semana.com/| 10/7/2017
La falsa expectativa de que la pareja debe proveer un paquete todo incluido, desde amor hasta crecimiento personal, conduce a muchos divorcios. El psicólogo Eli Finkel señala cómo no caer en la trampa de esperar la perfección.
El amor ya garantiza por sí solo un matrimonio exitoso, pues hoy las personas exigen mucho más de su media naranja: que sea alta, amable, de buen humor, amorosa con los hijos, que gane un buen sueldo, que sea inteligente, fiel y capaz de mantener una conversación interesante en todo momento. Eso, sin hablar de que sea su coach de vida, comparta las labores domésticas y sea un gran amante. Cuando no cumple esta lista, muchos, frustrados, abandonan el nido porque su pareja resultó menos sensacional de lo que creían. Muchos prefieren quedarse con las manos vacías a no tenerlo todo.
El psicólogo estadounidense Eli Finkel llama “todo o nada” a ese fenómeno tan común en este momento. En su más reciente libro, "The All or Nothing Marriage", el investigador describe que estas relaciones son más propensas a fracasar. “Estamos pidiéndole demasiado al matrimonio”, dice el experto.
Esto no siempre fue así. Finkel, profesor de la Universidad Northwestern, relata que en una época del matrimonio solo se esperaba que supliera lo básico: procreación, seguridad financiera y patrimonio. Casarse era más una cuestión de supervivencia. Hace 200 años, además de lo anterior, entró en escena el amor romántico, y con él cobraron un protagonismo inusitado la pasión, el sexo y el compañerismo.Pero a mediados del siglo XX, las aspiraciones en las relaciones han ido escalando, tal como sucede en la famosa pirámide del psicólogo Abraham Maslow, en cuya base están las necesidades principales y en la cima la apetecida autorrealización. Y por eso, además de buscar el amor, “ahora hemos añadido la expectativa de que nuestra pareja nos debe ayudar a crecer, a convertirnos en una versión mejorada y más auténtica de nosotros mismos”, dice Finkel.
El matrimonio se ha vuelto un ascenso a esa cima que Finkel llama el monte Maslow. Como saben los escaladores, a medida que se sube a la cumbre, el oxígeno se vuelve más escaso, y si se quiere mirar el panorama desde lo más alto, deben contar con ropa adecuada y oxígeno suplementario. Esta analogía sirve para aquellos que quieren tener ese matrimonio espectacular, pero no invierten la energía emocional ni el tiempo requerido. En esas circunstancias, la vida en pareja será agotadora y pronto se quedará sin aire. “Imagine llegar a esa meta en compañía de alguien que siga su mismo ritmo y suba con las mismas ganas. Es casi imposible”, dice el experto.
Estas expectativas maritales de hoy se deben a cambios culturales. Hasta 1950 la sociedad vivió enmarcada por estrictas normas sociales y roles bien delimitados para hombres y mujeres. Ellas debían cuidar de sus esposos e hijos y ellos trabajar y proveer el sustento del hogar. Pero a partir de los años 60´, comenzó una búsqueda de la libertad que ha generado esta nueva etapa en la que prima el individualismo. En consecuencia, las parejas de hoy tienen muchas más responsabilidades porque su media naranja les pide ser su mejor amigo, el coach perfecto y el compañero ideal para ir de compras. Por eso es tan común escuchar en las terapias de pareja frases como “es un hombre perfecto, un padre amoroso y me gusta mucho, pero me siento estancada en la relación y no quiero vivir así por el resto de mi vida”, dijo Finkel en una entrevista en la revista The Atlantic.
Pedir demasiado puede ser un arma de doble filo porque una pareja no puede hacer sentir sexi, amada y competente a la otra, al mismo tiempo que ambiciosa y motivada en sus metas.
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