona el sociólogo.
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