Elena Serrallé, 17 noviembre 2022
Por mi profesión escucho prácticamente a diario historias personales que hablan del desamor, de la infidelidad, de sentimientos rotos, de culpas, de crisis amorosas, de traiciones, de desgaste, de desengaños, en definitiva, de la antesala de un divorcio.
Y siempre repito lo mismo al otro lado de la mesa, el divorcio es una solución, no es un fracaso.
Porque fracasar es aguantar una situación que no te aporta nada, fracasar es fingir que todo está bien cuando realmente estás destrozado y perdido, porque fracasar también es jugar a ser una familia ideal, también lo es quedarte por comodidad, por pereza, por conformismo.
Fracasar es discutir día si y día también con tu pareja incluso con los hijos como espectadores de 1ª fila, eso es fracasar.
Un fracaso es vivir en gris, sin alicientes, sin ilusión por volver a casa, demorando el momento de abrir la puerta y gritar un «ya estoy aquí», eso sí que es fracasar.
Fracasamos cuando mendigamos los besos, cuando el muro del silencio nos aleja mientras compartimos sofá y cama o cuando miramos a lados opuestos en vez de fijar la vista en un camino común. Cuando no protegemos del viento al que tenemos al lado y cuando dejamos de apoyar la cabeza en su pecho y nos tranquiliza el latido rítmico de su corazón.
Fracasa aquel que no respeta y aquel que ningunea, aquel que reprocha y aquel que pierde las formas y aquellos que no reman en la misma dirección.
Vaya mi respeto para todos los que han tenido el valor necesario para no vivir en el fracaso.
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