VIRTUDES MONTORO, 18 mayo 2019
El Síndrome de Alienación Parental, conocido como SAP, se produce tras un divorcio, cuando uno de los padres pone al hijo en contra del otro progenitor, se trata de una forma de maltrato infantil con unas consecuencias devastadoras para el menor. Se empieza a denigrar al padre o la madre hablando mal de éste al niño, hasta lograr un lavado de cerebro que tiene como consecuencia un fuerte rechazo al padre o madre objeto del odio, que en la mayoría de los casos, persigue un cambio en la custodia del menor.
Se trata de padres que quieren mantener un control enfermizo sobre sus hijos y que el odio al que fue su pareja les lleva a ponerlos en contra.Vemos hasta qué punto el odio es el arma más poderosa de destrucción que existe, tanto para el que odia, como para el odiado, pero sobre todo para los hijos, que están en medio mamando todo ese odio.
Los padres alienadores, realizarán, pues, conductas como menospreciar, insultar o desvalorizar al otro padre delante del niño, mintiendo sobre éste, subestimar y ridiculizar los sentimientos del niño hacia su padre, responsabilizar al otro del mal comportamiento del hijo, reforzar las conductas de rechazo del niño hacia el otro progenitor, denigrar delante del niño la ropa del otro padre o los regalos que hace, contarle al menor los detalles del divorcio culpabilizando al otro, impedir régimen de visitas, incluir a su entorno familiar y amigos en los ataques hacia éste, ampliando el rechazo también a la familia del otro padre, impedir el contacto telefónico, no informar sobre cómo va en el colegio o de tratamientos médicos que pueda tener el menor.
Los síntomas que pueden aparecer en el niño sobre todo se aprecian en un rechazo evidente hacia el otro progenitor, se niegan a verle, hablan de manera negativa acerca de su otro padre e incluso pueden llegar a insultarle. Algo que llama la atención es que utilizan un lenguaje más maduro o impropio para su edad, ya que suelen utilizar y repetir frases propias del padre alienador. También pueden manifestar un cambio evidente de conducta física y verbal, volviéndose ésta más agresiva.
Las consecuencias para el niño de esta manipulación a corto plazo, hace que puedan volverse sumamente retraídos o muy violentos, se instaura en ellos un miedo exagerado al abandono, pueden llegar a sufrir depresión o muestran un bajo rendimiento escolar. Ya como adultos, aparecen en estos niños que sufrieron esta cruel manipulación, sentimientos de culpabilidad, una pérdida de identidad, baja autoestima, así como un recuerdo difuso de la imagen de ambos padres, llegando a romper la relación con ellos. En casos de mayor gravedad, pueden llegar a adoptar conductas delictivas como manera de vengarse de los padres. Son personas que se frustran fácilmente ante cualquier tipo de incidente o situación y tienen dificultades para construir relaciones de amistad o de pareja estables.
Para los padres y madres divorciados, estar atentos a nuestros hijos y a su adecuado crecimiento y estabilidad psicológica y emocional, es una de nuestras tareas principales sobre todo para minimizar el impacto que el divorcio pueda tener sobre sus vidas.
Para el padre objeto de todo esto, lo más adecuado es no reaccionar de la misma manera. Denigrar por venganza al otro padre solo empeora la situación. Se trata de hacer todo lo contrario que el padre alienador hace, mostrar amor al niño y no caer en el mismo juego, ya que las consecuencias para los niños al verse envueltos en esta guerra pueden ser irreversibles. Hablar con el hijo, cuando éste quiera hacerlo, saber cómo se siente, acudir a psicólogos especializados y sobre todo llenar de amor aquello que está lleno de odio.
Minimizar el sufrimiento del menor, debería ser, ante todo y sobre todo, el objetivo de cada una de las decisiones que tomemos. Por amor, por este amor tan inmenso y puro se perdona, se perdona aquello que está lleno de odio, de ignorancia. Se traspasa cualquier circunstancia con sabiduría, se coloca a nuestros hijos por encima de nuestra soberbia, se aprende a ser humilde por amor a ellos. El que no entienda que el odio hacia su otro padre / madre, es el mayor daño posible que puede hacer contra su hijo, tampoco sabe que su conducta, su manipulación en contra del otro padre, se convierte en una enfermedad para su hijo.
Para el padre objeto de todo esto, lo más adecuado es no reaccionar de la misma manera. Denigrar por venganza al otro padre solo empeora la situación. Se trata de hacer todo lo contrario que el padre alienador hace, mostrar amor al niño y no caer en el mismo juego, ya que las consecuencias para los niños al verse envueltos en esta guerra pueden ser irreversibles. Hablar con el hijo, cuando éste quiera hacerlo, saber cómo se siente, acudir a psicólogos especializados y sobre todo llenar de amor aquello que está lleno de odio.
Minimizar el sufrimiento del menor, debería ser, ante todo y sobre todo, el objetivo de cada una de las decisiones que tomemos. Por amor, por este amor tan inmenso y puro se perdona, se perdona aquello que está lleno de odio, de ignorancia. Se traspasa cualquier circunstancia con sabiduría, se coloca a nuestros hijos por encima de nuestra soberbia, se aprende a ser humilde por amor a ellos. El que no entienda que el odio hacia su otro padre / madre, es el mayor daño posible que puede hacer contra su hijo, tampoco sabe que su conducta, su manipulación en contra del otro padre, se convierte en una enfermedad para su hijo.
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